La semana pasada LA OPINIÓN reunía a la 'crème de la crème' de Murcia, en el aeropuerto de Corvera, para celebrar el 30 aniversario del nacimiento de este periódico. Un nacimiento que se producía en una nave industrial de Molina de Segura, en una noche fría, pero donde la ilusión de los que formaban parte de la plantilla del periódico y los que habíamos sido invitados a ese nacimiento, el nacimiento de un medio libre, hacía que la noche no pareciese tan desapacible. Y ya de madrugada vino al mundo, en Murcia, el primer número de un diario que ha procurado mantenerse, a lo largo de treinta años, dentro de la independencia que hace creíble un medio de comunicación.

Y no ha debido de ser fácil porque, como alguien dijo hace tiempo, en un conflicto, en cualquier conflicto, la primera víctima es la verdad. Y cuando la sociedad vive una profunda crisis; primero económica, pero como consecuencia de ello se transforma en una gran crisis de valores, la primera víctima es la libertad de los medios de comunicación, que han de aguantar todas las presiones del mundo para desarrollar su labor con un mínimo de independencia. Así es que cumplir 30 años conservando la dignidad que un medio de comunicación ha de tener, ha de ser todo menos fácil. Es por ello nuestra satisfacción porque nos permitan continuar colaborando en estas páginas de ópinión, escribiendo según nuestro criterio y en absoluta libertad. Y sintiendo, como decía García Márquez, que «el periodismo es el mejor oficio del mundo».

Como les apuntamos antes, el acontecimiento tuvo lugar en el aeropuerto de Corvera, que aunque no es el «aeropuerto del abuelito», aún no ha visto aterrizar y despegar aviones, llegar y salir pasajeros, y todas esas cosas que ocurren en los aeropuertos normales. Pero al menos ya se ha utilizado para algo, y qué mejor que hacerlo para celebrar el cumpleaños de un medio de comunicación que nos hace a todos más libres. De ahí la gran responsabilidad de los medios escritos y audiovisuales, no importa cuales, como reconocía nuestro admirado Peter Drucker cuando contaba el antiguo enigma que se planteaban los monjes budistas y los rabinos judíos del Talmud: «¿Hay algún sonido en el bosque, si un árbol se desploma, y no hay nadie cerca para oírlo? La respuesta es: «No». «El árbol, en efecto, al romperse emite al aire ondas sonoras, pero hace falta un oído humano para convertir dichas ondas en sonidos perceptibles».

Venía a decirnos que la comunicación se produce en el oído del oyente, en la interpretación de quien lee, en la visión de quien mira, de ahí la gran responsabilidad de los medios de comunicación para transmitir la verdad, para ser capaces de alejarse de las presiones y de los intereses que gravitan a su alrededor. Pero esto es todo menos fácil porque vivimos en una cultura mediática en la que, en buena medida, son los medios de comunicación los que fijan los parámetros de la realidad que captan las mayorías, y eso lo saben muy bien los poderes que mueven el mundo. Y aunque es cierto que las redes sociales Twitter, Facebook y otras irrumpieron en la sociedad con una gran fuerza, con un gran poder de comunicación, no es menos cierto que gracias, pongamos por caso, a The New York Times y otros medios el presidente Trump ha de atemperar sus rasgos un tanto totalitarios. Y remontándonos en el tiempo, Richard Nixon vio su carrera política truncada porque el diario The Washington Post publicó algunos desmanes de su gobierno.

No soy una ingenua, pero sí sigo creyendo en la gran responsabilidad que tiene la prensa ante la sociedad y en aquello que dijo Lord Macaulay de que la prensa ha de ser «el cuarto poder», porque es el equilibrio que la ciudadanía necesita para que la élite no la deje sin voz. Y por eso creo en medios como LA OPINIÓN que, tras 30 años, continúa actuando con libertad.