Ay, hijo, si es que últimamente estás de un intensito». Los lectores se me quejan. «Si es que con la calor que hace no apetecen esas arengas que nos sueltas, que pareces Bakunin, acho». «Mira, yo te lo confieso: a la tercera palabra que no entiendo paso de tu artículo y me voy a sudar a forocoches». Mí no entender. El verano, en mi casa, es para releer el Ulises y Guerra y Paz. Pero en fin. O tempora, o mores. Habrá que fluir con este público semiderretido. Pido consejo. «Pues algo más ligero, tronco, como un cuento, algo fácil de digerir.». ¿En plan ficción? «Aro». Me pongo a ello. Venga. Narrativa ligera. ¿Qué están haciendo los narradores de mi generación? Distopías. Ah, eso sí. Mucha distopía. Y autoficción. También. Enga, a ver qué sale.

Murcia, 2023. Se acercan las elecciones municipales. Se presentan, en una campaña caracterizada por cierto énfasis en reforzar el atractivo de la marca, PPPorque Pa Qué Cambiar Ná, Pedro Sánchez O Exterminio, Juntas Unidas Izquierdas Podemos En Común Y Además De Verdad, Ciudadanos Solo Españoles De España Oé y VOXXX. La cosa se presenta reñida y la propuesta estrella no se hace esperar: una red de metro para la ciudad. De tó por tó. Con varias líneas: una desde la Redonda hasta la Estación de El Carmen, pasando bajo toda la Gran Vía. Otra desde El Malecón hasta el Auditorio. Y otra, circular, por García Alix y las Rondas. El mapa del proyecto da gloria verlo, la verdad, y quien más quien menos ya se imagina haciendo transbordo en Martínez Tornel por las mañanas, así que las escasas voces (como la del menda) que se oponen públicamente al plan alegando despilfarro, o que más valdría invertir en la decadente red de transporte público ya existente, son marginadas. En concreto, yo pierdo los tres lectores que me quedaban, incluido en la cuenta el maquetador de LA OPINIÓN. Desde aquí un saludo, por cierto.

Llegan las elecciones, y la promesa del metro termina de convencer a los murcianos de que total, pa qué cambiar ná. Se forma nuevo (es un decir) gobierno municipal, con un reforzado Ballesta a los mandos, pero un tiempo después llega el mazazo: no hay dinero para emprender la faraónica obra. Sorpresa mayúscula. Las opciones por tanto son dos: o bien quedarnos esperando a que alguien ponga una tuneladora de ocasión en Wallapop o bien tirar p'alante y obrar, pero eso sí, en superficie. Pero que no pasa ná. Los trenes van igual de rápido, los olores de los vagones en hora punta son parecidos y hay quien se tira todo el trayecto echándole fotos al libro que lleva y subiéndolas a Instagram. ¿Sí o qué? Pues claro que sí, qué cosas tenéis. Se levantan unos cuantos muros y ya está. El de la línea circular rodea la ciudad a modo de muralla, y los de la 1 y la 2 la cortan por dentro como una pizza cuatro estaciones individual. Aquí y allá, una pasarela permite visitar los barrios de los lados, que ahora la guasa popular llama módulos.

Al alcalde el tema no le gusta, pero si se ve en un brete repite que todo es provisional y que ya está organizando un ADN Urbano en el Módulo 3 (antes conocido como Barrio de San Pedro) y unos pastelicos de carne junto a la pasarela de la Plaza de las Flores. Si se viene arriba añade que nadie ha hecho tanto como él por el colectivo de los grafiteros murcianos, y remata con un «¿quién es el casposo ahora, bróder? Respect, man...».