Es muy conocido aquello de que, cuando María Antonieta preguntó asombrada, el por qué de aquella gritería del populacho a las puertas de palacio, y le dijeron lo de «majestad, es el pueblo, que protesta porque no tiene pan», su contestación fue «pues si no tienen pan, que coman bollos». Si aquello fue cierto o se manifestó de otra manera o fue simbólico o no, la verdad es que coincide con otras manifestaciones en el mismo o parecido sentido (esta vez ciertas, por escritas), por ejemplo, en la correspondencia del último zar, Nicolás II y su esposa, Elizabeth: mientras las mujeres de sus soldados estaban muriendo en guerras absurdas contra Alemania o Japón y pedían pan para sus hijos en las calles de Moscú, escribía a la zarina de sus asuntos en campaña: «El tiempo es bueno, aunque frío, pero ideal para la caza». Es la lógica del poder absoluto ante una realidad que no existe porque no se reconoce su existencia.

La historia nos cuenta que tanto María Antonieta y su real esposo, como Nicolás II y toda su familia, terminaron ejecutados, ajusticiados o asesinados por la misma plebe. Personalmente me decanto más por el asesinato que por la ejecución de una justicia ante la que nunca comparecieron ni fueron juzgados, pero los que escriben la historia (en ambos casos los herederos de los justicieros) siempre tienden a justificar lo que, en modo alguno, resiste ninguna justificación, aunque la merezca. Al menos, hoy en día, claro. Porque, aparte de ñoñas novelas históricas que últimamente tienden a aparecer, que retratan como víctimas inocentes a los personajes que los descendientes de esa historia tacharon de verdugos, que tampoco es eso, tampoco? yo pienso que su culpabilidad es un tanto relativa.

Y lo es porque esos personajes fueron formados, educados, dirigidos y robotizados para ser lo que eran y para ser como fueron. Ellos eran la realeza sobre el resto de la plebe, y su papel estaba muy por encima de vidas y circunstancias. Los motivos humanos, si acaecían por debajo de su nivel, no eran sus motivos. Los asuntos sociales o económicos, si sucedían por debajo de su estatus, no eran asuntos suyos, sino de otros altos lacayos a su servicio. Pero estaban en ese rol porque los había entronizado el propio Dios, la propia Iglesia, la propia Nobleza? y hasta la propia ciudadanía que los tenía por semidioses. Eran de una genealogía semidivina señalada «por la Gracia de Dios» para reinar sobre sus súbditos, y sus súbditos así lo creían, admitían e incluso defendían. Tan solo cuando dejaron de creer en su condición, la burguesía que antes se arrimaba al absolutismo en beneficio propio, se hizo popular y populista, y propició y se pasó a los que arrebataron el poder a sus ídolos.

Pero los ídolos caídos no tenían culpa alguna de ser ídolos. El mismo pueblo que los entronizó y los elevó al altar, luego los sacrificó en otro altar más igualitario. Eso es todo. Las revueltas suelen trastocar todo orden establecido, sin querer decir con esto que todo orden que se establezca sea justo. Si existe una revuelta es porque el orden que hay no es muy justo, y entonces se justifica la tal revuelta? Observen que la palabra 'justificar' viene de 'justicia'. Sin embargo, eso no quiere decir que los abatidos y ajusticiados no sean más culpables que el haber asumido, y haber sido sumiso, el anterior orden establecido. Solo sabían ser lo que eran, e incluso lo que la gente esperaba que fueran.

Existe, sin embargo, una sutil diferencia con los líderes políticos y virreyes de partido político que hoy nos gobiernan, también en nuestro nombre. Y es que, si hoy se hace o se dice una barbaridad como la de «pues que coman bollos», ya no es por la inocente supremacía e ignorancia de su cuna, sino por la maldad intrínseca de sus propósitos. Y si hay que falsear la misma historia, la verdad, la cultura o lo que fuera, porque obedece a sus personales intereses, pues se hace o se dice, y no hay más que hablar? Así tenemos a todo un Pablo Echenique que no se corta en sentenciar que «Aragón no es como Cataluña, porque no es una nacionalidad histórica», quedándose más fresco que una lechuga. Falsea, pervierte, revierte y convierte la verdad en mentira, en embuste puro y duro. Porque es justo al revés, exactamente al contrario, que Aragón fue un reino histórico, e incluso de tal reino surgió y nació Cataluña. Nunca, jamás, como él lo afirma y asegura.

La diferencia con aquellos zares es que éstos sí saben que mienten y hacen mal a sabiendas. Sus intereses están ligados a la descomposición de todo Estado, a la disolución de lo constitucional, al desmembramiento del país, y entonces obran en consecuencia, y se alían, asumen y adoptan las estrategias de sus cómplices alimañas y sus sucias patrañas. Y si tienen que transmitir las mismas barbaridades, pues lo hacen. Aunque sepan, porque lo saben, que en esa Cataluña las gentes están a punto de salir a las calles en busca de pan. Ellos ya les tienen preparados los bollos.

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