Si la trayectoria del nuevo presidente estaba saturada de tintes shakespearianos (ese príncipe de Dinamarca que se revuelve contra su familia política, digamos), la puesta en escena del nombramiento del nuevo Gobierno adquirió la semana pasada dimensiones hollywoodienses, una superproducción bigger than life que ríete tú de Spielberg y de Cameron y que rozó lo apoteósico en algunos momentos, en especial el día 6, con el anuncio del estelar Pedro Duque como titular de Ciencia y Universidades. Qué difícil no rendirse a este blockbuster de la Marvel cuando uno estaba zampándose un no-do en blanco y negro, con bien de ministros equipados de serie con un título nobiliario haciendo piña para cantar Soy el novio de la muerte en una procesión.

La peli ( Los Vengadores 17, pongamos) lo tiene, en principio, todo. Reparto de lujo. Amplia mayoría de mujeres. Primeros ministros abiertamente homosexuales, entre ellos el tertuliano estrella de Ana Rosa (esto se llama cameo). Vuelve Igualdad. Entra Transición Energética. Superheroína (o supervillana, pero esto ya lo hablaremos dentro de, a ver que cuente, 92 días) llegada de las más altas instancias de la UE a la cartera de Economía. Morbo extra: se dice, se comenta en los mentideros que algunos de los nuevos nombres estaban entre los ministrables de Albert Rivera. Etcétera etcétera. Y bueno, por ir acabando y en cuatro palabras: Tienen. Un. Puto. Astronauta. ¿Pa qué quieres más? De tó por tó. Yo hubo un momento la semana pasada que, para leer las noticias, me tenía que poner las gafas de sol. Cegao. Como te lo cuento.

¿Será un éxito? Yo pronostico taquillazo. Los guionistas, es cierto, son lo peor (acordémonos de aquel telefilme lacrimógeno, Pelea por lo que quieres, 2011, o de aquella incursión en el género apocalíptico, Desaceleración 2008), pero en esta ocasión el metraje está muy contenido, cosa que juega a su favor. Como también ayuda bastante el contexto (el contexto: que la mayoría del país se sentía como cuando vas en autobús y te cascan una de Charles Bronson, y no puedes ni cambiar de canal ni tirarte por la ventanilla). Como también es fetén que, en el trance de, por ejemplo, tener que abandonar la universidad pública por la subida de tasas, el responsable ya no sea un señor barón, Grande de España, con cuatro apellidos al que hay que tratar de Excelentísimo, sino George Clooney en Gravity. Y no hablemos ya de la multitud de grupis, de fans, de friquis de la franquicia. Mientras tengan palomitas, bien está.

Sí, ya, ya sé qué estáis pensando. Míster sarcasmo, aguafiestas, pitufo gruñón? lo que se os ocurra, ya me lo han llamado tres veces en redes. A lo mejor el problema es que pido mucho: que mejoren las cosas también para la clase currela, ponle, que recuperemos nuestros servicios públicos, que dejemos de recortar al dictado de Bruselas o que nuestros jueces dejen de jugar a políticos mientras nuestros políticos juegan a cineastas. Bueno, ¿y por qué diablos no es posible? Hamlet (el original de Shakespeare, no el de Mel Gibson ni, por supuesto, el de Pdro Sánchez) se preguntó algo muy parecido hace cuatrocientos años. Lo que pasó después te sorprenderá.