Creo que la moción de censura de Pedro Sánchez nos ha dado a todos una gran lección de democracia. Nos hacía falta una ráfaga de aire fresco. Me atrevería a decir que a muchos nos urgía.

Por un lado, no hay que desdeñar la perseverancia que el propio Sánchez ha demostrado. En poco tiempo, pasó de ser el candidato a la presidencia a prácticamente tener que dejar la vida política. Muchos auguraban su fin. Sin embargo, logró recuperar el liderazgo del PSOE. Así que, en realidad, su camino a la Moncloa no ha sido nada fácil.

Sánchez sabe muy bien lo que es apostar fuerte y perder porque lo vivió en sus propias carnes. De hecho, probablemente esa pérdida sea la que le haya hecho crecer y convertirse en el político que es hoy día. Esta vez ha vuelto a apostar y ha ganado.

Como líder de la oposición, su misión inicial era cuestionar al Gobierno, pero llegado un momento y dada la gravedad de los escándalos de corrupción que en algunos casos comprometían al propio presidente Rajoy, Sánchez se planteó la necesidad de desbancarle del Gobierno. Con la sentencia de la trama Gürtel, la situación se tornó aún más insostenible.

Tal vez nuestra democracia no sea perfecta, pero funcionar, lo que se dice funcionar, funciona. Muchos creían lo contrario. Ahora, tal vez, dejen de machacar y estén más dispuestos a escuchar, y aporten algo.

¿Se puede gobernar con 84 diputados? Esa es la gran incógnita del asunto. Pedro Sánchez no lo va a tener nada fácil. Y en estos dos años de legislatura tendrá que demostrar su talla política y llegar a acuerdos con unos y con otros.

Pero a pesar de todo, incluso de los riesgos que conlleva un cambio tan repentino, son muchos los españoles esperanzados con este nuevo nombramiento. Continuar instalados en el inmovilismo y en la negación de los problemas no nos estaba llevando a buen puerto. Más bien al contrario. Aquí, en Cataluña, las posiciones se estaban extremando hasta el punto de que un problema político se estaba convirtiendo en un conflicto civil. No podemos ser un país próspero divididos en bandos. Ahora es necesario tender puentes.

Por encima de las ideologías deben estar las necesidades de los ciudadanos. Y Rajoy ha pecado de no escuchar lo suficiente, sobre todo de no escuchar a tiempo. Además, la corrupción lastraba su autoridad moral para defender la ley y la Constitución frente a quienes pretenden acabar con ellas.

El primer tuit de Sánchez dice: «Construir un país que no deje a nadie por el camino». Me parece un muy buen comienzo.

Ahora que la democracia española ya no está en cuestión, todo se verá más claro. Veremos si es posible llegar a acuerdos. Pero, sobre todo, saldrá a la luz quién está verdaderamente dispuesto a negociar. Hasta ahora todo era o blanco o negro. Espero que este Gobierno tenga una mirada más femenina y que se recuperen los grises. Esos que permiten alcanzar grandes consensos y nos ayudan a ser una mejor sociedad, mas plural, transparente y justa.

Espero también que Sánchez gobierne con más sensibilidad que Rajoy, pero sin olvidar que en Cataluña la mitad de los catalanes no quiere la independencia. Pacto sí, diálogo también, más sensibilidad por supuesto, pero sin olvidarse de los catalanes que no son independentistas.

Nace un gobierno que tiene grandes retos por delante. Esperemos que esté a la altura de las circunstancias. Y que, por el bien del país, todas las fuerzas políticas implicadas muestren grandes dosis de empatía y pragmatismo.