Si la vida política de Pedro Sánchez es un extraordinario caso de supervivencia frente a las acometidas de su propio partido, no perdamos de vista el caso de otro Pedro, Saura, cuya experiencia nos resulta más próxima.

Al hoy presidente del Gobierno le montaron un ´golpe de Estado´ instrumentado por Susana Díaz y el staff histórico socialista con la complicidad de una parte de su propia Ejecutiva, a pesar de lo cual, con tenacidad y esfuerzo, logró reinstalarse en Ferraz al concitar el apoyo masivo de la militancia para volver después a asombrar de nuevo al mundo con el empleo del arte de birlibirloque y convertirse en presidente del Gobierno.

A menor escala, también Pedro Saura sufrió la displicencia de los delegados murcianos de su propio partido en el congreso regional en que fue sustituido de la secretaría general. A pesar de que no competía por la renovación del cargo, sus compañeros de partido no tuvieron el detalle de aprobar su gestión como líder saliente, y le hicieron pasar a la pequeña historia del PSRM como el primer líder a quien no se aplicó la cortesía de agradecerle los servicios prestados. Y esto a pesar de que, con independencia de los resultados en las urnas, la etapa de Saura en la dirección regional del PSOE se caracterizó por mantener una política perfectamente definida, lo que hoy se llama un ´marco´, consistente en la denuncia del desarrollismo urbanístico desatado que incluía diversos modos de corrupción social y política y la advertencia de que ese modelo concluiría con el estallido de la burbuja inmobiliaria y la consecuente crisis devastadora. Sus tesis no fueron atendidas mientras duró la fiesta, ni siquiera y en primer lugar por los alcaldes de su partido que se afanaban en exprimir la manga ancha del ladrillismo valcarceliano. Ir a la contra no le dio votos, aunque sí la razón cuando ya fue demasiado tarde incluso para el PSOE, desbordabo por aquella orgía.

Nadie en su partido le agradeció su condición de precursor (en Murcia, digo), hasta que empezó a sobresalir, por sus propias cualidades políticas, en su condición de diputado nacional. Algo le verían Zapatero, Rubalcaba y Sánchez, quienes le ofrecieron sucesivamente la portavocía de Hacienda y, en el último tramo, hasta la responsabilidad de defender la posición del PSOE en el debate de política presupuestaria, función generalmente propia del portavoz del partido y en ocasiones ejercida hasta por el líder del mismo.

Hace un par de semanas señalé que Saura podía ser ministrable en el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez. Me equivoqué por defecto. Ha resultado ser triministrable, ya que los tres epígrafes de la secretaría de Estado que le ha sido encomendada han sido en ocasiones anteriores ministerios autónomos: Infraestructuras, Transportes y Vivienda.

Las circunstancias son distintas en cada uno de los Pedros, pero ambos han renacido de entre las cenizas en que han pretendido sumergirlos sus propios adversarios internos. Y ahí los tenemos, sobreviviendo a pulso. Un capítulo para Plutarco.