Hoy, 23 de abril, se celebra el Día del Libro, como 'casi' todo el mundo sabe. Personalmente no soy muy amigo de 'los días de' porque las causas tienen que ser atendidas los 365 del año, en todo. En mi caso, y en el de muchos otros, el Día del Libro son todos y cada uno de los correspondientes a cada año. Y si la cuestión, reitero, es el libro no puedo estar más de acuerdo con mi admirado Ignacio Agustí, cuando dice: «No hay compañero más fiel y duradero que un buen libro». Es, el libro, una armoniosa melodía que siempre tendremos la posibilidad de escuchar a nuestro antojo. La página de un libro amado se nos abre siempre que lo necesitamos: nunca un libro tiene un gesto de impudor o de rechazo. Su humor siempre es el mismo. Esta página amada está a todas horas allí escrita en un lugar de nuestra biblioteca. Nos está esperando ya para toda la vida.

Hay en la calle, en todos los barrios, millares de nuevos libros esperándonos. Es difícil elegir, entre estas pirámides de papel, el libro, los libros, que deben acompañarnos. ¿La elección debe estar previamente hecha cuando nos acercamos al vendedor? ¿Buscaremos en estas pilas de novedades? ¿Nos llamará la atención esta obra tan ricamente ornada, que será un pasatiempo en nuestras horas inciertas? Es igual. La cuestión es el libro. Un libro, como las gotas de agua, arrastra otro. Usted, que no compra libros, usted, a quien lo que le gusta es el cine o la televisión, puede comprar un libro. Ojéelo en su casa, pruebe a hincarle el diente, compren un libro útil, que no se pierda como un gesto benevolente. Compre un manual de 'lo que sea' si 'lo que sea' le interesa. Pero compre hoy un libro. Verá usted qué bien le sabe la primavera. Llévese a casa un puñado de tinta, que es uno de los elementos químicos más fértiles de la historia de la humanidad.

¿Cuándo nace el día del libro? El 9 de febrero de 1926, en su número 40, publica La Gaceta de Madrid, páginas 707 y 708, un Real Decreto en el que en su artículo primero dice: «El día 7 de octubre de todos los años se conmemorará la fecha del natalicio del príncipe de las letras españolas Miguel de Cervantes Saavedra, celebrando una fiesta dedicada al libro español». Quince son los artículos que componen dicho decreto; el décimoquinto apunta, en su inicio: «La primera fiesta del libro español se celebrará el día 7 de octubre de 1926?». Firman el decreto, el 6 de febrero de 1926, el rey Alfonso XIII y el ministro de Trabajo, Comercio e Industria Eduardo Aunós Pérez.

Dicha fecha se mantuvo hasta su modificación, producida en 1930 (decreto de 7 de septiembre), por lo que la fecha inicialmente fijada, 7 de octubre, se traslada al 23 de abril, por la muerte de Miguel de Cervantes. En Barcelona, donde se fraguó dicha fiesta, coincide con la celebración de San Jorge.

Como digo, en Barcelona nace la idea de la fiesta del libro español de la mano de Vicente Clavel Andrés (Valencia, 1888 /Barcelona, 1967), escritor, periodista, editor y traductor, fundador de la Editorial Cervantes. Su obra como escritor y traductor es muy amplia, así como su encomiable labor de promoción de autores hispanoamericanos. En 1918 se trasladó a Barcelona e instaló su editorial en la Rambla de Cataluña. En 1923, con 35 años, fue elegido vicepresidente primero de la Cámara del Libro de Barcelona y fue en ese momento cuando puso en órbita su ilusionada y terca iniciativa. En dicho año la Memoria de la Cámara traía una primera noticia: «Día del Libro español». Vicente Clavel, en la junta de la Cámara de 25 de febrero de 1925 reiteró su proposición. Por fin, en 1926 su sueño se hizo realidad, y él fue el redactor de los quince artículos del Real Decreto.