Un melocotón en la orilla de la playa, soltar el aire y dejarse caer al fondo, jugar a salto de longitud en la arena, recoger conchas, tumbarse en la arena sin toalla, parar la carrera y ver meterse el sol por el Mar Menor, la primera cañica fresca con recién salido del mar, una siesta bajo la sombrilla, hacer clasificación de los libros que se leen en la playa en un paseo de hora larga, los amigos de los partidos al caer el sol junto al muro de la playa, el mus, ir a por helado en la sobremesa, la lasaña de María José, las peloticas pequeñas de plástico que botan en el agua, los recuerdos de adolescencia, recordar canciones del verano, el mojito del francés, el Rey de la Isla en la piscina, el paseo hasta la feria, los viajes a Murcia al amanecer y la parada para ver salir el sol por Isla Grosa, los boquerones fritos, el parchís y el trivial, encontrar aparcamiento, y la sombra de unos pinos cerca de una playa.

Bajar las ventanillas del coche y escuchar música, limpiarse los pies con arena, como me enseñó el abuelo, el té helado casero, los cojines para el cine de verano y el bocadillo de jamón, dormir después de desayunar, escribir en la terraza los achopijos mientras canta María Callas, el día en barco, el día al otro lado del Mar Menor, el ferry y el pescaito frito de La Ribera, los calderos del Gurullo y sus historias, contar medusas en el canal, los lomos de las lubinas reflejando en el canal, las arrancadas de Alejandro Valverde en el tour entre parpadeos de plomo, las camisetas viejas del armario de la playa, el baño en la piscina cuando no hay hora para comer ni prisa por llegar, los periódicos y las revistas, las mañanas con churros y viento de levante, la sal en el cuerpo y beber agua fresca al salir del mar, y una zanahoria en un tupper.

El rato de palas y las horas de petanca con los niños, la caligrafía y los deberes antes de bajar a la playa, las bicis y los amigos de verano, los ventiladores de techo y la luz que entra por las rendijas de la ventana, las ciruelas, los higos, el helado de turrón hoy, y los colajets en el recuerdo, el día del Ovni y las cenas inolvidables en terrazas maravillosas donde escuchar el mar, el sonido de los mástiles, bajar a la playa sin toalla, flotar con los ojos cerrados y las manos abiertas€ ¿Verano? Vale.