Me llamo Ángel Luis Hernández García, tengo 41 años y soy profesor de Matemáticas en la Región de Murcia desde hace doce años. O, al menos, lo era. Mi vida se ha truncado€ ¿por qué?

Hoy no quisiera hablaros como presidente de la Asociación de Interinos Docentes de la Región de Murcia (AIDMUR), porque soy una persona como cualquier otra, con idénticas preocupaciones y expectativas, sino como un afectado más de las irregularidades que la consejería de Educación comete día tras día. Aunque, tal vez, detrás de todo este sinsentido esté sobrevolando dicha circunstancia.

Como muchos sabéis, llevamos en lucha constante desde el 2012 para defendernos de los recortes y ataques contra los docentes interinos y la escuela pública, y una de nuestras grandes batallas ha sido la recuperación del pago del verano que nos arrebataron ilegalmente, tal y como ha sentenciado recientemente el Tribunal Supremo. No ha sido una contienda fácil pero ha merecido la pena porque llevábamos razón. A resultas de esa sentencia histórica, la consejería que dirige Adela Martínez Cachá tendrá que desembolsar en torno a treinta millones de euros para pagarnos lo que injustamente nos arrebataron sus antecesores, cuyas políticas han quedado en entredicho. ¿De dónde van a sacar ese dinero? No lo sé, pero tal vez deberían pedir explicaciones a los anteriores consejeros y directores generales de RRHH, que siguen callados y escondidos. Ellos son los únicos culpables y responsables. Y no lo vamos a olvidar.

Todo esto ha sido muy satisfactorio y emocionante; ha sido una gran victoria de la justicia y hemos recuperado derechos ilegalmente sustraídos. Pero, como decía, tengo una vida que debe continuar y, como docente interino, debía seguir preparando unas oposiciones que no se convocaban desde el año 2010; y es que, como cualquiera, también poseo objetivos personales y profesionales, y obtener plaza como funcionario de carrera es uno de ellos. Aspiro a tener mayor estabilidad laboral y desarrollarme profesionalmente. Muchos compañeros/as también aspiran a ello legítimamente.

Así que seguí estudiando, con más entusiasmo, para unas pruebas que son duras, muy exigentes, y he estado dedicando muchas horas de esfuerzo y estudio, academia incluida, con el coste personal y económico que ello supone. Si eres docente o un familiar de uno, sabes perfectamente a qué me refiero.

Mi objetivo era, y sigue siendo, sacar plaza definitiva como profesor de Matemáticas en esta Región, que tanto adoro. Pero todo se truncó el día que salieron las listas de admitidos y excluidos al proceso selectivo. Una y otra vez miraba las listas€ y no podía ser. ¿Dónde estaba mi nombre? No aparecía por ningún sitio, ¿qué estaba pasando? Empecé a indagar, a revisar mi documentación€ a volverme loco. Tengo una solicitud, identificada con un código, y unas tasas pagadas. Presenté unas alegaciones para subsanar el posible error y me dicen en la Consejería que diecisiete compañeros, y yo mismo, no estamos en lista alguna, como si no existiéramos. No nos dan más explicaciones, salvo que mi solicitud no tiene firma digital y que no me van a permitir subsanar el presunto error. ¿Por qué? Porque no. He seguido las instrucciones y me temo que ha existido un error informático. Mi voluntad es presentarme a una oposición por la que he pagado una tasa, que ha generado el proceso telemático diseñado por la Administración, alojada en el portal educativo Educarm y no en sede electrónica, y las bases de la convocatoria son muy claras: la inscripción se tendrá por presentada cuando se pagan las tasas correspondientes, que dan derecho al examen. En principio no debería haber problema, pero me encuentro con un muro de indiferencia, también algunas expresiones de alegría mal disimulada, y algunos malos modos por parte de algunos responsables del Servicio de Planificación y RRHH. Llegaron, incluso, a gritarle a mi padre. Otro afectado también sufrió el mismo maltrato y ha puesto una queja.

Todo eso me lo dicen verbalmente, sin responder a las alegaciones realizadas; siguen sin hacerlo. Y resulta que, a pesar de tener toda la documentación, inscripción realizada y tasa pagada, no nos van a admitir en el proceso. No podía entender, y mucho menos imaginar, que una Administración fuera en contra de sus administrados, no queriendo subsanar un error que otras Comunidades autónomas habían solucionado en veinticuatro horas. ¿Es incompetencia, desidia o es que hay algo más?

El no aparecer en la lista de admitidos, y el no dejar que me presentase a las oposiciones traía una consecuencia desastrosa para mí: la expulsión de la lista de interinos. Tras doce años de trabajo en las aulas públicas de la Región, te mandan al paro. Tan instantáneamente como un chasquido de dedos. Te quedas tan estupefacto que no aciertas ni a pestañear. Y a partir de ahí una bola densa y amarga surge del estómago y va creciendo a una velocidad increíble hasta que lo nubla todo. Se llama ansiedad.

Me quedaba sin trabajo, sin consuelo y sin saber cómo me iba a ganar la vida a partir de ahora y sacar a mi familia hacia delante. No me quedó otro remedio que denunciar y pedir medidas cautelares para que me permitieran realizar, al menos, el examen.

Y, nuevamente, la justicia me daba aire. Ahora sé que en la consejería de Educación hubo cierta resistencia a admitir el auto judicial. Hasta ahí llega la cerrazón de algunas personas. El juez me concedía la cautelar solicitada y pude presentarme el pasado sábado. Obviamente, no en las mejores condiciones anímicas. Hice lo que pude.

Pero como supondréis, estar un mes entero con tal incertidumbre y tal angustia, intentando denunciar por todos los medios lo que estaban haciendo con nosotros, no me dejaba ni tiempo ni ánimo para estudiar. He realizado el examen lo mejor que mi cabeza me ha dejado, sabiendo que si hubiera estado tranquilo era mi gran oportunidad. Iba bien preparado, con mucha ilusión, pero con esta situación ¿quién tiene la concentración suficiente para hacer una oposición?

Mucha gente me ha apoyado y se ha alegrado enormemente de que finalmente haya podido presentarme al examen, pero la batalla no ha hecho más que comenzar. A pesar de ello, seguiré estando fuera de las listas. He sido expulsado y esto lo resolverá un juez. Es la triste realidad de esta Administración.

Pero sé que ganaré. ¿Por qué? Pues porque han cometido una ilegalidad. Y lo van a pagar. Caiga quien caiga. La consejería de Educación ha fabricado un limbo para no permitir que me presente a unas oposiciones y fastidiarme la vida. No han respondido a mis alegaciones, no me han dicho el motivo de exclusión y no han permitido la subsanación del error informático del cual son responsables, pues nunca se debería haber generado una carta de pago de tasas sin la verificación de la existencia de la famosa firma electrónica.

Mientras tanto, mi vida ha dado un giro inesperado en una tormenta que otros han creado con intenciones poco claras. Tendré que vivir y ganarme la vida; aún no sé muy bien cómo, pero sé que regresaré a un aula a enseñar Matemáticas. Eso no me lo van a arrebatar porque el tiempo y la justicia ponen a cada uno en su lugar.

Me despido dando las gracias por todo el apoyo recibido en estos días. Sin mis amigos, mi familia y hasta mis propios alumnos/as, no podría haber aguantado toda esta presión. Voy a llegar hasta el final; y, entonces, pagarán todo lo que han hecho conmigo, con mi futuro y con mi vida.