Los vecinos de Santiago el Mayor, junto a Diego Conesa, celebraron la decisión de que el AVE no llegue en superficie a la ciudad con petardos, jamón, música y pompas de jabón. Las pompas de jabón venían a simbolizar, en su naturaleza etérea y efímera, esa llegada abortada de la alta velocidad. El AVE, como las pompas que sobrevolaron el cielo de la Murcia sureña, se ha desvanecido en un vacío engorroso.

Los socialistas, finalmente, optaron por mantener el discurso de estos años y paralizar la llegada provisional. Capitalizan así el descontento generado en los barrios directamente afectados y en parte de la población. Se lanza también el socorrido mensaje de que ahora se gobierna para la gente y no para el establishment económico.

Una decisión como esta cuenta con dos ventajas. Por un lado, es solo una de las partes la que manifiesta pública y notoriamente su reivindicación. No parece una conjetura temeraria el que los partidarios de que el AVE llegara de manera inmediata mientras se acometía el soterramiento podrían también haber congregado una masa suficiente para colmar la Gran Vía. El Gobierno regional, de hecho, impulsó este pasado miércoles un acto en un intento tardío de visibilizar a esa parte de la Región que apoya el plan del Ejecutivo. Una parte, se constató, conformada por muy diversos colectivos. ¿Podría ser incluso que esta parte de los murcianos fuera mayoritaria? ¿Podría constituir una suerte de mayoría silenciosa? Recuérdese el ejemplo clásico de semejante mayoría, cuando en el mayo francés de 1968 volaban los adoquines, ardían los contenedores, se alzaban barricadas en las calles. En las elecciones celebradas el mes siguiente, la derecha cosechó una victoria plácida.

La decisión anunciada por Conesa ha coincidido con un informe de la Universidad de Murcia y el Colegio de Economistas que calculaba el beneficio de la llegada del AVE en trescientos millones de euros anuales para la ciudad. Se precisarían siete nuevos hoteles para atender el incremento de visitantes, se crearían más de dos mil empleos y se produciría un notable impacto sobre los salarios. Parece difícil, dada la rotundidad de los datos, afirmar que nada sucede por esperar dos o tres años más.

La ventaja para los socialistas es que estos beneficios no se ven. No se ven con los ojos de la cara, solo con los del intelecto. Y la imagen, por mucho que uno se concentre, no resulta tan vívida.