Inspire por la nariz. Retenga la respiración. Y pronuncie, paladeando cada sílaba, la palabra talante. Ta-lan-te. Le aplaudirán como perfecto imitador de Zapatero.

Vuelve el talante. No hay más que leer el artículo de Joaquín Contreras publicado aquí el pasado miércoles, Con él llegó... la cordura. Los puntos suspensivos preveían acerca de la sustitución de escándalo, término exacto de la película sugerida, por cordura, un antónimo no registrado por la RAE. En realidad, sospecho que el portavoz de la Plataforma Prosoterramiento quería decir talante, ya que no normalidad, que habría sido lo propio. O así deduzco del texto que aparecía bajo el titular.

En resumen, Contreras expresaba su contento por el hecho de que su encuentro con el nuevo delegado del Gobierno, el socialista Diego Conesa, parecía abrir un espacio de entendimiento entre los ciudadanos movilizados en las vías y la nueva Administración estatal, responsable del trazado del Ave. Talante. Porque, por lo visto, Conesa tampoco pudo resolver a Contreras la duda metódica acerca de si el Ave volará en supercicie antes de sumergirse definitivamente bajo tierra. Pero mostró talante. Algo es algo. Esto no significa que cualquier día de éstos aparezcan unos operarios por la zona de conflicto para instalar la catenaria, antesala de la entrada en superficie del tren alado, operación prevista contra viento y marea por el ya exministro Íñigo de la Serna, comandado para el caso por el anterior Gobierno central. El talante tiene eso: no es una categoría fija, pues puede tratarse de buen o mal talante. En otros tiempos, anteriores incluso a Zapatero, se decía que el PSOE era el partido de las palabricas. Muy buenas palabricas, pero al final se hacía lo que de antemano estaba previsto que había que hacer. Los de la Plataforma saben de esto, pues cumplen treinta años de movilizaciones para el soterramiento, y en ese tiempo se han cruzado con Gobiernos del PP y del PSOE, a veces coincidiendo ambos en la autonomía y en el Estado, y otras, con las siglas cruzadas. No hay secretos, de ahí la desconfianza sostenida.

Pero es cierto que en este momento, Conesa, aparte de su disposición personal, lo tiene fácil. El PP se ha equivocado en el tratamiento integral del conflicto de las vías. Lo ha convertido en un asunto policial, ha intentado estigmatizar a los promotores de la Plataforma como podemitas, ha politizado el problema mientras aseguraba que lo politizaban los vecinos, y ha mostrado una escasa voluntad de equilibro entre las fuerzas que apremiaban al ´Ave ya de cualquier modo´ y las que exigían ´Ave soterrado desde el principio´. Los populares no han entendido que los conflictos se agravan si se los desconsidera, y han actuado hasta anteayer como si les sobraran los votos. Mientras tanto, los vecinos movilizados, con encuentros diarios, recepciones continuas de solidaridad exterior y motivos para aparecer victimizados, han ido creando un cuerpo social muy motivado hasta el punto de constituir una coraza de acero en que las actuaciones reivindicativas se han convertido en expresiones personales de hermandad. El PP ha propiciado que se fortalezca un armazón emocional indestructible e impermeable para su abordaje con planteamientos flexibles. El Gobierno no ha entendido que es imposible cualquier negociación cuando se ha impuesto definitivamente la desconfianza.

Es precisamente la desconfianza y no cualquier otra razón la que ha conducido a la Plataforma al planteamiento terminal de ´soterramiento o nada´. Después de tantas promesas y desengaños, no están dispuestos a aceptar supuestas provisionalidades o esperas. Saben que la perita en dulce de la llegada del Ave cuanto antes es el mayor anhelo del establecimiento político y económico, y no están dispuestos a dejar pasar la oportunidad de que en la misma tacada se resuelvan sus reividicaciones históricas para que las zonas demediadas por las vías se abracen a través de un boulevard sobre el tren soterrado. No habrá concierto a estas alturas, dada la frustración de los antecedentes, y la insistencia del PP en ´el bien superior´ de la llegada pronta en superficie sigue mereciendo un rechazo que ya no es solo político, sino sobre todo emocional.

Aquí se ha pasado de un delegado del Gobierno que jugaba al tenis mientras unos incontrolados quemaban las máquinas de las obras en las vías a otro que llegó capitaneando contingentes de antidisturbios en actitud poco delicada, justo el reclamo que precisaban los incontrolados que, al margen de los vecinos, veían la posibilidad de montar un Gamonal. Diego Conesa ha aterrizado con otras maneras: fuera la policía de las vías y diálogo con los vecinos. Lo tenía fácil. Aparte de que el delegado socialista es un tipo que no se carecteriza por decir una palabra más alta que otra. No va de malote. Es tan amable como decidido, ordenado y positivo, aunque tanta bondad a veces transmita una sensación de frialdad. De momento, ha frenado la ira de los vecinos, ha recuperado el instinto por el diálogo y ha establecido lo que Contreras llama cordura y no es otra cosa que la recuperación del talante. Lo que pasa es que sólo con talante no se resuelven los problemas. Aviso: a veces conduce a mayores frustraciones.

Inspiren por la nariz y digan ta-lan-te. A ver si dura hasta que empiecen (o no) a instalar la catenaria.