Una ley del retorno representa un gran ahorro y un avance para desplazar el uso de plásticos, además de beneficios en la lucha contra el cambio climático. ¿Por qué las llamadas a reciclar van dirigidas casi todas al consumidor? Propuestas y anuncios enfocan sus exhortaciones a particulares y parecen olvidarse de profesionales, industrias e instituciones.

Creo que hay dos formatos de envases según sean para el industrial o para el comprador. Tras la obligatoriedad de cobrar las bolsas de plástico surgen iniciativas para reconducir el sistema hacia la recuperación eficaz, fácil y sostenible y entonces aparecen obstáculos legales. Por eso es necesaria una ley del retorno. El medio ambiente y el clima la reclaman.

La disparidad entre los destinos de los envases es un poco sorprendente. Cada mañana nos encontramos con camiones de reparto de bebidas a bares y restaurantes y vemos como los repartidores van ordenando los envases de vidrio en las cajas de suministro. Son botellas, botellines, frascos y otros recipientes que vuelven al fabricante o distribuidor para su nuevo uso. Son de marcas que normalmente recuperan envases y ahorran bastante dinero al no tener que comprar unos nuevos. Lo vemos en visitas hechas a factorías donde se embotellaban refrescos, vinos y cervezas y lo certifican muchos países de Europa. Los viajes por el continente nos descubren que es habitual en países más avanzados o no respecto al nuestro, que existe el retorno, la devolución de envases a supermercados y entidades públicas con recuperación del coste del mismo, pagado ya al comprar el producto. Hecho que teníamos en España en tiempos menos opulentos.

La ley de reciclaje aprobada por el Gobierno de Aznar no resuelve el retorno, que es un ahorro que beneficia a todos, productores y consumidores. Luego introdujo una nueva norma el Gobierno socialista en 2011 pero la eliminó después la mayoría absoluta del Partido Popular. El Gabinete de Pedro Sánchez tiene ahora la oportunidad de restablecer el retorno, como intentan Comunidades autónomas y municipios, aunque parece que encuentran problemas en su reintroducción legal. Lo paradójico es que mientras a bares y restaurantes les distribuyen envases de vidrio, el consumidor no encuentra más que plásticos y latas cuando acude al supermercado. Y no existe en las tiendas un sistema de recogida de envases vacíos. Para colmo, la mayoría de los contenedores de depósito de vidrios en España no son de retorno sino de recuperación de vidrio, que se rompe al caer dentro de la gran campana verde habilitada para la recogida. En Alemania la devolución del casco ya alcanza mayor porcentaje que el reciclado.

Por otra parte, fuera de bebidas y contenidos líquidos, los envases y embalajes que proliferan en nuestros comercios son cada vez más lujosos, aparentes y voluminosos con el fin de atraer al comprador. Son auténticas matrioshkas o cebollas de cartón, papel o plástico que necesitas ir destapando por capas para llegar al contenido. Hasta muchos productos con el título de 'ecológico' sufren de esta cartonitis. También abunda en el nuevo comercio el sistema de bandejitas de poliestireno en sus diversas formas y sus distintos componentes, para presentar el contenido más limpio pero cuyo reciclaje es complicado y que la ciudad de Nueva York ya prohíbe su uso.

En España prolifera hoy un nuevo tipo de supermercados, digamos que apellidados '&G', especializados en comida preparada o lista para consumir que utiliza principalmente estos soportes, que hacen más rápido y fácil su envoltura para el dispensador pero que resulta difícil su reciclaje al consumidor. En definitiva, aumentan notablemente los reclamos para que reciclemos pero cada día nos lo ponen más complicado. Retiran las bolsas de plástico pero siguen envasando todo en plástico prácticamente no reciclable, cada vez se emplea más el embalaje de poliestireno y el retorno es casi nulo en España.