Muchos observadores le decían a Pedro Sánchez que la especie de luna de miel con su Gobierno no duraría demasiado, que la tensión política subiría al acabar las vacaciones y que un Gobierno con 84 diputados sería el claro objeto de zarandeo de todo el mundo. Y le sugerían que aprovechara el clima favorable y convocara elecciones cuanto antes. Un acreditado experto electoral me lo resumía a finales de julio: gobernar desgasta, todavía más si no tienes mayoría para gobernar; Sánchez nunca estará tan alto como ahora, debe capitalizar su momento cuanto antes, luego todo se le complicará.

Pero como dije la pasada semana, Sánchez sigue y persiste. Intenta aprobar los presupuestos y evitar que el secesionismo le haga caer. Tiene un argumento poderoso, con la derecha vivirían peor. Con Iglesias la relación ha mejorado, pero el independentismo -atrapado entre la necesidad de seguir izando la estelada y la de pactar algo- no acaba de decidir qué carta jugar: maximalismo o pragmatismo.

Pero mientras Sánchez explora si puede seguir, los incendios empiezan. La dimisión de Carmen Montón ha sido una prueba dura para el presidente. Tener que prescindir de una ministra acusada de irregularidades en un máster de la Universidad Rey Juan Carlos -como Cristina Cifuentes o Pablo Casado- siempre es duro, pero además Carmen Montón era una ´sanchista´ indiscutible y estaba muy ligada a la nueva etapa del PSOE. Era la ministra de la recuperación de la sanidad universal y una pieza clave del socialismo valenciano.

Al final el presidente la ha sostenido en público dos días mientras le pedía la dimisión y preparaba -sin problemas- el relevo en la socialista asturiana María Luisa Carcedo, también pata negra del PSOE. Pero el incendio saltó de nivel el miércoles cuando, en la sesión de control al Gobierno, Albert Rivera burló el reglamento y sorpresivamente cambió la pregunta registrada -sobre Cataluña- por un ataque directo al presidente acusándole de haber plagiado su tesis doctoral e intentándole meter en el mismo saco de irregularidades que Cifuentes, Casado y Montón. Es el primer ´acoso y derribo´ serio con el que se tropieza Pedro Sánchez. ¿Obús mortal o tormenta pasajera?

Posiblemente ni lo uno ni lo otro. Sánchez ha intentado defenderse publicando su tesis, asegurando que ha superado las pruebas de plagio y atacando -son palabras de la vicepresidenta Carmen Calvo- a la derecha azul y a la naranja. La impresión es que el plagio no podrá sostenerse pero que quedarán sombras de oscurantismo y que además la tesis no es brillante sino mediocre. Nada terrible para alguien que no aspira a Premio Nobel de Harvard sino a continuar de jefe de gobierno de una potencia media europea, pero que dañará su autoridad moral. ¿Hasta qué punto? Difícil de pronosticar en este momento.

Pero lo que el ataque a Sánchez revela es la gran ambición de Albert Rivera por volver a ser el gran protagonista político. La encuesta del CIS de julio le dejaba muy lejos de Sánchez (29% a 20% y empatado con el PP), pero la última de Celestetel para eldiario.es resulta más alarmante para el líder naranja: 28,2% a 18,7%, pero en tercera posición, con un PP, que se recupera, en segundo lugar, con un 26,4%.

Es una pendiente que amenaza a Rivera porque implica la consolidación (siempre relativa) de los dos partidos tradicionales. Rivera tenía que recuperar protagonismo y ha lanzado tres obuses. Uno, radicalización anti-independentista en Cataluña con la retirada de lazos amarillos, lo que tiende a blindarle en el españolismo (contra Casado). Dos, intentar forzar las elecciones andaluzas para -con la ayuda de la actitud en Cataluña y la personalidad de Inés Arrimadas (catalana pero también andaluza)- incrementar sus votos allí y quedar, como mínimo, por delante del PP.

En ese caso, la alternativa a Sánchez en unas elecciones españolas posteriores sería ya Albert y no Pablo. Tres, disparar y dejar herido a Pedro Sánchez con la historia de la tesis y, al mismo tiempo, desacreditar también a Pablo Casado, su gran competidor por el electorado de la derecha.

Rivera juega fuerte. ¿Con fuego? Bueno, La Vanguardia ya ha publicado que de su currículum se han caído en los últimos tiempos un doctorado y dos masters. Pero Rivera cree que si no arriesga palidece y si palidece arriesga desaparecer.

Sánchez tropieza, Rivera se revuelve, Pablo Casado tantea a la espera de la decisión del Supremo sobre su máster. ¿Iglesias? Parece que, al menos por el momento, prefiere ser el aliado de Sánchez, que pide más gasto social, a hacer coro con las derechas que claman contra el socialismo.