Sl último libro de Beatriz Gimeno, La lactancia materna, surge de la experiencia compartida con otras mujeres que decidieron no amamantar a sus bebés o no pudieron hacerlo, ya sea por circunstancias derivadas del parto, emocionales o fisiológicas. Es en ese momento, cuando la mujer se ve expuesta a recomendaciones coercitivas, que lejos de acompañarla en el proceso de toma de decisiones, acaban generando angustia o culpa por no poder responder a un modelo de lactancia que debe de prolongarse el mayor tiempo posible y regularse según las demandas del bebé y del infante, más tarde. Esto llevó a la autora a preguntarse si realmente las mujeres contaban con libertad a la hora de elegir cómo alimentar a sus bebés, o si por el contrario, la presión social conduce a las mujeres a adoptar (o intentar adoptar) un modelo de crianza intensivo y prolongado, que pone el acento en la disponibilidad permanente y la presencia de las madres cerca de los hijos/as.

El hecho de que la lactancia natural sea asumida por la mayoría de mujeres como modelo de buena crianza, independientemente del nivel sociocultural o socioeconómico, es consecuencia de la promoción continuada por parte de la ciencia, los sistemas sanitarios y de los movimientos que reivindican el derecho de las mujeres a vivir una maternidad plena y sin restricciones. En este punto, la ciencia y las teorías que proclaman los beneficios de recuperar la maternidad 'natural' e instintiva, coinciden. No es de extrañar, por tanto, que prácticas como el amamantamiento prolongado y el colecho, se hayan extendido a pesar de las dificultades que conlleven mantenerlas en el tiempo.

La contribución de ambas corrientes, científica y naturalista, es clara. Los datos estadísticos, en los que se apoya la ciencia para divulgar los beneficios a largo plazo de la lactancia natural, sostienen que la lactancia prolongada se relaciona con un mayor desarrollo de la inteligencia, de algunas habilidades cognitivas y una mayor probabilidad de éxito social en el futuro. Aunque estos estudios, no permiten establecer relaciones causa-efecto, ya que se trata de datos observacionales y no experimentales, las revisiones críticas también han puesto de manifiesto que los bebés que son amamantados durante más tiempo tienen una mayor probabilidad de ser blancos, tener padres con un nivel cultural elevado e ingresos económicos altos, así como un mayor acceso a recursos sanitarios y educativos. Estos y otros datos, que quizás no han sido suficientemente divulgados, permiten sostener que los efectos y beneficios de la lactancia se han sobreestimado.

Por otro lado, la conocida como 'crianza con apego' también ha contribuido a esta sobreestimación de los beneficios de la lactancia natural, al considerarla el medio para el desarrollo de un sentimiento de seguridad y protección en el recién nacido y en el futuro niño/a y adulto. Pero, ¿es la lactancia natural la condición para construir un vínculo de apego seguro con los hijos/as? El psiquiatra Mario Marrone, fundador de la revista Apego y Desarrollo Humano británica, y una de las figuras representativas en la actualidad de las teorías del apego, sostiene que «criar con apego no tiene nada que ver con la lactancia prolongada o el colecho».

¿Cómo influye en la igualdad entre hombres y mujeres estas sobreestimaciones de los beneficios atribuidos a la lactancia natural y las exigencias de una maternidad que requiere presencia y disponibilidad no delegables en otras figuras? Las dificultades para compatibilizar con una vida laboral activa son evidentes. Por otro lado, responsabilizar a las madres del futuro desarrollo de las capacidades de sus hijos/as, parece dejar exentos de responsabilidad a padres, comunidad educativa, políticas sanitarias y medidas de conciliación de la vida familiar y laboral, porque donde realmente es importante la contribución de la mujer a la sociedad es en este otro espacio, íntimo y privado, del vínculo madre-hijos/as.

La sobreestimación de la lactancia natural está permitiendo mantener las conquistas del siglo XX respecto al control de la maternidad, que hicieron posible que las mujeres se incorporaran al espacio público, pero manteniendo discursos y promocionando prácticas de crianza que continúan privilegiando el papel de la mujer como madre. Con la revalorización de la lactancia natural, los posibles logros de las mujeres quedan de nuevo sujetos al cuerpo y al control de las funciones de éste, como si la única capacidad transformadora de las mujeres pasara irremediablemente por su cuerpo. Incluso, si pensamos en los argumentos a favor de la legalización de la prostitución y los vientres de alquiler, la conquista de la libertad de las mujeres también parece estar ligada al cuerpo. No deja de ser significativo, que en el debate sobre la legalización de los vientres de alquiler, se insista en la necesaria libertad de las mujeres para hacer uso de su cuerpo y no se tengan en cuenta, en cambio, estos otros argumentos que reclaman la necesidad de la lactancia natural y el vínculo con la madre biológica.

Todo esto nos hace preguntarnos, ¿es una condición del estado de la mujer el ser reconocida, incluida en la sociedad a través de los derechos y obligaciones de su cuerpo, o se trata de los discursos que construye la cultura patriarcal para asegurar la presencia de nuestros cuerpos, allí donde son necesarios?