Es insólito, pero como tal, interesante. PP y Cs han construido un pacto para la aprobación de los presupuestos municipales en la capital murciana que rebasa los mínimos de otras experiencias entre partidos distintos o entre ellos mismos en otros casos. Es un acuerdo de práctica cogobernabilidad, y esto a tan solo un año de las elecciones. La primera valoración que cabe es que se trata de una decisión valiente por ambas partes.

De un lado, el PP: pacta con su directo adversario, que le está comiendo a brazadas los votos en las encuestas y que exhibe grandes expectativas de crecimiento a su costa; cualquiera podría suponer que el PP da alas a su peor termita. Pero de otro, también Cs arriesga a tope: se compromete en la gobernación de la capital con un ambicioso programa que ha de ejecutar el gobierno popular en una fase en que el PP aparece como un partido de futuro incierto que da señales de cansancio. PP y Cs, dos alas del centro derecha que compiten duramente entre sí, pero que sin embargo pactan en la antesala del sprint hacia las elecciones en que ambos aspirarán a recabar votos del mismo saco.

Soy refractario a la propaganda oficial, pero visto el sumario de los acuerdos que aparecían en la nota de prensa de ayer, emitida por el Ayuntamiento tras la comparecencia del alcalde, José Ballesta, en que ratificó la exclusiva de LA OPINIÓN sobre el pacto, no cabe duda de que los firmantes han hecho un mutuo ejercicio de responsabilidad pública. Por supuesto, mantienen intereses partidistas, no podemos ser ingenuos, pero el listado de asuntos consensuados, que afecta a la totalidad de las concejalías, es una muestra evidente de que ambas partes han identificado los problemas y de que, al menos sobre el papel, están decididos a atacarlos.

El gobierno municipal de Ballesta ha ido aprobando hasta ahora sus presupuestos anuales gracias a la abstención pactada del PSOE. Una relación aparentemente contra natura, que a los socialistas les acabó pasando factura con una crisis en su grupo. Pero eran pactos superficiales, en que el grupo abstencionista se asignaba algunos millones de euros en partidas sobre este u otro asunto para cobrarse ante el sector correspondiente el beneficio de las inversiones conseguidas. Sin embargo, los socialistas, con una nueva portavoz y un nuevo candidato, ambos en discordia, ya no están en condiciones de entrar en una negociación presupuestaria de gran calado. Ha sido la oportunidad de Cs, que a pesar de que propició inicialmente con su abstención el nombramiento del Ballesta como alcalde, hasta ahora había mantenido una política de oposición sin muchas concesiones.

Pero todo ha cambiado. En la fase más incómoda para ambos grupos, pero en la que también uno y otro pueden exhibir la respectiva capacidad de consenso en los asuntos generales a abordar, con la mayoría que facilita el acuerdo, algunos de los problemas estructurales del municipio. Hay quienes se han sorprendido por el hecho de que en el último tramo de las negociaciones haya sido protagonista, junto al alcalde, un miembro de la dirección regionald de Cs, Francisco Álvarez, presente en la foto de ayer cuando Ballesta dio cuenta del acuerdo. Pero no hay razón alguna para esa sorpresa, ya que un pacto PP-Cs en la séptima capital de España no podría haberse consumado sin la aceptación de la cúpula regional, sin duda avalada a su vez por la dirección nacional. Esta intervención de última hora al máximo nivel no supone menoscabo del papel del portavoz municipal de Cs, Mario Gómez, cuyo protagonismo en la elaboración de aportaciones para el marco general del acuerdo no se discute.

Queda claro que este pacto constituirá un reimpulso de la política municipal de Murcia enfocada a problemas muy evidentes para todos (ya veremos su desarrollo en la escenificación próxima del pacto), y que ambas partes, PP y Cs, se merecen de entrada un reconocimiento a la respectiva inteligencia política que ha dado lugar a esta grata sorpresa. Así se hace política.