El Gobierno regional del PP no sabe qué hacer con la cultura. No digo solo el Gobierno de López Miras, el actual, sino también los anteriores. Llevan veintitrés años sin saber dónde colocar un departamento que el Estado cedió a la Comunidad, más tempranamente que ningún otro, con todas las competencias. Y en el que se han sucedido, en la etapa popular, todas las incompetencias.

No les encaja la Cultura, no saben qué hacer con esa pieza. No es un consuelo que el conjunto de la oposición esté tan perplejo como el propio Gobierno y que no haya voces desde la instancia política que promuevan ideas acerca de cómo actuar en ese campo o que ni siquiera se planteen la Cultura como una prioridad. Ese será el problema de mañana, si es que hay un mañana en que otro partido, o una coalición de partidos, sustituya al PP en el poder. De momento, gobierna el PP. Y con él hemos visto que la Cultura es una consejería móvil que va de acá para allá, como si se tratara de una ficha que nadie sabe cómo colocar en la ruleta, si en las casillas rojas, en las negras o en las pares, en las impares, en el cero o en todas a la vez o en ninguna.

Unas veces va unida a Educación, y se nos convence: «La Cultura es la consecuencia de la Educación». Perfecto. Pero inmediatamente después la colocan junto a Turismo, y dicen muy razonablemente: «El Turismo de calidad es esencialmente cultural». Vale. Después, la colocan en Presidencia, con una directora general especial adjunta al propio presidente de la Comunidad para tratar de evidenciar que la Cultura es uno de los objetivos primordiales del jefe del Gobierno; el ingenio dura lo que dura la incompetencia de esa directora general y del propio presidente, de modo que regresa a Educación. Todos encantados: Educación y Cultura son dos caras de una misma moneda. Pero al poco nos vuelven a contar que el lugar natural de Cultura es junto a Turismo. Y ya, cuando nos habíamos acomodado a ese esquema, llega López Miras y le añade Medio Ambiente, tal vez porque los productos culturales, más que otros, están obligados a ser respetuosos con la conciencia ecológica del personal. Cualquier explicación es buena si no fuera porque, antes de la última, nos habían tratado de convencer de todas las otras combinaciones posibles.

Estoy por asegurar que en estos últimos veintitrés años, la Administración autonómica se ha gastado más dinero en rótulos de fachada, indicativos de despacho y renovación de papel timbrado con las actualizaciones de la denominación del departamnento de Cultura que en las precisas inversiones que el departamento exige para el cumplimiento de sus objetivos. Está claro que exagero, pero si solicitáramos un extracto de las facturas que reflejan los cambios de placas, papel de cartas, sobres, tarjetas de visita y modificaciones informáticas podríamos llevarnos las manos a la cabeza.

No se trata solo del juego de birlibirloque a que nos convoca cada renovación de Gobierno, en la que la incógnita principal es dónde esconderán los departamentos de Cultura y Medio Ambiente, que bailan más que Travolta en sus buenos tiempos, sino también de la concepción que sobre la política a desarrollar emiten los múltiples y sucesivos consejeros. Veamos los dos últimos, miembros del equipo del presidente López Miras. Cuando éste tomó posesión de su cargo destinó esa cartera a Javier Celdrán, y éste, antes que nada consejero de Turismo, dictó un mensaje claro: la cultura es una industria y como tal ha de ser potenciada. Habrá a quienes esta idea les parezca mal, pero es una idea. Adelante con ella. Sin embargo, al año justo del mandato de Celdrán, el mismo presidente decide que será Mirian Guardiola quien se encargue del departamento, y ésta declara, el pasado domingo en una entrevista a este periódico: «Apostamos por el fomento de la cultura, no por su rentabilidad». ¿En qué quedamos? ¿La cultura es una industria que debe ser potenciada como tal o es un bien general que ha de ser financiado por la Administración sin atender a un retorno económico?

Dos ideas radicalmente distintas, dos concepciones irreconciliables. Y en Gobiernos del mismo partido, dirigidos por el mismo presidente, y en el que el consejero anterior a Guardiola mantiene plaza con otras competencias y la misma filosofía sobre sus competencias actuales: «El Medio Ambiente es empresarialmente rentable». ¿Cuántas sensibilidades desparejadas hay en ese Gobierno? ¿O es que están de acuerdo en todo, pero no saben qué hacer con la maldita Cultura? ¿Será que no tienen idea sobre nada y cada día se inventan una teoría para justificar la última ocurrencia?