Dos amigos. Uno le dice al otro, ambos más o menos carlancones: «Si vas a salir por ahí a ligar es recomendable que te proveas de una caja de preservativos». Y el aconsejado responde: «Sí, claro, como para ponerle peso estoy yo».

Traslademos, como metáfora, esta anécdota seguramente incorrecta (como es propio de los buenos chistes) a la política, y ahí tenemos a López Miras. Ya sufría bastantes problemas con el Gobierno de Rajoy, de su cuerda, y ahora se le añade el inmediato desembarco en los cargos de representación institucional de la Administración central en la Región de Murcia de indudables activistas en su contra, justo después de que presumiera de disponer de un equipo extra de colaboradores, delegados desde Madrid, al margen de los que son propios de su jurisdicción. Es decir, si el presidente de la Comunidad ya tenía grandes dificultades para mantener activas las demandas de su Gobierno ante Moncloa a través del control de los cargos de ésta delegados en Murcia, en la nueva fase que se abre con un Gobierno socialista en España, tendrá que contemplar las reglas del nuevo modelo, por muy extraño que le parezca. En el diseño de su carrera hacia las elecciones autonómicas de 2019, en el que ya parecía complicado mantener enhiesta la política del PP, le ha caído un peso nuevo: la desactivación de los cauces de influencia ante la política nacional a través de los cargos públicos nombrados por Madrid que aparecían como recomendados por él. Otra cosa es que hasta ahora el ´control´ de las delegaciones haya surtido efecto, que ni poco ni mucho.

De hecho, el principal ariete de la Administración central en Murcia, el delegado del Gobierno, era presentado como el undécimo consejero de López Miras. Para transmitir esta imagen, la toma de posesión, en su día, de Francisco Bernabé se escenificó en el palacio de San Esteban, sede del Gobierno regional, algo insólito en la historia de la autonomía murciana. Bernabé, se quería sugerir, aun representando al Gobierno central, trabajaría fundamentalmente para el Ejecutivo murciano. Ni siquiera era una insinuación. El propio protagonista lo confirmaba: «Soy un consejero más del Gobierno murciano». Pues bien, según esta lógica, López Miras acaba de perder a un consejero y en su lugar tendrá que entenderse con un adversario (o adversaria, si atendemos a ciertos rumores). Y así en todas las plazas administrativas supuestamente conquistadas por el hecho de que, en el periodo que se acaba de cerrar, coincidían en Murcia y en Madrid Gobiernos del mismo color.

No obstante, el presidente murciano tal vez podría agradecer al PSOE que lo libere del presidente de la Confederación Hidrográfica, Miguel Ángel Ródenas, un delegado incómodo ya desde los tiempos de Pedro Antonio Sánchez, sobre el que la hoy exministra Tejerina ha hecho oídos sordos a las presiones para su destitución. No habrá mal que por bien no venga, visto desde los intereses de San Esteban, si finalmente el nuevo Gobierno central decide retocar todos los cargos provinciales.

La agenda de López Miras no era especialmente espectacular en sus relaciones con el Gobierno central, y esto a pesar de que parecía caerle en gracia a Mariano Rajoy, quien hasta lució en el debate de la moción de censura (al menos durante el tiempo en que estuvo presente) una corbata de la firma cartagenera Pequeña Moma que el presidente murciano le regaló durante el encuentro que ambos mantuvieron en la ciudad portuaria cuando el gallego se desplazó hace meses para la boda de la hija de un amigo. Una corbata verde con pececillos azules (tal vez sobrevivientes del Mar Menor) que no le trajo gran suerte, pero que llamó la atención al sobresalir en un vestuario previsible. Tal vez López Miras debiera adquirir otra corbata (de color rojo esta vez, adornada con blancas gotas de lluvia) para Pedro Sánchez y entregársela en el encuentro solicitado con urgencia que es probable que se celebre, por mucha dilación que se produzca, con más premura que el que mantuvo con Rajoy tras su investidura como presidente murciano (recuérdese que el jefe del Gobierno nacional no se dio mucha prisa en hacerse el selfie con López Miras; tan poca se dio que empezó a resultar ofensivo para todos los murcianos tan dilatado tiempo de espera, aun tratándose de una cita protocolaria).

