spaña es una enfermedad crónica. Un síndrome de irregularidad europea. Somos periferia, no sólo geográfica, sino también social y políticamente hablando. Sólo diagnóstico, no propongo terapia. No sabría. Pero por algo se empieza. El resquebrajamiento social, no tanto económico, no provoca emulación y solidaridad, sino rencor disfrazado de justicia. Y se entiende que sólo el Estado nivela, no el esfuerzo personal. La brecha territorial ha crecido en alas de la supremacía filorracista. Y ya es una minoría amplísima (pero minoría, que conste) la que copa las representaciones parlamentarias, a despecho de la mayoría social. Los partidos de izquierda reparten prebendas, que son fidelidades a la hora de votar. Y los de derechas, catalanes incluidos y vascos, se nutren individualmente de los sobrecostes de las obras públicas. El saqueo de las arcas comunes también afecta a los de izquierdas. Ejemplos por todo el mapa patrio.

La picaresca, que era defensa individual en el Siglo de Oro, se ha desparramado por toda la sociedad. Y no lo voy a callar, hasta llegó a alcanzar al anterior monarca. Es el modo nacional. Y todos los honores para los Lazarillos y Buscones de aquel tiempo, que engañaban para comer. Los de hoy para mejorar su patrimonio, personal e intransferible una vez logrado.

Una de las mayores infamias en lo económico es el llamado Cupo Vasco, verdadero robo al pueblo español, institucionalizado en nuestros días. Y el Aforamiento Navarro también. Dos medievalidades perduradas en plena Europa de la Unión. Ellas son la joya de la Corona de esta República de la Picaresca Española, que se supo imponer al formidable esfuerzo de la Transición.

Parte, asimismo, de esa enfermedad es la ceguera que, en vasquistas y catalanistas, impide ver que su prosperidad es debida al mercado libre, y cautivo, que tienen en España, y que consideran de su legítima propiedad secular, milenaria y lo que sea. Quien crea que, una vez independientes, nos quitaríamos ese problema está muy equivocado. La maldición separatista es para siempre. Ya inventarían agravios y deudas. Por lo pronto, piensan que, aun independientes, España debería seguir pagándoles las pensiones. Con las revalorizaciones que ellos dijeran, naturalmente.

España es una enfermedad. La postración ante el dios presupuesto en Andalucía, donde el sistema de reparto es un Régimen, aleja del estándard europeo a todos. Más o menos, igual en Extremadura. Y la sequía consentida en el Sureste, sin equilibrar cuencas, es un despropósito mayúsculo. Vergüenza absoluta.

Y una Constitución que no tiene previsto elecciones inmediatas en caso de moción de censura, o que no contempló segunda vuelta, o listas abiertas, porque consideraba al partido sujeto prevalente de la democracia y no al ciudadano, es parte también de esta penosa dolencia española. Una enfermedad que, ni mata del todo, ni deja vivir. Un vivir suizo, espeso, aburrido, inercial y sin sobresaltos. España es una fuente incesante de Episodios Nacionales trágicos, semitrágicos y de cualquier otro género vital, incluido el esperpéntico.

España: una patología integral que no cesa.