Hasta 10.000 euros se han llegado a pagar por un Madelman, aquellos muñecos de setecientas pesetas con los que los niños de mi época pasaban las horas felices, haciéndolos volar sobre nuestras cabezas, sumergiéndolos en las bañeras o lavabos de su casa para convertirlos en submarinistas, sin otra preocupación que dejar correr la imaginación.

A lo largo de los cincuenta años de existencia de estos superhéroes españoles, se vistieron de safari, exploraron el polo y surcaron el espacio, con esos cuerpos robustos a los que había dado vida un tallador de imágenes religiosas, que logró superar a los muñecos americanazos de la época, mucho más toscos.

La primera figura articulada que se creó en España, considerada el mejor diseño estructural en la historia, ha obtenido por fin su reconocimiento con una exposición en el Museo Nacional de Antropología de Madrid, que conmemora la madurez de los madelmanes, lo que nos recuerda a muchos de mi generación lo mayores que nos estamos haciendo. La muestra incluye más 250 de los juguetes 'que todo lo podían', como rezaba la publicidad de entonces.

En pleno auge de las máquinas que enredan las manos y las cabezas de la juventud de hoy en día, consuela saber que en algún lugar del mundo hay forofos de aquellos juguetes que son capaces de hacerlos renacer para compartirlos, y es cuando dan ganas de retirarse a vivir solo de los recuerdos.

Los chavales de hoy soñarán de viejos con su Playstation y se reirán de los teléfonos móviles con 5G que ahora creemos tan modernos, al igual que nuestros padres añoraban sus coches de hojalata, los juegos con las tabas y las muñecas de cartón: así va la vaina.

El juguete mítico de los chicos de mi época también tuvo a su compañera Madelmana, por lo que no se le puede hacer un solo reproche al invento, todo un referente que hizo soñar a la chavalería de los años 70 y 80, a la que nos llena de nostalgia comprobar cómo se fue tan rápido la edad de jugar y de no saber lo que significaban las preocupaciones.