Si usted viaja por las costas mediterráneas europeas se darán cuenta de que la civilización ha llegado. Al menos fuera de nuestro país.

Las playas europeas, pongamos las italianas, que tampoco es hablar de un exceso de civilización, están limpias y tienen junto a sus elegantes chiringuitos contenedores de basura dignos y separados para el reciclaje. Son mayoritariamente playas ordenadas, con todas las banderas y elementos de seguridad que correspondan, con señalización suficiente y lugares preparados para personas discapacitadas.

Pero además, y a eso es a lo que vamos en esta columna, son playas en cuyo acceso no tienes que aparcar a lo bestia, sobre los arcenes o los lados del camino, chafando la vegetación, invadiendo terrenos de privados, molestando el tránsito, impidiendo el paso de ambulancias o vehículos de emergencia y peleándote con todos.

En buena parte de las playas a que me refiero hay aparcamiento de pago, no más caros que nuestra ORA, desde los que un pequeño trayecto a pie te conduce a la arena. En los casos en que las playas están en zonas ambientalmente sensibles, no es raro que tengan un horario de acceso o que en las épocas de mayor afluencia sólo pueda accederse a ellas en autobús.

En nuestro país, a pesar de que aún no está suficientemente generalizado, también hay playas emblemáticas en las que el problema de la sobresaturación de vehículos y el aparcamiento salvaje está resuelto de la misma civilizada manera.

Incluso en nuestra región hay un caso ejemplar, el acceso veraniego en autobús a las playas de Calblanque que hace ya unos años puso en marcha la Dirección General de Medio Natural con estupendos resultados.

Por eso este verano ha sido una pésima noticia que la regulación de accesos a las playas de Calnegre haya fracasado, mejor dicho, haya sido saboteada. La opinión, por decirlo de manera suave, de unos cuantos dio al traste con una buena idea. Las Administraciones reaccionaron cancelando el proyecto tras las airadas protestas que se produjeron y el sabotaje nocturno de las infraestructuras de control instaladas. La mayoría silenciosa no pudo ser consultada.

Si ustedes han ido a las maravillosas playas de Calnegre en la temporada alta de años anteriores se tendrán que dar cuenta de que la regulación de accesos pretendida, que por supuesto no impedía el acceso de nadie sino que regulaba los aparcamientos y disponía de un sistema de acceso en autobús para los momentos punta a precios mínimos y gratuito para los vecinos, es una medida de gestión imprescindible.

No tiene sentido encontrarte un sábado de agosto una playa fantástica convertida en un lugar en el que perdiste los nervios a la hora de dejar tu coche, un sitio colapsado de vehículos, destrozado y paisajísticamente indigno.

No se puede ir en contra del signo de los tiempos, que para este tema marcan un ritmo en el que, sí o sí, más pronto que tarde, este tipo de gestión de accesos a las playas más sensibles acabará imponiéndose.

Vamos a ver si por una vez nos volvemos civilizados por estas tierras.