Aeropuerto de Adolfo Suárez, Madrid, 12 de mayo de 2018, 17:00 horas, un Boeing 737-800 de la compañía Turkish Airlines aterriza y poco a poco los pasajeros del vuelo procedente de Tel Aviv, Israel, que hizo escala en Estambul abandonan el avión y acceden al interior de la estación aeroportuaria donde realizan una breve y contenida averiguación de identidad mediante el pasaporte en el control de acceso al país, a través de los agentes del Cuerpo Nacional de Policía. Ahí terminaba la expedición en Tierra Santa que una pequeña delegación española formada por la periodista balear y colaboradora de la agencia Efe Paula Gómez de Tejada, el politólogo zaragozano Ignacio Ortiz Palacio y el que suscribe, también politólogo y funcionario municipal Miguel Ángel López Cano, murciano de adopción y blanqueño de nacimiento.

Este pequeño grupo de trabajo tuvo el honor de ser invitado a un ciclo de conferencias bajo el título Cultura y Civilización entre paz y estabilidad en Jerusalén al que asistieron numerosas organizaciones internacionales, Mensajeros de Paz de Naciones Unidas, así como personalidades de la cultura y sociedad europea movidos por la defensa de una ´Cultura de Paz y entendimiento´, con independencia religiosa o política. Los actos se desarrollaron el 9 de mayo en la Universidad de Al-Quds de Jerusalén y la organización corrió a cargo de la organización danesa de Embajadores de Paz ´Hamsah Samah Cultural Society´. Los ponentes debatieron principalmente la especial relevancia de Jerusalén como cuna de las religiones y como centro cultural, intelectual y de civilización, así como las formas de establecer puentes entre culturas, además de arrojar luz hacia la comunidad internacional de los avances en este sentido durante los últimos años.

Pese a la pacífica empresa, transparencia y claridad de la misión de este encuentro internacional, los hechos no se desarrollaron con normalidad, unos cuarenta invitados no pudieron asistir porque se les negó la entrada en las fronteras, algunos de ellos palestinos con pasaporte europeo, a otros tantos les desaparecieron las maletas en el aeropuerto de Tel Aviv. En el interior del aeropuerto de la capital israelí un pequeño ejército de mujeres jóvenes ejercían un papel interrogatorio, exhaustivo, ausente de rubor a todos los que llegaban y partían; el simple hecho de portar un botellín de agua comprada en Belén, zona palestina, era motivo de provocar algún incidente previo a la facturación. La pericia, fluidez y frialdad en el gesto con la que disparaban las preguntas impactaba porque estas jóvenes no haría mucho debieron salir del instituto. El adiestramiento se apreciaba impecable, la disciplina férrea y el control de la situación absoluto.

Durante esos tres días que duró la expedición pudimos comprobar ´in situ´ los distintos enclaves del conflicto, en los que el vergonzoso y desgarrador muro que separa pueblos, personas y credos se acomodaba por las colinas de la ciudad antigua de Jerusalén sin intención de extinguirse. En el interior de esta ciudad santa encontramos a otro ejército, mucho mas numeroso, compuesto por jóvenes israelíes de ambos sexos de entre 18 y 25 años vestidos con indumentaria y kit militar completo, que siempre incluía metralleta en mano. ´Custodiaban´ cada esquina, ya fuera palestina, cristiana o judía de la ciudad santa en la que turistas, comerciantes, religiosos y lugareños transitan a diario por esta zona hostil.

Las ciudades de Belén o Ramala, en Palestina, sorprendieron a la delegación española por el interés y conocimiento que sus conciudadanos tenían de nuestro país. Reconocían las trayectorias de personalidades políticas y deportistas españoles. Sabían de nuestra cultura gastronómica, del cultivo extensivo del olivo y de la fruta de hueso, así como la celebración del Festival Murcia Tres Culturas. Respecto al trato recibido por estas gentes imperaron la amabilidad, la cordialidad, la corrección, los buenos gestos y una sensación de familiaridad por la cercanía de compartir rasgos identitarios y culturales que bañan las mismas aguas, el Mediterráneo.

Las Tierras del Mar, Canaán o Filistea, como se menciona en los textos sagrados, fueron habitadas hace mas de 4.000 años por este pueblo. Hoy en ellas se confiscan territorios y derechos fundamentales como el de la vida o el de la libertad, hay mas de trescientos palestinos menores de doce años encarcelados por el Estado israelí. En este Estado, que ha extendido sus fronteras mas allá de la linea que hace setenta años se acordó para su término fronterizo, se incumplen los acuerdos de Oslo de 1993 y no se atienden las Resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU 476 y 478 en las que taxativamente se desaprueba que la ciudad de Jerusalén sea la capital del estado israelí, sino la ciudad del entendimiento y la convivencia pacífica, hecho que cristianos y palestinos respetan con sabia serenidad y paciencia. También se incumple la resolución 2334 de diciembre de 2016 , en la que se califica de ´flagrante violación´ los asentamientos de colonos judíos en tierras palestinas, en concreto en Gaza y Cisjordania. Los palestinos sólo disponen hoy en día del 22% de su territorio, pactado en 1948, se han destruido 418 poblaciones a cargo de Israel y se ha desplazado forzosamente al 70% de la población palestina.

Eran las vísperas del setenta aniversario de la proclamación del Estado de Israel y también el recuerdo de un hecho fatídico para el pueblo palestino que conmemora la ´Nabka´, término con el que los palestinos recuerdan la catástrofe de la persecución de su pueblo en su propia tierra. Para dicha celebración, el presidente de EE UU, Donald Trump, anuncia el traslado de la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén, alimentando la incertidumbre y provocando un revés en la sociedad palestina, puesto que toda la comunidad internacional ha reconocido al Estado palestino, incluso la Santa Sede, y observan con recelo este movimiento del Gobierno estadounidense, único país que no reconoce a Palestina. Al día siguiente miles de ciudadanos salieron a la calles de Gaza a protestar por este incumplimiento de la legalidad internacional, que suponía el sacrificio político a la esperanza de paz en la zona. Más tarde se produjo el sacrificio humano, sesenta palestinos murieron, incluido un bebé de ocho meses y mas de 2.000 resultaron heridos porque el Gobierno israelí, haciendo un uso desproporcionado de la fuerza lanzó bombas con gases lacrimógenos contra los manifestantes.

Parece que algunos pueblos olvidan la historia que, por suerte o desgracia, siempre corrige, unas veces en el tiempo, otras, a posteriori. Es la propia historia la que nos recuerda la posición final de las partes ante hechos tan graves y la que constantemente nos recuerda la ´teoría del hilo´: estirar, pero nunca hasta romper.

El mundo entero espera que quien haya secuestrado el vuelo de la Paz lo deje libre, porque ya a estas alturas del conflicto sabemos quiénes son los responsables de los que depende gran parte de elementos que facilitarían la paz mundial, y ellos sabrán en qué habrán contribuido para conseguirla o perderla para siempre, han forzado que la paloma se pose sobre su tejado. En sus manos estamos.

Mientras tanto, los gentiles aguardaremos inquietos pero con esperanza el presente inmediato que se vislumbra algo más nublado que ayer, en particular en esa tierra que no alcanza a ver la luz de la paz sobre sus imponentes colinas, el lugar elegido por los dioses para convivir, el Reino de los Cielos, en Tierra Santa, en Tierra Hostil.