Hay fechas llamadas a dejar huella en la Historia. Fechas que marcan un antes y un después. El 8 de marzo pasado fue una de ellas. Nadie podrá decir, desde luego, que las multitudinarias protestas feministas fueran en vano ni que el grito a favor de la igualdad haya caído en saco roto, al menos en las más altas instancias del poder ejecutivo. Así lo entendió Pedro Sánchez formando por primera vez en España, y probablemente en el mundo, un Gobierno mayoritariamente femenino. Y así lo pudimos constatar el pasado jueves cuando Carmen Calvo, nueva vicepresidenta del Gobierno, ajustando la expresión lingüística a la realidad política, prometió sin Biblia ni crucifijo, ante un ejemplar de la Constitución, guardar el secreto de las deliberaciones del «Consejo de Ministras y Ministros».

Tendrán que pasar años para que apreciemos en su justa medida el valor simbólico e histórico de estas palabras. Para contextualizar este hito con la perspectiva necesaria. No es que no lo valoremos ahora, que claro que lo valoramos. Lo que ocurre es que no es lo mismo cruzar el Rubicón que revivir 2000 años después esa batalla conociendo, como conocemos ahora, su impacto en el devenir del mundo que modeló. Sánchez y Calvo han tenido la osadía de cruzar cada uno su 'rubicón'. El presidente, yendo más allá de la paridad; la vicepresidenta, alterando en su promesa el hasta ahora 'orden natural' del género gramatical. Son dos batallas que tendrán ganadas para siempre.

Y mientras que los que vienen, mejor dicho las que vienen, lo hacen con palabras hermosas y proclamas necesarias en la lucha de la mujer contra la desigualdad estructural de género, otros, como Bernabé, el impresentable exdelegado del Gobierno del PP, se van lanzando exabruptos y resentimiento, llamados a formar parte de otra historia mucho menos heroica: la de la infamia política. Quien ha 'reventado' las protestas ciudadanas a favor del soterramiento de las vías, ha criminalizado a ciudadanos pacíficos que clamaban contra el levantamiento del muro de la vergüenza, se dispone ahora, según revela este diario con apoyo fotográfico, a reventar (sin comillas, por que él no las utiliza en su mensaje) al nuevo delegado del Gobierno, Diego Conesa, utilizando la información obtenida durante su mandato.

La llegada de Francisco Bernabé a la delegación del Gobierno hizo sonar todas las alarmas. Y no era para menos. Vino con fama de 'matón' y de 'enemigo público número uno' de la lucha vecinal, y se va, afortunadamente más pronto que tarde, con ambas leyendas acrecentadas. Vino como el tío Saín, a meter miedo (quién no recuerda el tuit amenazador de Teodoro García, quien, por cierto, anda últimamente algo descolocado: «Los que quieren parar el futuro de la Región de Murcia van a tener enfrente a Bernabé. No se lo aconsejo»), vino a hacer de justiciero y se va furioso «ladrando su rencor por las esquinas», retomando las palabras de su, me imagino, admirado Aznar.

Lo dicho. Viene un 'consejo de ministras' preconizando justicia e igualdad. Y se van, entre otros, un expresidente decimonónico y un 'matón'. Ojalá que ambas cosas sean para bien.