Con el paso de la procesión del Resucitado, los nazarenos mudan sus túnicas de penitencia y comienza el planchado de zaragüelles y refajos. ¡Ya están aquí las ansiadas Fiestas de Primavera! llegadas más pronto que tarde en un abril del que siempre se dicen lindezas sin cuento. Un mes que siempre parece bueno, porque en él la primavera recién nacida se viste de flores, y porque sus lluvias ya no inquietan a nadie y si se dejan caer fertilizan con alborozo los campos.

Igualmente es en este mes cuando las mozas cumplen un abril más y las maduras un abril menos, hasta que todas tengan una edad que aprueben los hombres, a pesar de los feminismos al uso. Y los hombres, bien sabido es, están dispuestos a tener amplia tolerancia en esta materia.

Con la llegada de la primavera, de cielos azules y radiante sol, a los murcianos el cuerpo nos pide calle, y en la calle, las terrazas (aunque últimamente no estén bien vistas por la autoridad municipal). Solazarse disfrutando del provinciano deporte de ver pasar a la gente llega a convertirse en placer. La insustituible caña de rubia cerveza comparte espacio con la renacida moda del vermut: consumiciones imprescindibles en la mesa al sol y en la barra, preferida por amigos del compadreo.

Redescubrir el vermut es algo que nos favorece, pues Murcia siempre tuvo a gala la exquisitez en la fabricación del producto. Fueron las tabernas tradicionales las que contaron con la mayor parroquia de afectos a tan delicioso caldo. De gran renombre a la hora de escanciar buenos vermuts fueron las tabernas de El Gabino, El Garrampón, El Teodoro, El Secretario o Luis de la Rosario en el callejón de Angustias si a la ciudad nos referimos, ya que en pedanías, excepcional fue La Anica en La Alberca, por la que sentía gran pasión don Carlos Valcárcel Mavor y otros versados de la pluma y el papel. Dícese del vermut de aquí que hay que tomarlo con tacto, ya que puede resultar cabezón y pasar a mayores su ingesta desproporcionada.

De nuevo cuño para ventura de los golosos del vermut es la Vermutería de Papá Juan, ayer distinguida coctelería, que mudó sus reales a la plaza de Cetina. Lugar cómodo y sibarítico, muy apropiado para los días primaverales por su selecta terraza y por las manos del maestro vermutero Juan Pérez García y las de su ilustre esposa, Asunción, quienes atienden a la parroquia con mimo y exclusividad palpable. Al botánico caldo no le faltará el baño de la consabida aceituna o un excelente corte de naranja, que irá acompañado de una buena tapa del día como pueda ser una jugosa pipirrana. Puesto a mayores, don Juan ofrece a su clientela un muy excelente vermut embotellado con su propia marca, Papá Juan, que ha resultado de indudable éxito, tanto en el consumo local como en el foráneo, haciendo realidad, aquello de renovarse o morir.

Abril, el de las aguas mil, ya está aquí, disfrutemos de la primavera y de la vida con un trago largo de un buen vermut como el que ofrece a sus parroquianos el maestro Pápa Juan.