España, mi querida España, es un país genial que alberga muchas cosas que llaman poderosamente la atención. Intentaré explicarme. Por ejemplo, una de ellas es el afán que tiene más de uno en ser presidente de Gobierno; no en ser funcionario del Estado, no ser empleado público, no. ¿Por qué ser presidente de Gobierno? Sencillamente porque es el puesto de trabajo que menos requisitos recaba para ocuparlo. Es increíble que para desempeñar una tarea con responsabilidades sobre la vida y hacienda de millones de personas las exigencias sean casi ningunas, veamos: tener la nacionalidad española, sin más, sin necesidad de haber residido en España un número determinado de años ni nada parecido. Ser mayor de edad y estar registrado en el censo.

¿Estudios? ¿Estado mental? Nada de nada. Recordemos los requisitos, supongamos, para ser empleado público: poseer la nacionalidad española o ser nacional de alguno de los Estados miembros de la Unión Europea en los términos de la Ley 17/1993. Tener la edad establecida en las bases de la convocatoria, 18 años o más de 16 en el supuesto del personal laboral. Poseer el título establecido para cada convocatoria. No padecer enfermedad ni estar afectado por limitación física o psíquica que sea incompatible con el desempeño de las correspondientes funciones. No haber sido separado del servicio de cualquiera de las Administraciones públicas mediante expediente disciplinario, ni hallarse inhabilitado para el desempeño de funciones públicas.

¿Qué les parece? Para ocupar la cabeza de España, para ser el primer currante no se exige titulación, no hay que prepararse ninguna oposición, no se le exige certificado médico sobre su estado físico ni psíquico. Las exigencias son nulas. Alguien me apuntará que el puesto de presidente de Gobierno es por un tiempo determinado y el de empleado público es, en principio, para toda la vida. Sí, por supuesto, pero ahora iremos a una segunda parte más que interesante.

Esa segunda parte está referida a la pensión que uno y otro percibe cuando llega el momento de abandonar el puesto o la jubilación. Todos los que trabajamos hemos de cotizar un dinero, mes a mes, durante muchos años, muchos, para que podamos percibir un pecunio, más bien escaso, hasta el momento en que tengamos que pasar allí donde todo sobra. Pero ¿qué remuneración percibe un expresidente de Gobierno? Como expresidente le corresponde una pensión vitalicia de unos 80.000 euros al año, y podrá además ingresar en el Consejo de Estado como miembro vitalicio, cobrando otro sueldo similar, por aportar sus ¿conocimientos? y experiencia al futuro Gobierno. Si quiere trabajar en la empresa privada, la ley le obliga a esperar dos años (disimulando) y a dejar el cargo en el órgano consultivo, pero mantiene la pensión de Estado, que es de por vida.

Me imagino que ahora se ve un poco más claro por qué hay muchas personas que quieren ser presidente de Gobierno. Pero tampoco está mal ser presidente de alguna autonomía. Las condiciones para llegar a la presidencia son similares y en alguna de ellas se hereda. Cataluña, por ejemplo: Artur Mas deja el mando a Carles Puigdemont. Murcia: F ernando López Miras hereda de Pedro Antonio Sánchez, tal y como se hace en una empresa familiar. Alguien me dirá que la Ley lo permite. Bien. Lo que no quiere decir que sea ético.

Algunas compensaciones pecuniarias tras pasar al estatuto de ex. Cataluña: paga anual de 115.000 euros, mínimo cuatro años y hasta la mitad del tiempo en el cargo; pensión vitalicia de jubilación, 86.000 euros/año. País Vasco: paga vitalicia de 48.000 euros/año. Andalucía: jubilación de 46.000 euros. Madrid: puesto vitalicio en el Consejo Consultivo, 70.000 euros anuales.

Acabo. En una sociedad a la que se repite una y otra vez que hay que trabajar más para ganar menos, que el puesto de trabajo no está asegurado, que habrá que hacer un plan de pensiones si se quiere cobrar algo, ser familiar de un presidente o ex presidente es, sin ninguna duda, un magnífico requisito.