La Justicia chilena ha condenado a nueve miembros del ejército chileno por la muerte del cantautor Víctor Jara y del entonces director de prisiones Littré Quiroga, crímenes ejecutados en septiembre de 1973, en el arranque de la dictadura del general fascista Augusto Pinochet (1973-1990). Según el fallo del juez Miguel Vázquez, ocho de los militares, identificados como Hugo Sánchez, Raúl Jofré, Edwin Dimteri, Nelson Haase, Ernesto Bethke, Juan Jara, Hernán Chacón y Patricio Vásquez, fueron condenados a penas de quince años y un día en calidad de autores de los homicidios.

Víctor Jara, hijo de una familia humilde de campesinos, fue músico cantautor, profesor y director de teatro; es considerado un símbolo de la canción protesta de su país y su trágica muerte se convirtió en un icono para los cientos de artistas e intelectuales que fueron detenidos, torturados, desaparecidos y asesinados durante la dictadura del asesino general Augusto Pinochet.

«El 13 y 15 de septiembre de 1973 se practicaron interrogatorios al margen de todo procedimiento legal en el Estadio Chile, centro de detención de esa época. Entre los interrogados estuvieron Víctor Jara Martínez y Littre Quiroga Carvajal. El 15 de septiembre de 1973, Jara y Quiroga fueron llevados al sector de camarines del recinto, lugar donde se les dio muerte con 44 y 23 impactos de bala, respectivamente». Esto asegura el Poder Judicial chileno sobre los resultados de la investigación, que también determinó lo que ocurrió tras la ejecución. «Luego de ambos homicidios, los cuerpos fueron sacados del Estadio Chile y lanzados en la vía pública en un terreno baldío cercano al cementerio Metropolitano. Ahí fueron reconocidos por pobladores de la zona que los limpiaron y los trasladaron al Instituto Médico Legal», señala dicho informe.

Cuando Víctor Jara ganó en 1969 el Primer Festival de la Canción Popular Chilena se transformó automáticamente en el heredero natural e icono del movimiento de la Nueva Canción Chilena tras el suicidio de Violeta Parra en 1967. El pueblo chileno cantaba de memoria su Te recuerdo Amanda. Y Jara estaba en ese movimiento con grupos como Quilapayún, Inti Illimani, Isabel y Ángel Parra, que de alguna manera acompañaron el proceso cívico y político que desembocó en el partido Unidad Popular y la elección de Salvador Allende en 1970. «¡A ese hijo de puta me lo traen para acá!», recuerda el abogado Boris Navia, uno de los que caminaba en la fila de prisioneros, cuando un militar se refería a Jara. «¡A ese huevón! ¡a ése!», le gritó al soldado, que empujó con violencia al prisionero. «¡No me lo traten como señorita, carajo!», espetó insatisfecho el oficial. Al oír la orden, el conscripto dio un culatazo al prisionero, que cayó a los pies del oficial. «¡Así que vos sos Víctor Jara, el cantante marxista, comunista concha de tu madre, cantor de pura mierda!», gritó el oficial. Navia rememora como uno de los testigos del juez Juan Fuentes, que investiga el asesinato del cantautor, uno de los crímenes más crueles por el interrogatorio con tortura que recibió el cantante, al que machacaron las manos para que jamás pudiera tocar más le guitarra, porque Jara fue con su guitarra y con sus versos el trovador de la revolución socialista del Gobierno de Allende en Chile.

Por su impacto y la impunidad en que están los culpables, el crimen de Jara es en Chile el equivalente al asesinato de Federico García Lorca en España, un crimen por el fascismo bendecido por el nacionalcatolicismo, como recuerda algún poema: la espada y la cruz de nuevo, triste recuerdo de España, se han juntado.