En la ciudad Murcia, como en todas las ciudades, es posible pasear mirando hacia arriba y hacia los lados para descubrir distintos recorridos, distintos paisajes, distintos entornos, todos ellos con memoria distinta. Aquí, parece que estamos demasiado acostumbrados a mirar las mismas cosas y a enseñarlas a los demás de la misma forma. Ese discurso tantas veces estudiado de la ciudad medieval o de la barroca, a mi entender se queda corto, ya que en esa Murcia barroca podemos encontrar fogonazos de modernidad, en lo arquitectónico, que pasan desapercibidos entre la rotundidad del discurso tradicional. Pero lamentablemente en su mismo ser de ´fogonazo´ está el peligro de su desaparición.

Uno de esos ´breves destellos´, todavía lo podemos admirar en la calle Pascual. Es el edificio llamado popularmente como Almacenes Coy. Siempre me gustó aquel comercio, al que de pequeña iba con mi madre. Recuerdo que, ya en su última época, cuando andabas por los pasillos era como pasar por un tobogán porque el suelo tenía altibajos, como cuestecitas, era raro. Con el tiempo descubrí la importancia que aquel edificio tenía para la historia de la arquitectura de nuestra región y cada vez que paso por la calle Pascual no tengo más remedio que parar y mirar hacia arriba.

Este vetusto bloque fue construido en 1935, por el arquitecto madrileño Gaspar Blein, que había sido nombrado arquitecto municipal en 1929. Aunque es recordado por su dos Planes Generales de Murcia de 1949 y 1954, el diseño de este encargo privado es quizá su obra más significativa y también el mejor ejemplo del racionalismo arquitectónico en la ciudad de Murcia. En el PECHA, (Plan Especial del Conjunto Histórico Artístico) elaborado por el ayuntamiento de Murcia, aparece catalogado con grado 2, es decir, se indica que «debe respetarse el aspecto general del inmueble». Bueno.

Llama la atención en la fachada la solución de la esquina de la última planta, que me recuerda a la característica forma de rematar las esquinas en el castillo de Monteagudo. Son destacables sus barandillas metálicas, sus balcones semicirculares y con una línea ondulante, las ventanas continuas y el color almagra (ahora algo desvaído) de la fachada, hacen de este edificio un elemento singular. Resulta sorprendente que la arquitectura que va desde la instauración de la II República hasta la Guerra Civil sea más moderna, a nuestros ojos, que la de los años cincuenta del siglo XX.

Varios arquitectos de Madrid, Barcelona, Zaragoza, Bilbao y San Sebastián (según nos recuerda Hervás Avilés en su libro Cincuenta años de arquitectura en Murcia), crearon en 1930 el grupo GATEPAC, Grupo de Arquitectos y Técnicos para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea, un nombre algo rimbombante pero que venía a expresar la intención de fomentar la renovación estética y técnica de nuestro país, con la mirada puesta en Europa y en los trabajos de Le Courbusier.

De 1930 a 1936, según Hervás Avilés, se produjo en España una de las más fructíferas e innovadoras etapas de la arquitectura del siglo XX, y aunque Murcia, como típica ciudad de la periferia seguía anclada en modelos mucho más clasicistas, encontró en G. Blein, en J. A. Rodríguez y en J. L. de León una pequeña y efímera renovación urbana, con cierto aire de modernidad.

El edificio de viviendas de la Plaza de Santo Domingo, que se llamó popularmente ´el acorazado´ por su aspecto rotundo y sobrio, aunque en principio estaba pintado de un atrevido color verde manzana; el chalet de la calle Santa Teresa que hoy ocupan las oficinas del Catastro, y el edificio de seis plantas de la calle Trapería junto a la Galería Chys, son ejemplos de los modelos racionalistas, de líneas limpias, uso de materiales novedosos para la época, colores relacionados con el entorno tradicional, verde, azul, almagra, ocre, pero que normalmente no aparecen en las guías turísticas ni en las rutas culturales que se diseñan como temáticas, que pocas veces transitan por las calles en las que se ubican.

El edificio que me ocupa en este caso, el de Blein, ha sufrido la reforma de su parte baja, añadiendo unos paneles extraños en color azul cielo y otros imitando madera. La entrada del edificio es también nueva, lo que desvirtúa por completo el carácter original del mismo.

El patrimonio arquitectónico contemporáneo de la ciudad de Murcia merece una revisión con cariño, que permita a los propietarios usar los edificios de forma digna y a la vez respetar el legado que representan. La ciudad es un espacio vivo y con memoria.