La encuesta del CIS que hemos conocido esta semana desvela que la maniobra de la moción de censura de Pedro Sánchez contra Rajoy para tomar las riendas del Gobierno central le ha salido mejor que bien. Además de alcanzar su anhelo de presidir España, la popularidad de Sánchez, a quien muchos, incluso en su propio partido, daban por defenestrado, ha resurgido y, con ello, también ha rescatado al PSOE de una deriva decadente en la que algunos hasta temían por su continuidad. No hace mucho tiempo que los socialistas estaban metidos en un hervidero de luchas internas, ajenos o indiferentes a que esa imagen de partido dividido, sin una línea ni ideología definida, clara y unificada, también dividía a sus electores y los hundía cada vez más en las encuestas. Sus votantes estaban desencantados y miraban hacia otras opciones ante el lamentable e ineficaz espectáculo que les ofrecían una y otra vez en los telediarios.

La repentina, sorpresiva y atípica llegada al poder de Sánchez parece haber borrado de un plumazo tanta disputa y negatividad en su partido y, desde luego, ha frenado la debacle socialista, al menos en las encuestas. Seguro que las divisiones persisten y aún les queda mucho trabajo para restaurar esa imagen de partido cohesionado, pero ya han logrado tener más visibilidad para asuntos importantes y el nuevo presidente también parece un nuevo Sánchez, mucho más moderado y contenido de lo que muchos se temían, hasta el punto de que lo que más le reprochan es su silencio, su ausencia en comparecencias públicas para aportar su visión o explicar su postura ante asuntos de actualidad. Y así, con prudencia, con moderación y, por supuesto, con el magnífico escaparate que supone ostentar el poder, el CIS le concede casi el 30% de los votos en caso de que se produjeran elecciones ahora. Se podría decir que el PSOE, gracias a la astucia de Sánchez, ha recuperado la confianza de muchos de sus desencantados, que vuelven a darle una nueva oportunidad a su partido de siempre.

Y es que esos, los desencantados, son el terreno a abonar por los partidos en los cada vez menos meses que quedan para las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2019.

De hecho, también el PP ha protagonizado movimientos importantes para, una vez retirado Rajoy, reilusionar a su electorado con la designación de Pablo Casado como nuevo presidente del partido, pese a que las dudas sobre su expediente académico le perseguirán, probablemente, durante toda su carrera política, al menos en los titulares de la prensa, especialmente, de la menos afín.

El caso es que PSOE y PP han querido y han sabido copar la actualidad durante las últimas semanas y restado y frenado el protagonismo de Ciudadanos, que amenazaba, esta vez sí, con fulminar al bipartidismo. El devenir de los partidos en Madrid, con las sonrisas profiden y los baños de masas de sus grandes líderes, con los grandes titulares y las portadas en la prensa de ámbito nacional pueden parecer lejanos e irrelevantes para nuestros intereses, pero no lo son.

El censo electoral en Cartagena, como en muchos otros rincones de nuestro país, lo componen decenas de miles de personas que votan a unas siglas, algunos incluso de forma incondicional, como quien es fiel seguidor del Barça o del Real Madrid, aunque lo critique y no le guste su juego. Además, la información local sobre los candidatos a alcalde o a presidente regional llega a mucha menos gente de lo que sería deseable, de modo que una considerable cifra de los votantes ni siquiera conoce los nombres de los líderes políticos de su ciudad o su Región, pero sí de aquellos que ven a diario en los informativos de la televisión, que son los representantes nacionales.

De esta manera, el impacto de la labor para conseguir apoyos por parte de los candidatos locales es menos influyente de lo que seguramente ellos desearían y, probablemente, pese bastante más en su electorado una promesa de su líder nacional repetida varias veces en televisión o, lo que es aún peor, la imagen de algún compañero de partido retratado o grabado en su paseíllo en los tribunales. Pese a todo, la candidata a la alcaldía de Cartagena por el PP, Noelia Arroyo, que cumple con creces con ese perfil de candidato JASP (Joven Aunque Sobradamente Preparado) que parece haberse impuesto en el partido, ha arengado esta semana a su directiva y a los afiliados para que se empeñen en recuperar la confianza de los desencantados, consciente del daño que los numerosos casos judiciales contra los populares hace a sus pretensiones de recuperar las riendas de Cartagena.

Por su parte, seguro que la actual alcaldesa y candidata a la reelección, Ana Belén Castejón, está encantadísima con el renacer de Pedro Sánchez y del PSOE en las encuestas, porque, sin duda, también la benefician a ella. Ciudadanos, mientras tanto, parece esperar su oportunidad para sacar partido de tanto desencanto, aquí y en Madrid. Y Podemos parece poder cada vez menos, o eso refleja el CIS.

Quien está libre de influencias nacionales es José López y su Movimiento Ciudadano, aunque se nutre de los muchos desencantados de los partidos nacionales y juega su baza de ser de la tierra y trabajar por esta tierra, como si sus rivales no lo fueran por militar en siglas nacionales.

Vamos a descansar este agosto y a protegernos del sol para no engrosar esa fatídica lista de dos muertes por golpes de calor en nuestra Región. Y vamos a prepararnos para una vertiginosa y larga carrera electoral, en la que unos y otros desplegarán todos sus encantos y encantamientos. De nosotros depende con qué cuento nos quedamos para, al menos, poder comer perdices. Y colorín colorado...