Perros de verano, su primera novela, hace años descubríamos las cualidades literarias de Josa Fructuoso. Como apuntábamos entonces, Josa daba una gran alegría a las letras murcianas al conseguir el reconocimiento a su labor de escritora con el IX Premio Fundación Arena de Narrativa (anteriormente Premio Terence Moix) por su primera novela. A ésta le siguió El color de los peces azules y Moscas en el cristal. Título este último con el que la autora daba por finalizada una trilogía que arrancaba en la España de la Transición y que llega hasta nuestros días.

Ahora Josa Fructuoso nos sorprende haciendo el prólogo y la traducción de Mi hermano femenino. Una obra de Marina Tsvietáieva, poeta considerada una de las figuras más relevantes de la literatura rusa del siglo XX, y que en esta obra nos muestra inquietudes, dudas y una gran originalidad en una prosa que en muchos momentos sorprende.

Y hemos de destacar tanto el prólogo como la traducción del texto, porque sin lo primero nos costaría más interpretar un libro difícil y apasionante a la vez y sin una buena traducción, esta lo es, se hubiese difuminado mucho de este libro inclasificable y extrañamente atractivo. Tan atractivo como la compleja personalidad de Marina Tsvietáieva, una mujer atormentada que nació en Rusia, que vivió más tarde en Berlín y Praga para terminar instalándose en París donde la vida no le fue muy fácil. Allí vivió hasta 1939, en que regresó a la Unión Soviética donde fue desterrada a la aldea de Elábuga y donde se suicidaría en 1941, con 49 años.

Mi hermano femenino es una historia que parece escrita a borbotones, con las vísceras y con el alma también. Y quizás por ello alguien perciba que es difícil de leer, pero esa dificultad no impide que nos atrape y nos haga pensar, y mucho, sobre la juventud y la vejez, que es la obsesión de la autora a lo largo de las páginas de esta obra.

Una obra extraña, y es por esto el gran mérito de Josa Fructuoso a la hora de traducirla y de ponerlo a nuestro alcance con un prólogo impecable, sin el que quizás hubiésemos encontrado más dificultades para su comprensión. Un prólogo de veinticinco páginas cuando la obra tiene un total de 83 es un indicativo de la aportación de Josa Fructuoso a esta pequeña joya literaria en su exégesis española.

Flores Raras es una pequeña editorial (cuánto le debemos los lectores a las editoriales de este tipo) que ha nacido, como su propio nombre indica, con el objetivo de publicar rarezas literarias y recordar algunas obras que, con el paso del tiempo, han quedado olvidadas y que en su reedición nos hacen descubrir pequeñas joyas de las que posiblemente oímos hablar en su momento y que, pasado el tiempo, supone un regalo el hecho de redescubrirlas.

Hay que aplaudir a Flores Raras por su exigencia a la hora de seleccionar. Antes de este libro de Marina Tsvietáieva nos sorprendía con La bastarda, de Trifonia Melibea Obono. Un relato valiente y directo sobre el conflicto entre la estructura familiar y los deseos de libertad de las nuevas generaciones en el África subsahariana. Más tarde editaba Un amar ardiente, de Sor Juana Inés de la Cruz con poemas de amor que dedicó a la virreina María Luisa Gonzaga Manrique de Lara y La Duda, de María Reimóndez, obra con que la autora se adentra con sutileza en temas de actualidad como los abusos sexuales y la corrupción política, que son los argumentos que valoró el jurado de la decimocuarta edición del Premio de Novela de La Voz de Galicia.

Sí, nos ha sorprendido esta pequeña editorial que ansía encontrar esas 'cosas raras' que la literatura también ofrece para seducir al lector.