El concejo medieval es un organismo político que extiende su esfera de actuación sobre todo los vecinos del término que engloba. Esta es la definición que el profesor Valdeón daba en su obra: «una ciudad castellana en la segunda mitad del siglo XIV». El Concejo, más conocido por todos como Ayuntamiento, debe ser como la mujer del César, o al menos eso es lo que las distintas ordenanzas a lo largo de los siglos han intentado inculcar a quienes entraban a formar parte de la administración local. En 1464, por ejemplo, en las ordenanzas del concejo murciano con respecto al funcionamiento del municipio, se disponen diversas ´instrucciones´ que eran de obligado cumplimiento para todos los vecinos, incluidos alcaldes, regidores, alguaciles, oficiales y omes buenos de la muy noble y muy leal ciudad de Murcia. Una de esas disposiciones dice que los que organizasen o participasen en peleas serían desterrados de la ciudad por un año, tras haberles despojado de su ropa y sus armas. Cosa que, lo que dan a entender las reiteraciones de la norma en las ordenanzas municipales, no debía ser muy respetado por los ciudadanos de toda clase y condición.

Para organizar las reuniones concejiles a lo largo de los siglos, también se tomaron otras medidas tendentes a evitar en lo posible alteraciones del orden y del decoro debido por su condición de representantes de la ciudad. Por ejemplo, en 1469 el concejo decide nombrar un moderador para que en las sesiones de trabajo se encargue de dirigir y conceder los turnos de palabra. Parece ser que este ´honor´ en muchas ocasiones se dejaba como tarea del adelantado, el corregidor o en su caso un representante que ellos nombraran. Como dato interesante recordar que en el Acta Capitular de diciembre de 1467, se indica que esa reunión fue moderada por Leonor Manrique, esposa del adelantado Pedro Fajardo, que en esos días no se encontraba en la ciudad. En la sesión del martes 27 de junio de 1469 se dispone que aquel regidor o jurado que interrumpiera a quien estuviese hablando pagara 20 maravedis de multa por cada vez que incurriera en esa falta. Lo bonito y productivo del caso es que ese dinero siempre se destinó a comprar fruta y vino para el resto de oficiales presentes en la reunión.

La compostura en las reuniones del ayuntamiento como en cualquier otro órgano colegiado debe reflejar los modos de la sociedad en la que se inserta. El enfrentamiento dialéctico, sobre ideas y formas de buen gobierno son totalmente recomendables y necesarias pero las formas también importan.

En 1618, en Praga, se produjo uno de los ejemplos de como las malas formas llevada a la extremo pueden provocar conflictos armados que afectan a toda la sociedad. Me refiero al acto conocido como la ´Defenestración de Praga´, cuando los dignatarios católicos en unas negociaciones con los protestantes, fueron arrojados por la ventana de la sala en la que se reunían. La Historia ha considerado aquel gesto como el casus belli que inició la Guerra de los Treinta Años.

No sé si sería para evitar esas cosas o porque en Murcia hace mucho calor, pero en la sesión del sábado 23 de mayo de 1472 se prohibió a los alcaldes y regidores que se sentaran en el alfeizar de las ventanas de la sala de la corte (léase salón de plenos) en lugar de ocupar sus asientos, durante las reuniones. Teniendo en cuenta que según los libros de mayordomo se ofrecía un pequeño ágape a los munícipes compuesto de fruta y vino, las reuniones serían algo alborotadas. Los calores de nuestra ciudad también han quedado reflejados en la organización de esas reuniones, ya que si el asunto se alargaba podía levantarse la sesión para dormir la siesta y continuar después con nuevo ánimo y habiendo aliviado el calor del mediodía.

Seguramente las órdenes en cuanto a las formas y el decoro no fueron muy acatadas, ya que tiempo más tarde el concejo tuvo que encargar que se pusiesen una barras de madera atravesadas en las ventanas de la sala de reuniones para evitar que siguieran en su empeño. El acaloramiento de las discusiones municipales a veces puede provocar altercados que vistos en la distancia son algo ridículos y hasta divertidos, pero que complican la vida municipal creando pleitos entre personas, entre partidos y dando una imagen no muy seria de la institución.

En nuestros días parece que se hace recomendable que el aire acondicionado esté fuertecillo en las dependencias municipales para apaciguar los ardores políticos de algunos, o en su caso cerrar bien las ventanas para evitar sucesos como los de Praga.