El robo esta semana de un todoterreno de los bomberos en las instalaciones del Parque de Seguridad de Cartagena es mucho más que un chiste. El portavoz municipal del PP, Francisco Espejo, ridiculiza y denuncia este episodio, pero, aunque seguro que a muchos de nosotros nos arrancó una sonrisa, sobre todo, al enterarnos de que el ladrón lo usó para irse a tomar algo a un bar de Alhama de Murcia, se trata de un incidente muy serio.

En los tiempos que corren, merece dedicarle una buena investigación para esclarecer con todo detalle lo ocurrido. No para buscar culpables ni para cortar cabezas, porque esa no es la solución. Lo que hay que hacer es evitar a toda costa que una situación similar se repita.

No soy amigo del alarmismo ni de las preocupaciones exageradas, pero menos mal que el tipo que se llevó el coche no tenía otros planes de los que podíamos estar lamentándonos. Creo que a todos se nos ocurre hasta donde podría acceder alguien que conduce un coche de bomberos, al que todos le abriríamos paso y le facilitaríamos los accesos.

En fin, mejor no hacer conjeturas y aprender la lección. Y aunque el chiste sea de mal gusto, prefiero esbozar una sonrisa a lamentarme por lo que podría haber pasado.

Lo que sí debemos exigir es que se establezcan unos protocolos de seguridad o, en el caso de que ya existan, que se cumplan a rajatabla para que nadie sin la autorización pertinente pueda acceder a este tipo de vehículos, por el bien de todos.

Quizá tampoco sea del todo justo cebarse con el todavía concejal de Seguridad, Francisco Aznar, aunque este incidente no le ayuda a defenderse contra quienes critican su gestión y exigen su destitución del Gobierno municipal. Al final, Aznar se marcha del Ayuntamiento, aunque su salida parece más un premio que un castigo, ya que su destino está junto al nuevo líder de los socialistas murcianos, Diego Conesa, en la delegación del Gobierno y lejos, por tanto, de un PSOE local inmerso en una crisis, o eso dicen.

Así, quien se siente seguro es el propio Aznar y su compañera Obdulia Gómez, que sigue sus mismos pasos. Ambos se van a puestos aparentemente más tranquilos, menos expuestos y, a priori, con al menos un año más de garantía que el que ocupan actualmente. Los que no tengo claro que estemos muy seguros somos los cartageneros. Y no lo digo porque vivamos en una ciudad en la que permitimos que cualquier ladronzuelo de poca monta se nos cuele hasta la cocina, como Pedro por su casa. Mis dudas sobre nuestra seguridad se deben a la sensación de inestabilidad y de improvisación que provocan tantos cambios en un Gobierno municipal en los poco más de tres años de mandato que llevamos.

Primero, empezamos con un bipartito al que le unían más sus fobias que sus filias. La división de esa coalición fue mucho más que evidente antes del relevo en la alcaldía y la ruptura final era algo que una deseaba con todas sus fuerzas y otro pedía a gritos. El resultado fue un minigobierno de solo seis superconcejales. Y la aprobación de los presupuestos para este año se vendió como una especie de milagro, de superconsenso, pero, en realidad, fue como un espejismo en el que todos trataron de imponer sus intereses y de apuntarse el tanto.

Ahora, de esos seis superconcejales, se caen dos, cuando queda menos de un año de mandato, de modo que poca cosa podrán abordar sus sustitutos.

Con este panorama, uno sigue con la sensación de que los objetivos y los titulares de la ciudad son los mismos de siempre: la ciudad de la Justicia, la integración del muelle en la ciudad, el manido Ave, que más parece un pulso o un arma arrojadiza que un proyecto, y hasta la desaparición de las playas de La Manga, engullidas por el aumento del nivel del mar, aunque ninguno de nosotros estará aquí para verlo.

No voy a dudar ni quiero hacerlo de la buena voluntad de los políticos, pero digo yo que los mandatos se establecieron para periodos de cuatro años por algo. Y tanta disputa y tanto cambio no pueden ser buenos.

Lo peor es que hasta ellos mismos dan el tiempo que queda hasta las elecciones de mayo del próximo año por perdido, algo que no oculta el portavoz de Ciudadanos, Manuel Padín, quien tras calificar de auténtico despropósito el presente mandato, manifestó su deseo de que esta situación acabe y llegue cuanto antes 2019.

Nosotros podemos pensar que todo esto es un chiste, pero, desde luego, cada vez tiene menos gracia. Y lo que no debemos ni podemos consentir es que se rían de nosotros y, mucho menos, que se nos cuelen hasta la cocina.