La trama Gürtel vuelve al candelero, tras casi once años de peripecias judiciales, con una season finale explosiva: primeras condenas firmes, algunas cantadas (a Correa, a Bárcenas, al PP como ente jurídico), otras menos obvias (a Rosalía Iglesias, a Ana Mato) e incluso absoluciones sorpresa (a Álvaro Pérez, el Bigotes). El interés de la serie vuelve a subir tras unas cuantas temporadas en las que (reconozcámoslo) la cosa languidecía. El continuo chorreo de imputados, la creciente complicación, la abundancia de spin offs, subtramas y piezas separadas, y el excesivo metraje hacían bostezar a más de uno.

Como serie televisiva, además, Gürtel es poco creíble. Tú ves La que se avecina, o Breaking Bad, o Juego de tronos y te dices: puede pasar. Los guionistas de esta tragicomedia pseudoberlanguiana, sin embargo, no se sabe qué fuman. Acordaos cuando entró en escena, en la temporada 5, Marcos Benavent, a.k.a. el yonqui del dinero. No me digáis que no pensasteis amos, hombre, esto no se lo cree nadie. Todo lo relacionado con ese personaje adolece de irrealidad. La última, con la detención de Zaplana (que es ese señor de quien dice el PP que pertenece al pasado, pero que mantenía refugiado en el Consejo Social de nuestra UPCT hasta hace seis días), ya es de traca: el exministro se olvidó un manual de blanqueo en el falso techo de un piso en Valencia que le vendió hace unos años a un imán sirio, que al descubrirlo se lo remitió a Benavent, amigo personal. Anda ya, troncos. Y qué más. Sacad un dragón echando fuego, que total.

Es difícil no tomarse la Gürtel (y le queda mucha tela por delante) como un largo culebrón, algo que siempre tiene puesto de fondo tu abuela después de comer y que lleva en antena desde antes de la TDT, como, no sé, Cuéntame cómo se lucró, o Mangar en tiempos revueltos. Tras la sentencia, gran parte de la oposición ha salido a lucirse, pero aún no sabemos si como políticos con hambre de gol, decididos a quitarle de las manos los PGE recién aprobados a una banda que, según los jueces, no debería estar gestionando ni la porra del mundial del bar de abajo, o como galanes de medio pelo más interesados en permanecer en el reparto hasta la temporada 58.

Esa sucesión de planos y contraplanos entre Pdro y Albert, esas poses seductoras mientras deshojan la margarita («Yo la presento y tú me la apoyas». «No, tú la retiras y convocamos anticipadas». «No, mejor convoco yo en unos meses». «No, en unos meses no, enseguida, que me conviene más». «No, me quedo hasta Navidad». «No, pues entonces no te la apoyo») no hacen presagiar nada bueno.

A ver, coleguis, que para personajes ambiguos ya tenemos al yonqui del dinero. Y creíble, lo que se dice creíble, pues por ahí va.