Hay un fenómeno veraniego que me fascina: los medios aligeran la gravedad de sus contenidos y, junto a las chorraditas 'de interés humano' como, no sé, la paella más grande del mundo y las carreras de bicis, aparecen ellos. Los ricos y famosos. Los que parten la pana. Exhiben sus yates, sus mansiones, sus operaciones bikini, sus dientes, dientes, sus pulidos discursos. Cuando salen, dejo todo lo que esté haciendo (que tampoco os creáis que es gran cosa), pongo ojos de hipnosis y me zampo el publirreportaje: Tamara, Cayetano, Sandra, Froilán, Ana Patricia? lo que sea. Al acabar, claro, me hago preguntas. La primera, si debería pedir cita al especialista. No. A continuación: ¿hacen caca, la clase dominante? ¿son de verdad? ¿tienen sexo? y ¿tienen ideología?

Sí, sí, sí y sí. Todo en grandes cantidades. Y todo muy diferente a lo que quieren que pienses. Si te has creído la milonga de que creen en el neoliberalismo, o en el misionero en camisón con la luz apagada, revísatelo. El neoliberalismo para esta gente es más bien una herramienta extractiva, un camelo útil. Lo explica con un chiste el gran Javier Salas: «Me pondré del lado de las startups de la 'economía digital' el día que salga un Uber de notarios y un Deliveroo de abogados del Estado». Libre mercado, competitividad y meritocracia son para esas familias con problemas para atender la subida de tasas de la universidad. A ellos, entre discurso y discurso sobre esfuerzo y capital humano, les convalidan catorce de golpe.

Son cosas que me digo para que se me pase el enganche este raro que me da todos los veranos. Pero quiá. Me engancho más. Leo literatura motivacional de la Fundación Botín, que es una cosa que me enamora el alma: excelencia por aquí, formación por allá, competitividad por acullá. Luego recuerdo que el liderazgo de ese banco se selecciona por la vía dinástica y se me pasa un poco. Paso a otra cosa. Al argumentario de libre mercado que dispersa la CEOE, las maravillas de la oferta y la demanda que hacen grandes a las empresas del IBEX. Qué palabras más bonitas, pijo. Da gloria leerlo. Qué lástima enterarte del escándalo de la Operación Enredadera, una trama de corrupción extendida por 44 Ayuntamientos y protagonizada por la sinergia habitual de partidos y empresas (PP, Sacyr, PSOE, ACS, Cs, OHL, etc).

¿Tienen ideología, los que parten la pana? ¿Hay alguna idea política detrás de esos cutis, esos afeitados, esas dentaduras impolutas? Me da a mí que sí, pero que la libre competencia no es. Sujetar las tijeras para siempre, pasárselas de padres a hijos, y que compitan los pringadillos, si es posible hasta por debajo de la línea de subsistencia. Posan, los hipnóticos ricos, en marcos incomparables para el papel cuché. A poco que rasques, sin embargo, se les ve el cartón.