El artículo Vuelva usted mañana, de Mariano José de Larra, escritor y periodista español del XIX, ha quedado en el imaginario español como algo que representa como ninguna otra cosa la pereza que siempre se adjudicó al funcionariado español a lo largo del tiempo. Un funcionariado que secularmente estaba mal pagado (no es el caso de ahora) y que se cobraba con sus excesos de dejadez, con su desidia hacia el administrado, el mal trato que creía percibir. Así es que ese Vuelva usted mañana ha quedado, incluso para los que nunca leyeron un libro, como ejemplo de la burocracia y de todos los que muestran desinterés por las obligaciones de su profesión.

Verán, una amiga fue a empadronar a su hijo. No un recién nacido, no. Un chico algo mayorcito que hace tiempo se vio obligado a salir de esta tierra en la que nació, y a la que ama, porque a determinadas edades hay que buscarse la vida donde sea. Pues bien, la vida ha sido generosa con él y ahora puede volver a esta tierra suya, con sus padres, con sus amigos, con sus recuerdos. Y necesita empadronarse, miren por donde. Algo muy normal, que bebería ser muy sencillo y que, por esas cosas de la administración, aquí se puede convertir en un dilema.

Su madre (las madres sirven tanto para un empadronamiento como para las cosas más insospechadas de los hijos), que también es nacida y criada en Murcia, su marido también y toda su familia (más de siete apellidos murcianos, por lo menos) se dispone a empadronarlo, porque quién mejor que una madre para hacernos la vida más fácil y quitarnos esos pequeños problemas que pueden amargar nuestra existencia. Bien, lo de pequeños problemas es un decir, porque esa madre abnegada (abogada y todo, que ya es decir) se dispone a iniciar los trámites de este engorroso (engorroso ahora, ella nunca lo hubiese pensado así antes) trámite. Y se dirige a la plaza de los Apóstoles de Murcia, porque al parecer era el sitio adecuado para tamaño proceso. Y no, ahí no le atienden. Oficina cerrada, y la remiten a la plaza de Europa. Y allí se encamina, alegre y feliz porque su hijo hará realidad ese ansiado deseo de volver a ser murciano, oficialmente murciano, porque él lo ha sido siempre.

Allí, en la plaza de Europa, le dicen que si quiere presentarlo tardarán dos o tres semanas en hacerlo porque ellos solo son un registro y han de mandarlo a la inscripción correspondiente que, al parecer, está en la plaza de la Pólvora. Y añaden: ha de pedir cita por Internet para acudir allí (me pregunto qué hace la gente 'normal' en Murcia que desconoce eso de Internet, que los hay, si no pueden solucionar sus cosas por la vía de toda la vida de Dios). Y sí, los conocimientos sobre la vida moderna de esta abnegada madre dan para conocer el funcionamiento de Internet (ya les digo que es universitaria), pero miren por donde le dan cita parta el día 30.

Sí, desde el día 19, en que ella pide ese empadronamiento, no lo logrará hasta el día 30. Es decir, doce días después.

Ante este absurdo, no puedo por menos de acordarme de Larra, un madrileño del siglo XIX. Pero es inevitable rememorar también a un tal Franz Kafka nacido en el siglo XVII, en Bohemia, en el Imperio austrohúngaro, y resaltar la coincidencia de ambos en la globalización del siglo XXI porque ya sabemos que algo kafkiano, o 'venga usted mañana' lo decimos ahora al referirnos a cosas o situaciones absurdamente complicadas, extrañas, como las que describía Kafka: asunto kafkiano, broma kafkiana. En definitiva, 'venga usted mañana'. Como esa ciudadana que clama en el desierto para poder empadronar a su hijo. Nacido en Murcia y que quiere volver a ella. Sí, algo kafkiano.

¿De verdad ha de ser tan complicada la Administración pública?