Tiene que ser el calor, que ya ha llegado para quedarse. Porque no puede ser, no ganamos para sustos, para disgustos ni para sorpresas. Que alguien pare el mundo, porque el ritmo es cada vez más frenético. No salimos de una para meternos en otras y no podemos profundizar en nada, porque todo pasa tan rápido, es tan efímero que, antes de que nos demos cuenta, lo olvidamos. Y no, no sé si sobreviviremos a tanto cambio de golpe. No nos dejan ni tomar aire. Ya nos tienen histéricos y aún quedan dos semanas para el inicio del Mundial de fútbol. Y claro, tantos frentes tenemos abiertos, que no conseguimos centrarnos en nada, que vamos saliendo del paso, que no podemos saborear nada. ¿Quién se acuerda de que el sábado pasado el Madrid fue otra vez campeón de Europa? Sí, hace justo hoy una semana, siete días. Pero parece que ha pasado un mundo. Zidane, Ronaldo, Bale y compañía se han encargado de que un momento tan dulce se le amargue al madridismo. El mejor futbolista del mundo para muchos también es el mayor aguafiestas. Ni un minuto dejó el portugués al Real Madrid para alzar la Copa hasta el cielo deportivo que acababa de tocar su equipo. Un triunfo se transformó en un drama. Así, en un pis pas, casi sin tiempo para coger aire. De la gloria al terror en un mal paso. Que se lo digan a nuestro Efesé, que saboreaba las mieles de un añorado ascenso, cuando se dio un batacazo que nos dejó a todos mudos, sin saber qué decir, hundidos. Ese gol en el último suspiro y en propia puerta nos lo metimos todos. Y sí, ahora toca levantarse y coger otro tren, pero mucho más lento y que tarda mucho más en llegar al destino, si es que no se avería por el camino.

En fin, que no quiero ser pesimista, pero es que en esta ciudad llevamos tanto tiempo dejando escapar el tren de la modernidad que, ahora, resulta que ese AVE para el que se han dado tantas fechas de llegada que ya han caducado ni siquiera está sobre los papeles y nos hablan, de nuevo, de informes, anteproyectos y otros muchos términos que los políticos usan y manosean a la perfección para prometernos el oro y el moro, cuando no hay nada de nada. Pero eso les da igual o, al menos, no les importa tanto como los resultados de las encuestas sobre intención de voto y, sobre todo, como los diputados, senadores o concejales que pueden conseguir a costa de promesas que ni siquiera saben si pueden cumplir y de hacer ruido contra la gestión del contrario y apuntarse el tanto. Porque lo que les importa a muchos es el cargo, es el sillón, a unos y a otros. El bien de Cartagena y los cartageneros y el futuro de España y los españoles es secundario puede esperar, como esa magnífica estación de Renfe que Beltrí nos dejó al final de la avenida América, que lleva años esperando el AVE prometido, pero también una reforma que tampoco llega nunca.

Tan sorprendentes han sido algunas cosas que han pasado esta semana que cuesta creerlas, pero son tan reales como el regalo que el ya conocido mundialmente portero Karius le hizo a Benzema y que, por muy increíble que fuera, abrió el camino del triunfo histórico del Madrid y al que le dio continuidad Bale con una genialidad y otra pifia del guardameta del Liverpool. ¿Quién lo hubiera dicho hace apenas unas semanas? Benzema y Bale, casi defenestrados para el madridismo, sellando el triunfo que agranda la leyenda del equipo blanco. No me extraña que Ronaldo se enfadara: toda la fase de grupos y la liga de campeones perforando las porterías de sus rivales para que, al final, lleguen las dos B y se coman a la C en el momento culminante. Algo parecido debió sentir ayer Rajoy. Ahora que España va medio bien o, al menos, no tan mal como cuando la cogió por los cuernos, llega Sánchez con una filigrana que le rescata del pozo en el que parecía atrapado y le arrebata el protagonismo. Ahora, al líder del PSOE le toca torear unos cuantos miuras que le quieren cornear, aunque de eso, de gobernar con una minoría casi ridícula, sabe muy bien su colega de partido en Cartagena. La alcaldesa Ana Belén Castejón puede ilustrarle muy bien sobre cómo gobernar un Ayuntamiento con menos de un tercio de los concejales que lo integran.

Le puede contar que ella también tiene algún que otro miura al que torear, pero que aún así, ha conseguido, contra todo pronóstico, en el último momento y al filo de lo imposible aprobar unos presupuestos para 2018 con el mayor consenso en la historia del Consistorio. Y eso después de haber superado y aparcado, unos y otros, desprecios, traiciones, insultos y faltas de respeto. Y también le puede contar que, a veces, la mejor opción es escuchar a los ciudadanos, cuya paciencia es tan infinita, que en lugar de despotricar contra los despropósitos de sus gobernantes, plantean propuestas como la que ha puesto sobre la mesa la Federación de Asociaciones de Vecinos de Cartagena para conseguir lo que ellos han sido incapaces de lograr: el consenso de todos, grupos políticos, empresarios y ciudadanos para la llegada del AVE cuanto antes. Además, ahora Castejón tiene más fácil convencer al Gobierno central de que acepte el cambio de planes que plantean para la entrada del tren por Alumbres, Los Camachos y la carretera de La Unión, porque quien manda hoy es su jefe. Mañana, Dios dirá.

Así que aprovechemos el momento, porque basta un segundo, un error, un gol, una desgracia, un triunfo, un fracaso, una decisión, un voto, un anuncio, un enfado, una duda, un chasquido, un sí o un no para ponerlo todo patas arriba y que la vida nos cambie, sin darnos cuenta, en un instante. Porque el tren se va y, si no lo cogemos a tiempo, nuestro AVE se irá volando otra vez, nuestro Mar será cada vez Menor y nuestra historia será distinta. Nuestra vida pasará en una continua e inevitable transición, sin que lleguemos a ninguna parte. Fin del trayecto.