Toda Lorca se pregunta cómo es posible que una institución con más de 500 años de presencia en la ciudad, el Convento/Santuario de la Virgen de las Huertas, regido por la Orden Franciscana desde 1466, vaya a desaparecer como tal. Cómo es posible que un acuerdo entre aquella, el Obispado y una asociación que se arroga una representación de los lorquinos, que no tiene, arrase con una presencia multisecular religiosa, espiritual, educativa, que ha implicado ante todo, la custodia de la patrona de Lorca por dicha Orden a plena satisfacción de todos.

Es un ´por qué´ del todo razonable a mi entender. Nada tiene de provocador o inquisitorial, está limpio de cualquier consideración terrenal, se nutre de argumentos sentimentales, sí, pero también espirituales, porque si es innegable que a lo largo de esos cinco siglos convento franciscano y santuario mariano han sido dos unidades inseparables en el corazón y la devoción de los lorquinos, la historia de ambos, ampliamente documentada, abona más si cabe, esa sensación de desazón, de desamparo que emerge en Lorca ante lo que parece ya un hecho consumado: la desaparición del convento y su conversión, en una parroquia más de la diócesis, por absorción por el Obispado.

Yo me atrevo a preguntar, interpretando el sentir de muchos, por qué se rompe ese pacto tácito entre la Orden y Lorca que ha dado lugar a una relación tan benéfica y provechosa para ´las partes´. Por qué la Orden renuncia a misión espiritual tan arraigada en el tiempo, y continuamente renovada por los lorquinos, cual es la custodia de nuestra patrona. Por qué el Obispado, que siempre ha refrendado tácitamente ese hermoso pacto, lleva a cabo lo que yo llamaría ´una desamortización sui generis´ y absorbe el Convento trastocando así un ´modus operandi et orandi´ de vigencia multisecular. Convento y santuario que, por otra parte, recibe casi totalmente restauradas sus estructuras, resplandecientes sus pinturas, enderezada la airosa torre, enjalbegada la elegante fachada€.y que, además recibe otro legado inesperado, por sobrevenido, pero no menos, si no más, valioso arqueológicamente hablando, cual es el de los restos de un extraordinario palacio califal de los siglos X/XI, recientemente abiertos al público.

Por qué, insisto. Al parecer por la falta de vocaciones, por la avanzada edad de alguno de los actuales moradores, por los tiempos que corren... Con todo respeto, esto no nos basta a los lorquinos. La importancia del legado franciscano acumulado en nuestra ciudad a lo largo del tiempo (el convento de San Francisco, el Asilo de San Diego€), el extraordinario y ejemplar apego, afecto y devoción de los lorquinos hacia su Patrona y sus custodios históricos nos habilitan para ser oídos. Un buen número de entidades y organizaciones de la sociedad civil de Lorca deben ser oídas. No sé si sus autoridades civiles tendrán algo que decir. Deberían hacerlo. A las religiosas las supongo sometidas al voto de obediencia.

Aunque tengo registrada una visita del Obispado al recinto y a la excavación del palacio califal en julio de 2013 (véase La Opinión del dia 23) en la que el Sr. Obispo se ofreció «a dar ánimo y apoyo en todo momento en la tarea de recuperación de este importante templo lorquino» al superior del Convento, el Padre Valenzuela y a la junta directiva de la Hermandad de la Virgen de las Huertas. A día de hoy, empero, el Convento se ´cierra´ (pero€estará inscrito, supongo, en el Registro de la Propiedad) y queda por saber qué papel va a jugar en el futuro del ´templo´ esa Real Hermandad, la cual, me aseguran mis paisanos, solo se representa a sí misma.

Por ello, creo firmemente que Lorca debe ser escuchada e informada del estado de cosas actual. Una mesa de diálogo entre las partes realmente involucradas debería ser establecida para explorar vías de arreglo a lo que no debería de convertirse en un contencioso que divida a los lorquinos. La Amargura y la Doloricas las han dividido siempre (pero esa es otra historia). Ahora bien, la Virgen de las Huertas los ha unido sin fisuras ni rivalidades Y quienes han tomado un cierto número de decisiones en estas últimas semanas, tan calurosas por cierto, y con tantos lorquinos fuera de su ciudad, deberían atender el sentir mayoritario de aquellos que creen que los sentimientos, incluso la pasión, de un pueblo por ciertos símbolos y representaciones de su idiosincrasia, deber ser respetados.

Por eso, expreso mi apoyo decidido e incondicional a todas las personas y asociaciones que trabajan por la permanencia de los franciscanos en Lorca.