En Batiburrillo murciano, librito que publicó Juan Torres Fontes en 1998, aparece un artículo de José Selgas Carrasco, fechado en 1872, sobre la mujer murciana y en un momento del texto se dice que todas las mozas tienen novio, porque es muy rara la mujer de la huerta que queda sin casarse, pues a ella le basta para encontrar marido poseer una cama y un arca, y él no necesita para casarse más que sus brazos duros, acostumbrados al trabajo, y una manta nueva. Dice mucho de la sencillez y poca complicación a la hora de 'emparejarse', si lo comparamos con la edad en la que se emancipan hoy los jóvenes.

En el texto describe más adelante el comportamiento de la mujer murciana en las fiestas, y en concreto se refiere a sus actitudes en la Romería de la Fuensanta o en la de San Cayetano, aunque bien podría servir para cualquier tipo de fiesta popular de finales del siglo XIX y principios del XX: ellas hablan, gritan, triscan, corren y bailan. Es un día en el cual la novia tiene, hasta cierto punto, permiso para no hacer gran caso del que más tarde o más temprano puede ser su marido. Licencia bien excusable, en razón a que desde el momento en que el cura les eche las bendiciones, no habrá para ella más pensamiento que su marido, ni más alegría que su casa.

En la mentalidad tradicional decimonónica de una ciudad pequeña como la de Murcia, las relaciones de pareja, una vez formalizadas, eran para toda la vida y conllevaban para las mujeres toda una serie de condicionantes y cortapisas que hoy, a muchas de nosotras nos resultarían insoportables. Casa, marido y pocos momentos de expresión libre era de lo que una mujer le correspondía. El texto recopilado por el profesor Torres Fontes da para mucho, pero lo que me interesa en esta ocasión (dejando a un lado otras cuestiones relacionadas con la situación de la mujer) es hacer notar que ellas han sido siempre parte importante de las fiestas tradicionales, tanto en la música, como en el baile, como en la vivencia misma de la fiesta, ya que como dice Selgas, «hablan, gritan, triscan y bailan», es decir, se divierten en un contexto festivo casi siempre de carácter popular y de 'libre concurrencia'.

Los antropólogos y etnógrafos, en los últimos años han dado un giro a sus investigaciones en este campo (quizá motivado por la inercia de los tiempos) y han vuelto la mirada hacia las mujeres como elementos necesarios de transmisión del patrimonio inmaterial. Los 'informantes' son cada vez más y mejor valorados y los trabajos de recuperación de testimonios vivos de la tradición local, están dando resultados no sólo con connotaciones románticas y sentimentales, sino que al imprimirles procesos de investigación científica, se están convirtiendo en elementos de trabajo para investigaciones de gran calado. Hacen falta investigaciones que permitan la visibilización de la mujer en la cultura tradicional. Ahora estamos (y creo que también es necesario) en investigar sobre aquellas mujeres relevantes, pero la innombradas siguen esperando.

El patrimonio inmaterial es uno de los más frágiles, dados a la contaminación y a su completa desaparición. Queda todavía una cantidad ingente de trabajo por hacer en la conservación de ese legado. En otras Comunidades autónomas que no son la nuestra, llevan años trabajando en ello y de ellos deberían nuestras Administraciones tomar ejemplo, teniendo siempre presente que se necesitan equipos multidisciplinares para hacer trabajos de campo, trabajos de gabinete.

Deberían tener en cuenta que son necesarios medios para la difusión de resultados y su divulgación a través de las nuevas formas de comunicación y sobre todo deberían tener en cuenta que es inprescindible implicar a cuadrillas, cofradías, campanas de auroros, hermandades y peñas para que sea esa sociedad civil en la que aún sigue vivo ese legado, la que pueda seguir recreando una y otra vez esos monumentos patrimoniales que por propia definición, son tan efímeros como la vida de las personas que lo recrean.

Desde que Alan Lomax grabara a los Auroros de Monteagudo en los años 50 del siglo XX ha llovido mucho y debería, por un lado, enorgullecernos que en la Biblioteca del Congreso Norteamericano se pueda ver una fotografía de los Auroros subiendo por la cuesta de San Cayetano y por otro, se nos debería caer la cara de vergüenza de que aquel trabajo del yanqui, como lo llamaban los informantes y colaboradores, no forme parte obligatoria del temario de nuestros escolares.

La música tradicional, la indumentaria, la gastronomía, los conocimientos sobre la naturaleza, el patrimonio inmaterial en resumen, se recrea constantemente o deja de existir y es lo que la UNESCO trata de conservar y mostrar en todas partes del planeta y en nuestra pequeña parcelica murciana también es posible.