El dilema es obvio. A partir de ahora, López Miras podrá pretextar que los asuntos estratégicos pendientes en la Región (la mayoría heredados de la gestión de Valcárcel, que lo dejó todo empantanado) no concluyen por inacción del Gobierno socialista, pero también podría sentirse aliviado si Sánchez retoma el programa máximo para adecuarlo al posibilismo. Por ejemplo: estación del AVE en Beniel hasta tanto no concluya el soterramiento. Y ahí se acaba el problema con la Plataforma, pues es lo que ésta reclama. Otro ejemplo: impulso de la desalación, otra vez con Narbona en el ministerio correspondiente, para resolver el conflicto del agua. Y un tercero: apertura en el primer trimestre de 2019 del aeropuerto de Corvera, si es que es cierto que está todo listo, aunque López Miras deba compartir la foto de la inauguración con un ministro socialista. Y así. Si desde el PSOE de Murcia no se modela la política actualmente vigente, pero sin renuncia de los objetivos, el resultado será, por ejemplo, que el nuevo delegado (o delegada) del Gobierno tendrá que seguir enviando la poli a las vías, y la conclusión será para muchos que PP y PSOE son dos caras de la misma moneda.

En resumen, dado que la alta política de agua e infraestructuras de la Región depende del Gobierno del Estado, si los socialistas se aplicaran en este tramo a resolver los asuntos pendientes sin enfrentarse a los ciudadanos como ha hecho el PP, López Miras no podría replicar, y a la vez tendría que plegarse a ser protagonista, de modo que el ´disgregador´ Gobierno socialista tal vez resultara más resolutivo para ofrecer un final feliz a la enredada herencia de Valcárcel que los distraídos habitantes de la Moncloa hasta anteayer. Esto, claro, si los socialistas actúan con inteligencia, que está por ver. Los asuntos que entretendrán a Pedro Sánchez en sus primeros pasos no son precisamente los que afectan a la Región de Murcia, de modo que el test del cambio no será para el nuevo presidente del Gobierno, sino para los dirigentes del PSOE murciano, que tendrán que poner al día sus planes políticos, ya en la condición de sostenedores directos de la gestión del Gobierno central. Y esto, teniendo en cuenta que cualquier cosa que propongan o decidan será sustantiva para el futuro, en el supuesto de que el Gobierno de Sánchez podría ser de poca duración y, por tanto, lo que ocurra durante el paréntesis antes de las próximas elecciones generales será determinante para la credibilidad del proyecto que presentan en esa ocasión.

El PSOE se lo juega todo en este momento, incluso a pesar de sus limitaciones, que son obvias. Para salir vivo de este experimento sin gaseosa debe transmitir al menos una impresión de voluntad. Esto significa abordar los mismos problemas en que se enreda el PP, pero hacerlo de manera más resolutiva y de acuerdo con las demandas ciudadanas. A la vez debe atajar al PP para evitar que éste pretexte en el cambio político tras la moción de censura el motivo de los fracasos que ya eran evidentes con un Gobierno central en sintonía.

Es la hora de la política, y aquí van a quedar todos retratados según voluntad y capacidad. Casi podríamos decir que esta inesperada fase constituye, en la práctica, un máster de excelencia (real, no al estilo Cifuentes o Casado), incluso al margen de resultados. En las horas difíciles es cuando los partidos se la juegan, como aquel tipo del anuncio de Brummel. La lección primera de todo esto es que, por fin, la corrupción se paga y son los propios políticos quienes hacen efectivo el cobro con independencia de la tolerancia ciudadana, educada hasta ahora en la indiferencia inducida por los propios corruptos y la teoría rajoyana del ´mal inevitable´ frente al cual lo importante es que la gestión política genere provecho aunque haya que taparse la nariz. El cambio de paradigma establece: primero, la decencia. Pero la moraleja no será bien interpretada si la consecuencia es la inoperancia política.

El PSOE ha permanecido hasta ahora, tanto en España como en la Región en un espacio de sombra. La percepción, antes del resultado de la moción de censura era que mientras se desplomaba el PP venía a sustituirlo Ciudadanos, que iba como una flecha en las encuestas. Los socialistas no encontraban su lugar, su espacio, su identidad. Rajoy, que era una fábrica de producción de nacionalistas catalanes, entró en competición con Rivera, pero era éste quien producía a su vez nacionalistas españoles, orgullosos de revelarse como tales sin sufrir el estigma de la ranciedad del PP. En definitiva, Rajoy trabajaba para Rivera, claro que a su pesar. Y en esto llegó Sánchez, y al menos de momento ha dispersado las piezas del ajedrez, rompiendo la partida. Así están las cosas ahora mismo, sin orden en el tablero. Por tanto, dependerá del PSOE, que juega con las blancas, iniciar la nueva partida. Puede ser un desastre, pero puede que les dé tiempo a esbozar un apunte de lo que podría ser una nueva política. De ellos dependerá.

Mientras tanto, en términos locales, a López Miras le ha caído un peso encima. Y seguro que no está para chistes.