Los financieros, la gran banda -excúsenme, banca- y la gran empresa se han subido a las barbas del imberbe (en el doble sentido) Pésanchez con su subida de impuestos y aranceles. Y le han recriminado al jefe de los sociatas que más gravámenes a la banca, tururú; elevar el Impuesto de Sociedades, más tururú.

Fraude fiscal, si te he visto no me acuerdo, y así sucesivamente con las demás tasas del nuevo Gobierno del PSOE. Y si insiste Pésanchez en la subida de la tasa bancaria para pensiones, pues que se rasquen también los bolsillos los pensionistas, los accionistas, los de la libreta de ahorro y los usuarios del cajero automático, con un nuevo gravamen bancario. Los bancos tomarán serias medidas si el Gobierno aprueba esas tasas a la banca. El caso es que ellos nunca pierdan. Hagan juego señores del IBEX35. Ya el poder financiero ha amenazado de los «efectos colaterales si se les aplican impuestos para paliar la precaria situación de las pensiones». Y la CEOE avisa (intimida, más bien) de que el alza salarial -muy recientemente pactada- puede fracasar si hay más impuestos. Total, todos los acuerdos y promesas de Pésanchez son palabras que lleva el viento, siempre que toquen los bolsillos y billeteras de los poderosos y amos de las finanzas.

El PSOE de Pésanchez amaga con adelantar las elecciones generales para finales de año, si el PDeCAT y ERC persisten en su giro radical hacia la unilateralidad, y si Unidos Podemos insiste con sus constantes críticas. Sus socios parlamentarios le dieron un buen varapalo en la votación del Congreso. Reprochan duramente a los sociatas, ahora, la ausencia de una verdadera negociación para llegar a acuerdos en torno a una nueva senda de estabilidad. Les instigan claramente a pasar ya de las palabras -y promesas- a los hechos y reformas concretas y claras.

Por otro lado, la oposición (PP y Cs) bloquea todos los intentos de progresar y gobernar de Pésanchez, empezando por impedir el aumento del techo de gasto.

Y luego, de repente sin ton ni son, gana una moción de censura contra Rajoy con tan solo 84 diputados. Para ello se deshizo en fatuos y numerosos compromisos, que ya no está cumpliendo, o ve que es muy complicado que se puedan ejecutar en este escaso año y medio de legislatura. Entonces, ¿para qué las hizo, se preguntan millones de ciudadanos? Pero la respuesta para ello se la han dado sus exquisitos asesores: el marco legislativo y jurídico.

Por eso ya no publica la lista de quienes se acogieron a la amnistía fiscal y defraudaron al fisco. ¿Es que hay en ellas ciertas personas afines que se lo impiden? Y así ocurrirá con la investigación parlamentaria sobre el rey emérito (caso audios de Corinna). Y lo mismo con la rápida exhumación de los restos de Franco en el Valle de los Caídos. Y me temo que sucederá parecido -los incumplimientos jurídicos-, con los impuestos bancarios, las subidas salariales, la derogación de las reformas laborales y también con la sostenibilidad de las pensiones.

Todo mi gozo en un pozo porque también la cuestión catalana que decía Pésanchez repetidamente que era una crisis política no judicial, que se resolvería con políticas adecuadas, acaba siendo una araña jurídico-penal de los tribunales europeos y españoles.

¿Y Pedro Sánchez, qué ofrece de novedad política? Está muy bien su ´buenismo´ en las propuestas, con la reivindicación de una nueva socialdemocracia, reformista, pero si no da un giro de 180º de lo que era el PSOE desde 2009, o antes, mal vamos y muy mal irá él. Nunca recuperará esos más de 3 millones de votos que perdieron los sociatas. Llámense fuerzas del progreso o como las quiera llamar ahora, el caso es que se sucedan cambios radicales en el socialismo español, y en la izquierda, respecto a los últimos años, si quiere conservar el Gobierno del país.

El órdago de Pésanchez y del PSOE va camino de quedar en farol. Han faltado menos de dos meses para que se ponga en evidencia la debilidad parlamentaria de su Gobierno, pero él se empeña en no negociar con los grupos que le apoyaron para desalojar a Rajoy. Y esto va desinflando la ilusión del PSOE y sus militantes. Y también crea desconfianza en la Izquierda en general, por no corregir, unos y otros, los errores tácticos de 2016.