Venga, va, que no se diga. Anotaos la fecha: hoy, veintiséis de junio del dieciocho, el menda va a romper una lanza en público por ese partido que manda en Murcia, el PP. Sí. Para que luego me llaméis rojeras. Voy a decir algo bueno y sincero, algo que realmente me ha sorprendido para bien por parte de la militancia gaviotil. Las expectativas, todo hay que decirlo, no eran muy altas.

En el lado izquierdo del tablero siempre hemos visto a esta gente con una mezcla de estupor y de envidia: mientras nosotros nos enzarzamos en una pelea pública en el barro tras otra; mientras nos aplicamos a ese tremendo fregao que llamamos 'democracia radical' (primarias, revocatorios, consultas continuas); mientras nos mantenemos al día del intenso y acendrado debate de ideas que tiene lugar en medios y redes, las bases peperas han vivido tradicionalmente en una especie de balneario político en el que nadie parece tener gran cosa que hacer o decir, aparte de pasear en albornoz. El asunto ha alcanzado a veces extremos caricaturescos. Algunos ejemplos: ni una sola voz, ni en las bases ni en los cuadros, contra el muro del AVE en superficie en todo el PP municipal o regional (¿en serio, coleguis?). Ni una crítica al empecinamiento de Rajoy en aferrarse a su sillón aun a costa de ver prosperar la moción de censura y perder el Gobierno, ni un lamento al dimitir de todo cargo solo unos días después. Ni una acusación de incoherencia ante la lluvia de millones concedida a los nacionalistas vascos en los últimos PGE, mientras toda la propaganda del partido se basaba en tener la bandera más grande que nadie.

Uno ya creía que militar en el PP era como ingresar a un monasterio y hacer voto de silencio. Ni siquiera cuando te enteras de que el abad se lo llevaba crudo en be se te permite un mal mecagoenlahostia. No sabíamos qué pensar. ¿Para qué estar en un partido si no es para participar en la toma de decisiones, para arrimar no solo el hombro, sino también el cerebro? Imaginábamos que sus motivaciones, como las de Zaplana, no eran de este mundo, pero hete aquí que el abad toma las de Santa Pola, cosa inédita, y en lugar de señalar con el dedo a un monaguillo cualquiera, como es costumbre, se enciende un puro (fumata negra) y desaparece. ¿Y ahora qué? Gran agitación. Empiezan los monjes alfa a postularse, tantos y con tanta y tan mal disimulada hostilidad que dan ganas de salir al balcón de Génova 13 y gritar, como dice Pablo Vázquez, «que comiencen los Juegos del Hambre». Habrá, ohmygod, primarias, que es una cosa como de pobres, y a ver cómo organizamos esto sin llamar a Special Events, porque estamos hablando, ojo cuidao, de ochocientos mil militantes ochocientos mil militantes ochocientos mil mili ¿Cómo? ¿Que puede que no sean ochocientos mil militantes, como reza la línea más popular del argumentario popular? Cuéntame más.

Según fuentes del propio PP al ser consultadas por esta cosa rara de las primarias, entre el 80% y el 90% de la tropa pepera no paga las cuotas de afiliación, y por tanto y en principio no podrá participar en el proceso. Tampoco era que el partido tuviese, ejem, problemas para financiarse de aquí y de allá, pero no podemos más que alucinar con el tamaño del agujero. Llamémoslo, ya sabéis, 'consumo responsable'. Pagar es votar. Uno puede mandar un mensaje (esta vez sí) a través de sus decisiones monetarias, y es posible que en el PP lo de llamar a boicotear el cava catalán no fuese tan tan buena idea, porque igual entre la militancia se encendieron algunas (setecientas veinte mil, por ejemplo) bombillas.

Pobres candidatos. A ver quién les vota ahora, si para hacerlo hay que pagar antes los recibos devueltos. ¿Se podrá en b? ¿Y en diferido simulado? ¿Y por la Rey Juan Carlos?