En los últimos meses las mujeres de todo el mundo hemos salido a las calles para manifestar nuestro descontento y gritar alto y fuerte que se acabó, que estamos hartas. Hartas de que se nos mire como a un trozo de carne que sirve para satisfacer las «necesidades naturales» del sexo masculino porque los hombres, pobrecitos, no pueden reprimirse por culpa de sus hormonas, aunque digamos NO una y otra vez. Estamos muy, pero que muy cansadas, de que se nos cuestione cuando somos violadas si no hemos opuesto una resistencia feroz que ponga en riesgo nuestra integridad física. Estamos hartas de que se nos golpee hasta la muerte cuando decidimos cambiar nuestra realidad cotidiana y dejar de aguantar golpes y vejaciones de todo tipo. Estamos hartas de que se nos ignore y se nos ningunee en los contenidos de los libros de texto, de tal modo que los avances científicos, la producción artística y literaria, las teorías filosóficas, los grandes inventos y todos los avances de la humanidad han ocurrido sin nuestra participación. Estamos hartas de que, a pesar de estar tan preparadas como ellos, nos tengamos que conformar con ocupar puestos de menor responsabilidad y, además, peor remunerados.

Sí, las mujeres estamos hartas, muy hartas.

Se nos vendió el cuento del príncipe azul que nos miraría con ojos enamorados y, sin preguntar, nos cogería por la cintura para subirnos en su caballo blanco y nos llevaría a su palacio en el que viviríamos felices y comeríamos perdices por siempre jamás. Y durante mucho tiempo nos lo creímos.

Afortunadamente algo está cambiando. Las manifestaciones multitudinarias con motivo del pasado 8 de marzo han marcado un antes y un después. Ya no nos conformamos con sentarnos a esperar. Hemos decidido no callarnos y hemos dado un paso al frente para denunciar cada una de las injusticias y atropellos a los que nos vemos sometidas.

La sentencia contra La Manada ha detonado un movimiento sin precedentes. Muchas mujeres han dado un paso al frente y han contado las situaciones de acoso y las violaciones que han sufrido, calladas durante años. Se nos ha educado para aguantar y callar. Pero eso se acabó y nuestra voz empieza a oírse cada vez con más claridad y en todos los ámbitos de la sociedad.

Porque si queremos, todas juntas podemos empezar a cambiar el cuento.

Un ejemplo reciente es la decisión de la academia sueca de no conceder este año el premio Nobel de Literatura debido al escándalo de acoso y abusos sexuales en el entorno de la academia. En noviembre del pasado año 18 mujeres acusaron públicamente al fotógrafo y dramaturgo Jean-Claude Arnault al que ya se conoce como 'el Weinstein de la literatura'. Sus abusos ya habían sido denunciados ¡hace 20 años! por una de sus víctimas a través de una carta a la academia, pero la institución miró hacia otro lado e ignoró la denuncia. Los abusos se cometieron durante, al menos, diez años y al parecer eran muchos los que los conocían y sospechaban, pero callaron y trataron de ocultarlos.

También en el mundo del cine las mujeres han dicho basta. En el reciente Festival de Cannes, y siguiendo el camino iniciado por el movimiento Me Too, 82 mujeres cineastas, una por cada película dirigida por mujeres y seleccionada para participar en esta edición (frente a las 1.645 dirigidas por hombres) desfilaron por la alfombra roja para pedir justicia e igualdad. Y es que las cifras ya aburren: en los 70 años de historia del certamen sólo una mujer, Jane Campion, ha ganado la Palma de Oro y lo hizo ex aequo con un colega masculino.

Desde luego que estamos hartas.

Es el momento de darle la vuelta a las cosas, de reescribir el cuento. De decirle al príncipe que no nos da la gana de subirnos a su caballo. Que, si subimos, será porque nosotras queremos. Y para ello es necesario que toda la sociedad adquiera compromisos reales para formarse en igualdad. Es fundamental que de manera inmediata y sin más excusas se pongan en marcha todos los planes y pactos suscritos por las administraciones, como el Pacto de Estado contra la Violencia de Género o los Planes de Igualdad en el Sistema Educativo.

Las mujeres, y los hombres que nos apoyan, no vamos a callarnos. Vamos a seguir saliendo a la calle, reuniéndonos en foros, juntando nuestras voces para, entre todas y todos, reescribir el cuento y conseguir una sociedad definitivamente igual para todos.