Cuando nos adentramos en las zonas rurales de nuestra región en cualquiera de sus municipios, nos asombramos de sus singularidades medioambientales, de su riqueza paisajística, de las costumbres propias de estos territorios, por su gastronomía, sus gentes, sus costumbres y cómo no, su cultura. En la mayoría de las ocasiones, cuando caminamos por sus calles, nos evocan una reflexión profunda, provocada por el vacío de esos hogares, que alguna vez, en otro tiempo, estuvieron habitados.

Esta sensación de despoblamiento indica que algo está fallando, y por supuesto, viene principalmente motivado por las pocas oportunidades laborales y emprendedoras que hay en estos lugares, siendo las nuevas generaciones las primeras en marchase, buscando un futuro mejor, produciéndose un envejecimiento en la población.

Por eso habría que preguntarse: ¿Qué es lo que está ocurriendo? ¿De dónde puede venir el problema? ¿Quién tiene la responsabilidad de su deterioro y degradación? ¿Qué se necesita para que todo vire a mejor? Pero lo que está claro es que se debe poner fin a este éxodo poblacional.

Necesitamos el medio rural, con su ganadería, agricultura, turismo e industria más reforzadas que nunca, ya que es uno de los motores, tanto alimentario, como económico, de la Región de Murcia.

Es imprescindible y justo realizar políticas que busquen una mayor equidad de inversiones con respecto a las zonas urbanas para infraestructuras, telecomunicaciones, educación, innovación, investigación, servicios, sanidad etc.

No es posible, ni se debe consentir, que en el siglo XXI haya un retroceso tan marcado en este medio rural.

Conocer las particularidades y características propias de las zonas rurales, dando una participación real a la sociedad civil, es vital y necesario para avanzar, mejorar y solucionar los problemas que puedan existir.

Debemos conservar, proteger y potenciar los recursos naturales, ambientales y culturales para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y ciudadanas de estas zonas rurales.

Un factor limitante para el desarrollo de cualquier región es la escasez de agua y su abastecimiento, tan necesaria para la vida. En la actualidad, es un problema prioritario en la Región de Murcia, y más aún en los territorios más deprimidos.

No es solo por las bajas precipitaciones anuales, sino por las carencias políticas de aquellos que nos gobiernan, por su poca capacidad de blindar la disponibilidad del recurso agua para los sectores económicos que lo precisen, como son la agricultura y la ganadería.

Es fundamental ser conscientes en el momento de cambio climático en el que nos encontramos, para así gestionar y utilizar de forma sostenible nuestros recursos hídricos, siendo necesario conocer, entre otras cosas, la huella hídrica de sus usos y las infraestructuras existentes.

En definitiva, el agua es un recurso económico y social esencial para las zonas rurales que debe de ser un derecho basado en la transparencia, en una gestión más democrática y sostenible, donde los costes de uso sean más homogéneos y no tan dispares entre poblaciones y pedanías.

La mujer debe de estar presente más que nunca en las zonas rurales, donde la igualdad de género debe de ser una realidad. Sin ellas, es imposible que nada avance, ya que son esenciales para la vida, para el futuro y para la conservación y desarrollo económico de estos territorios. Hay que buscar incentivos, herramientas y mecanismos para que puedan emprender y trabajar con las máximas garantías, permitiéndoles la conciliación de la vida familiar con la laboral.

No olvidemos a los jóvenes de estos lugares por ser quienes marcarán y dirigirán el camino a los que vienen en un futuro. Tenemos la responsabilidad de apoyarles, motivarles y ponerles a su alcance los recursos necesarios para que logren sus metas, y sobre todo, hacerles partícipes de una buena y adecuada educación.

Es necesario que los fondos, ayudas y subvenciones, vengan de donde vengan, estén planificadas y coordinas entre sí para satisfacer las necesidades de estas zonas rurales.

Por último, decir que la sociedad está cansada de políticas de sillón y de plasma, de frases vacías, de tecnicismos que no están al alcance del entendimiento de la mayoría y que confunden o no dicen nada.

Ya está bien de intentar tergiversar una realidad buscando un rédito político. Es hora de cambiar, de buscar otras alternativas y formas de hacer política.

Hay que mirar de cara a las gentes y escucharlas, caminar a pie de campo a lado de todos los actores implicados en estos territorios, con el objetivo de conocer de cerca sus necesidades e inquietudes como única forma de comenzar a dar soluciones reales.