Cómo será la cosa para que Pablo Casado se nos aparezca el candidato más idóneo de cuantos concurren al congreso del PP siempre que hagamos el esfuerzo de ponernos en el lugar de los intereses de ese partido. Podría resumirse con aquéllo de que en el país de los ciegos el tuerto es el rey. Así deben haberlo entendido los diputados murcianos más despiertos, empezando por Teodoro García y siguiendo por Ascensión Carreño y Javier Ruano. A falta de elementos ideológicos que puedan distinguirse entre las opciones habrá que apelar al factor juventud como la argamasa que los une.

Hay un problema de partida, y no pequeño, consistente en que Casado pudiera haberse pasado de frenada en la utilización de las influencias políticas sobre ciertos estamentos universitarios para dotarse de un currículo académico que para esta ocasión debiera darle alas y, sin embargo, le pesa. Tanto le pesa que corre el riesgo de durar en su condición de candidato sólo unos días más que Màxim Huerta en la de ministro.

Pero parece lógico que los populares murcianos no pierdan el sentío por Cospedal, quien reformó el Estatuto de Castilla-La Mancha con el exclusivo propósito de derogar el trasvase del Tajo, si bien es verdad que después no hizo falta su colaboración para que dicho trasvase quedara semiliquidado con otra fórmula menos grosera, aunque igualmente efectiva, el Memorándum, al que el Gobierno de Valcárcel dio alegremente el plácet. El viaje desde el sueño eterno de Mariano a la protección de la corrupción en diferido por la que Cospedal ha venido dando la cara, según ella misma orgullosamente proclama, no parece el proyecto más estimulante. No cabe duda de que, de entre todos, es la candidata más enérgica, pero se trata de una cualidad que suele emplear para romper a martillazos ordenadores comprometedores.

En cuanto a las pasiones que pueda convocar Soraya entre las nuevas hornadas populares cabría detectarlas entre los adictos a la naftalina cuando cabe la posibilidad de desengancharse de ella aprovechando que Rajoy se ha retirado a Santa Pola. Soraya es Rajoy con faldas, a no ser que ahora pretenda ser tardíamente otra cosa.

Casado es muy de derechas, pero esto no debe ser un inconveniente en el PP, salvo que pierda utilidad para atajar el crecimiento de Ciudadanos por el centro. Hasta ahora, Ciudadanos crecía a costa del PP; el reto de quienes sean los nuevos dirigentes de éste debiera ser crecer a costa de Ciudadanos, es decir, cerrarle el paso y hacerle retroceder. Frente a Rivera habría sido muy efectivo el exministro de Fomento, Íñigo de la Serna, pero ha decidido hacer de guardaspaldas de Soraya. Queda Casado como la perla de una probable renovación que empieza mal, ya desde los más que dudosos méritos de su currículo profesional. Pero es lo que hay.

Tantos candidatos y tan escasa chicha.