Extender o esparcir sin orden y en diferentes direcciones los elementos de algo que está amontonado, ordenado o que forma un conjunto, de modo que queden separados. Esta es la definición de desparramar, una palabra un tanto malsonante que figura en la siguiente cita del evangelio de san Mateo: «El que no está conmigo está contra mi y el que no recoge conmigo, desparrama».

La neutralidad puede ser una postura conformista y hasta cómoda en multitud de situaciones que nos encontramos en la vida, incluso puede que tenga sus ventajas, pero mantenerse impasible e indiferente ante todo lo que ocurre es imposible. En la vida, hay que mojarse, posicionarse y, por supuesto, implicarse. Nadie, absolutamente nadie, puede ser completamente neutral en todo. Nuestras experiencias, nuestras preferencias y gustos, nuestras compañías y nuestras referencias nos alinean en una u otra posición ante las continuas disyuntivas que se nos plantean, unas veces ridículas y sin importancia, pero otras serias y relevantes, unas veces artificiales y superfluas, otras absolutamente trascendentales. Prácticamente, cada paso que damos, cada gesto que hacemos y cada palabra que pronunciamos conlleva un posicionamiento, una opinión, una elección. Nuestros actos tienen consecuencias y somos nosotros quienes elegimos el camino, a veces, de forma inconsciente, pero casi siempre, perfectamente lúcidos y juiciosos.

El concejal Francisco Aznar puede lanzar proclamas democráticas de todo tipo y erigirse en adalid de la participación y la transparencia, pero si a nueve meses de las próximas elecciones municipales y a pocos días de la prevista proclamación oficial de Ana Belén Castejón como candidata del PSOE a la alcaldía de Cartagena, anuncia que va a recoger firmas para que se celebren primarias en el partido, es más que consciente de que está provocando un desparrame.

Sus aspiraciones políticas son completamente legítimas y que ponga en marcha una iniciativa para derrocar a la actual alcaldesa como líder local de su partido también lo es. Puede mostrarse abiertamente en desacuerdo con la labor de su compañera y jefa en el Gobierno municipal y hasta puede competir contra ella por el noble deseo de ser alcalde de su ciudad. Lo que chirría es que, cuando surgen disputas como esta, se anden con medias tintas y esquiven una polémica de la que son actores principales. No se puede decir que vas a recoger firmas para que haya primarias y añadir que no tiene porque suponer una oposición frontal a Castejón. O si se puede, porque lo ha hecho. Pero ellos saben mejor que nadie que, en política, si no estás conmigo?

Que había divisiones y diferencias internas en el PSOE de Cartagena (como las hay en todos los colectivos) era una evidencia que, ahora, ha quedado aireada. Y dudo mucho que este paso al frente beneficie los intereses electorales del partido. El PSOE podía aprovecharse de su situación al frente del Ayuntamiento y del impulso que la presidencia de Pedro Sánchez parece haber imprimido en la formación y, así, lograr un resultado ventajoso en las urnas que le garantizara, cuanto menos, seguir siendo claves en el Consistorio. No es criticable, o sí, que Aznar irrumpa con su proclamación de primarias en este camino preelectoral, pero seguro que sabe que puede perjudicar no solo a la actual regidora, sino también la imagen del partido en Cartagena.

Lo peor es que, como siempre que los políticos se ocupan más de sus asuntos que de los ciudadanos, quien más pierde es Cartagena. Porque no hay que olvidar que el PSOE gobierna en el municipio con una escasísima minoría de seis concejales, entre los que se encuentran la propia Castejón y quien se augura como su posible rival, si logra que la mitad de los afiliados le apoyen para que haya primarias. Vamos, que la minoría es aún menor de lo que pensábamos.

Imagino que la oposición estará dando botes de alegría al ver que el PSOE se lía solito. El líder de MC, José López, dará por bendita la hora en que les apartaron del Gobierno con la ruptura de su coalición con los socialistas. Y la candidata del PP, Noelia Arroyo, estará encantada del desgaste de su rival. Quizá sea el actual líder de Ciudadanos, Manuel Padín, que tampoco ha sido proclamado aún como candidato a la Alcaldía, quien piense aquello de las barbas en remojo del vecino.

De lo que no podemos quejarnos, al menos, es de que este mandato de cuatro años, que entra en su recta final, no esté siendo divertido. Se inició con un emocionante pacto tan de última hora que lo firmaron en una servilleta. Prosiguió con los mediáticos plenos con los que recorrimos las pantallas de todo el país, con nuestro alcalde tildado como ´el más chulo de España´. El momento del relevo de López a Castejon sacó a la luz las evidentes diferencias entre ambos, que acabaron con la ruptura total de una alianza de intereses que perdió el interés. Entre tanto, la alcaldesa dio a luz a su segundo hijo y se cogió una mínibaja en la que ejerció de alcalde Juan Pedro Torralba. Hace unos meses, se desvelaba la salida de dos de los seis ediles del Gobierno, que aún está por producirse, porque se marchan a otros puestos de la Delegación del Gobierno donde, al parecer, se les requiere más que en nuestro Ayuntamiento. Y, ahora, el PSOE amenaza con hacerse trizas a sí mismo, cuando parecía tener mucho viento a su favor. En resumen, mucha movida, pero poco movimiento. De verdad que votaría para que se repitiera un espectáculo tan entretenido como el que nos han ofrecido estos cuatro años, si no fuera porque con tanta disputa y tanto desvarío es mi Cartagena la que se desparrama. Y eso no tiene ninguna gracia. Dentro de nueve meses, tenemos la oportunidad de posicionarnos, de opinar, de votar. O si quieres, puedes permanecer neutral.