Esta semana en la ciudad de Murcia hemos tenido un pequeño sobresalto en uno de los edificios emblemáticos de nuestro ya vetusto centro histórico. En la mañana del martes los trabajadores del Almudí salieron a la calle asustados por los movimientos sospechosos que sentían en el interior del edificio. No es muy extraño en una construcción de la que el arquitecto Daniel Carbonell realizara su restauración integral para convertirlo en un equipamiento cultural y la que han intervenido casi todos los arquitectos municipales desde que en 1554 el Concejo decidiera construir un nuevo Almudí.

El concepto de almacén de grano, como lugar de reparto de harina para las panaderas (recordemos que en Murcia, constituyeron el único gremio artesanal femenino con ordenanzas propias), como peso del grano y como mercado de un producto de primera necesidad como era el pan, existía ya desde tiempos islámicos, pues Alfonso X, en 1272 establece que el almacén de trigo se mantuviese en lo que llamaban el Almudí Viejo, el granero musulmán. Por tanto era un lugar imprescindible para el abastecimiento de cereal en la ciudad y que estaba relacionado con la caridad y el buen gobierno del municipio.

Hoy el Almudí, además de dos magníficas salas de exposiciones, acoge el Archivo Municipal, y conserva a un lado de la fachada, justo detrás de la parada del autobús, un relieve que se conoce como Matrona del Almudí. Ese relieve ha sido estudiado y comentado por muchos historiadores y cronistas desde que lo realizara Fernando de Torquemada en 1576. Javier Fuentes y Ponte, Frutos Baeza, Muñoz Barberán o Torres Fontes y todos redundan en la misma interpretación. Por ejemplo, en el BIM de 1968, el recordado Torres Fontes dice de la Matrona que es la «expresión simbólica de la tradicional caridad murciana y que manifiesta públicamente una de las más auténticas virtudes de la ciudad de Murcia. Los ángeles que a ambos lados de la matrona completan el relieve llevan una cinta alrededor del cuerpo en la que se lee la leyenda Charitas quae creationem coegit. Opsa coga ad regendum».

Sobre el relieve aparece un pájaro, o lo que queda de él y esa imagen también es motivo de mito con distintas versiones. Una teoría defiende que representa a un águila que recuerda el pasado imperial y otra, que es la que más ha calado, dice que se trata de un pelícano, ya que desde la antigüedad existe una leyenda que dice que los pelícanos cuando no encuentran alimento se pican en el pecho para alimentar a los polluelos con su sangre, aunque parece que lo que ocurre es que en los ejemplares adultos las plumas del pecho se tornan rojizas debido a la carotina. Desde luego es más romántica la explicación de la sangre...

La tradición que hemos escuchado mil veces y se ha escrito otras tantas, dice que el relieve representa a una matrona, a una madre, quitándose a su hijo del pecho para compartir el alimento con un niño ajeno. ¿En que nos basamos para decir que la mujer aparta a su hijo y acoge a otro ajeno? ¿Confundimos matrona con ama de cría? En el relieve se ve una mujer rodeada de niños y amamanta a uno, mientras los demás parece que esperan su turno, por tanto se trata de una nodriza o ama de cría. Si es una madre con múltiple tarea que acude a todos sus hijos con cariño, amabilidad y cierta resignación ya es bastante virtud. Como concepto y símbolo de relación de las autoridades con los ciudadanos es bastante más interesante que la interpretación paternalista y algo patriarcal de personalizar en la mujer eso de la hospitalidad murciana. Si nos referimos a matronas, hablamos de mujeres que se dedicaban a asistir en el parto, son las famosas parteras o comadronas.

Las amas de cría murcianas utilizaron esa capacidad alimentatoria (si es que ese término existe) como medio de trabajo ya que muchas mujeres de economía modesta ofrecían sus servicios como matronas y no podemos olvidar a las matronas de los hospicios que durante siglos realizaron una tarea que salvó a miles de bebés de una muerte segura. En la prensa local, desde comienzos del siglo XIX aparecen anuncios de mujeres ofreciendo sus servicios como amas de cría e incluso algunas de ellas ponen como lugar de encuentro el León del Malecón que se situaba justo enfrente.

Están por revisar muchos de los mitos de la historia local que se repiten, desde las investigaciones de los eruditos del siglo XIX como mantras. Suelen ser leyendas, cuentos y un sinfín de anécdotas sin apoyo científico que de repetirlas pasan a convertirse en verdades verdaderas.