Cuando me disponía a redactar la columna de hoy he tenido que dejar de hacerlo, ya que, por un rato, me he quedado con la mente en blanco. Me he desconcertado porque se ha producido en mi interior una especie de apagón que me impedía saber quien era, que hacía, acordarme de cuestiones recién realizadas y, lo más curioso, no era consciente de estar redactando mi colaboración semanal.

Cuando he vuelto en mí me he preguntado si lo que me había sucedido les ocurriría a otras personas. Repasando, me tropiezo con una situación que, por ser muy corriente, prácticamente no reparamos: la 'mente en blanco' que ataca a ciertos personajes políticos. Ha sido un momento curioso porque son muchos los políticos que al enfrentarse a un juicio, a una sesión de control, a una comisión de investigación, confiesan que no saben de qué le hablan, «no me acuerdo», repiten unos y otros, «no me consta», «yo pasaba por allí, pero no era responsable». En definitiva, sus recuerdos han sido borrados por algún mecanismo interno que, al parecer, no existe en el resto de los humanos.

La pregunta acude rápidamente a mí: ¿Se entrenan para ese momento? ¿Tienen preparadores? Lógicamente me lanzo a buscar documentación sobre el particular. También podría ocurrir que la cara dura sea lo que prime, al tiempo que el miedo, a su vez, hace estragos en las áreas cerebrales destinadas al recuerdo.

Recientes estudios muestran que las neuronas de la memoria se localizan en tres áreas cerebrales: el hipocampo (memoria a corto plazo), la amígdala (emociones ligadas a los recuerdos) y la corteza prefrontal (lugar donde se fortalecen los recuerdos). Creo, modestamente, que todo aquel que quiera dedicarse a los asuntos políticos deberían pasarse por una consulta dedicada a los asuntos cerebrales y se hiciesen analizar cada una de dichas áreas. Por ley, tendría que ser así y no permitir que nadie que tuviese alguna de esas zonas dañadas siguiese adelante en la carrera política.

Sufro mucho cuando veo el lamentable espectáculo de los 'no recuerdo, no soy consciente, no me ocupaba de eso, no y no'. Es muy posible, también, que estos elementos se vayan entrenando poco a poco para, llegado el momento del juicio, por ejemplo, la respuesta sea unimodal: «No me acuerdo».

¿Cómo entrenarse? Mucha gente se acerca a consultas de psicología buscando ayuda para no reflexionar, desconectar de sus pensamientos, dejar la mente en blanco y atenuar así el sufrimiento que les produce el incesante vaivén de ideas y sensaciones que bombardean sus mentes. Hay que tener en cuenta que la mente no se puede dejar en blanco por definición, pues quedar en blanco 'per se' solo se produce con el fallecimiento, y en tal estado ya ni existe.

La mente humana recibe continuamente información a través de los cinco sentidos, y de toda ella puede seleccionar sólo aquello que sea de su interés. Hay escuelas de yoga que barajan una ley mental que dice: si un pensamiento prevalece, todos los demás tenderán gradualmente a someterse al dominante. Este es un principio básico de la meditación al que se agarran para, afirmando que 'yo no lo hice' todas las demás sensaciones quedan subyugadas a la que le interesa a la persona.

Por otra parte, varias son las formas y maneras de relajar el espíritu y, en ciertos momentos, quedarnos 'in albis'. Una persona rezando el rosario se tranquiliza, un niño contando ovejas se duerme, un judío haciendo genuflexiones frente al muro de las lamentaciones se desconecta del entorno y concentra su atención en la oración. Todas las culturas intentan 'dejar la mente en blanco', distrayéndose del entorno y concentrándose en lo que uno desea. Lo que uno desea, la mayoría de los casos, es quedarse con lo distraído, fundamentalmente euros, durante su mandato.