Recuerdo tener diez años y jugar en el patio del colegio a cosas tan inocentes como al pilla pilla, al fútbol, al baloncesto, a los tazos y a un sinfín de actividades totalmente inocentes y propias de la edad.

Hoy, con 24 años, la realidad es totalmente diferente. Hoy puedo ver como muchas de las personas con las que jugaba a los tazos de Pokémon gastan su tiempo en la ruleta, perdiendo más que el tazo estrella de Charizard. Ahora la juventud pierde la vida. Hoy, nuestra querida y empobrecida región es la Comunidad autónoma con más casas de apuestas por habitante de todo el Estado, y no sólo eso, sino que además nuestra legislación autonómica permite instalar casas de apuestas a cuatrocientos metros unas de otras, siendo esta una de las principales formas de ocio que se nos ofrece a los jóvenes. Y la sociedad parece ciega ante una lacra que no deja de aumentar. Las apuestas deportivas, las tragaperras o la ruleta no son actividades de ocio inocente. Debemos comportarnos frente a estas actividades como adicciones, como una droga, un estímulo a nuestro cerebro que es totalmente dañino. Somos las personas con menos recursos las que intentamos ganar dinero en un juego que está pensado para que la banca siempre gane, y aquí seguimos, luchando por el derecho a una vida digna dentro de un régimen que nos lo niega constantemente.

Todo empieza apostando un euro a que gana el Barça, el Madrid marca más de dos goles y el Real Murcia pierde, y ¡premio! has ganado quince euros apostando uno. Parece que la cosa va bien, así que vuelves a apostar. Pasado un tiempo el riesgo aumenta y apuestas a partidos de la tercera división de Alemania, a la copa FA de China, y al torneo mundial bádminton. Apuestas por cosas que desconoces, pero la adrenalina te puede, la droga ya está en tu cuerpo. Y de aquellos primeros quince euros que ganaste sólo te queda el recuerdo, hoy apuestas cincuenta euros con la intención de poder ganar mil, pero nunca llegan, y si llegan se vuelven a ir en apuestas más grandes. Y estoy suavizando la historia porque no es raro perder todo el dinero, el coche, la casa, tu familia.

Y si ya salimos de las casas de apuestas para llegar al mundo de las apuestas online con una simple aplicación en el móvil, la cosas se recrudecen aún más si cabe. Con las apuestas online nadie sabe el dinero que mueves y la adrenalina aumenta. Ahora puedes apostar en directo mientras ves el partido que sea, de la liga que sea, haciendo el juego más cómodo sin necesidad de salir de casa y, por supuesto, mucho más adictivo.

Pero todo esto no es algo casual. No es casual que una persona joven prefiera estar encerrada en una casa de apuestas durante horas y horas a estar socializando con sus amigos y amigas en espacios más saludables. Hay algo estructural en todo esto, y precisamente es esa falta de espacios de socialización la que empuja a los jóvenes a este tipo de establecimientos. Si una persona joven que vive en Murcia decide ir a jugar al fútbol con sus amigos, ¿dónde va? Vivimos en un municipio donde hay más casas de apuestas que espacios para practicar deporte sin necesidad de pertenecer a un club o a un determinado colegio.

Teniendo claro el fondo del problema, insisto, la falta de alternativa al juego adictivo, no nos queda más remedio que potenciar alternativas de ocio a las que nos ofrece el modelo económico de esta región. Debemos trabajar para conseguir que la juventud en Murcia pueda disfrutar de espacios donde practicar deporte sin necesidad de saltar la valla de un colegio.

Y, evidentemente, es necesario potenciar la oferta cultural enseñando a los más pequeños la importancia del teatro, la música, y el arte en general. Este tipo de actividades deben de ser algo mucho más constante, que se haga en los colegios de forma natural y no extraordinariamente. Debemos trabajar por un modelo de ocio que nos permita a los jóvenes estar integrados en la sociedad de forma plena y no marginados gastando nuestro escaso dinero en una ruleta en la que hay más que perder de lo que se puede ganar.