La Universidad no la mueven los rectores. Su actividad surge desde abajo por la inquietud profesional de sus componentes. Son los investigadores los que sienten la necesidad de investigar, buscan relaciones internacionales, consiguen financiación, gestionan sus infraestructuras, crean contratos para investigadores jóvenes y hasta financiamos el ordenador con el que trabajamos.... En el Personal de Administración y Servicios hay profesionales que viven la Universidad y no se limitan a cumplir con lo que se les encomienda, sino que ellos mismos promueven la internacionalización, la movilidad de profesores y estudiantes, dan el mejor apoyo lingüístico o a la investigación, ayudando en la petición y la gestión de los proyectos, y mantienen la actividad cultural necesaria para abrir las mentes y entroncar la universidad con la sociedad? y con ello solo estoy citando algunos servicios que me son más cercanos y tengo en mente personas sin las que la mejor Universidad no sería posible.

Los estudiantes son el otro gran motor y la razón de ser de esta institución, cuyo fin es generar conocimiento para transmitirlo. Su demanda de calidad y oportunidades son un estímulo imprescindible.

Pero si algo caracteriza a la Universidad es su heterogeneidad. Puede haber algún profesor que, por falta de vocación o por cansancio, haya renunciado a buscar retos, que la excelencia le suene a soberbia y decida cumplir solo con los mínimos que le exija la docencia del día a día. O personal de apoyo que se sienta molesto porque los profesores estén continuamente exigiéndoles el esfuerzo que requiere ir a más. Y alumnos que a lo único que aspiran es a tener las presentaciones en la web, saber qué entra en el examen y aprobarlo con un 4,95.

La calidad de una universidad, su lugar en los ránquins y, sobre todo, el servicio que preste a su comunidad y al conocimiento global, van a depender del peso relativo de los distintos tipos de actitud de los estamentos que la componen. Una de las grandes ventajas de la Universidad, como sistema complejo que es, radica en que el deterioro de un eslabón o el mellado de un engranaje no rompe la cadena y los flujos de trabajo se pueden canalizar por vías alternativas, de modo que siempre hay grupos que logran la excelencia y la relevancia internacional y PAS que, de forma menos visible pero igual de relevante, dan sentido a una vida de dedicación, y alumnos que logran formarse para llegar a ser buenos profesionales? Pero en una universidad deteriorada, los costos de lograrlo son tan altos que cuesta trabajo creer que alguien pueda conseguirlo sin morir en el intento. No obstante, ahí están algunos resultados que sirven de ejemplo a quienes estén a punto de tirar la toalla.

Y aquí entran los rectores, y sus equipos.

Suelo decir que hay cuatro tipos de rectores. El ideal es casi una utopía, aunque he tenido la satisfacción de conocer un par y sentirme apreciado por ellos. Se trata de un rector consciente de lo dicho y que se pone a la cabeza de los que luchan por la excelencia con el mejor espíritu universitario. Estos rectores buscan nuevas oportunidades y recursos y se los ofrecen a los demás. Anticipan los problemas y promueven la renovación y el refuerzo de las estructuras para que se puedan asumir nuevos retos. Ilusionan a todos e incentivan a los que producen, buscando soluciones y estímulos para los que no lo hacen. Su rareza radica en que suelen estar más centrados en su trabajo investigador y docente que en presentarse a elecciones y cuando dan el paso muy rara vez son elegidos.

El segundo tipo es el de los rectores compr

metidos con su institución, pero con menos impulso. Estos se limitan a hacer bien su trabajo, a resolver problemas y actuar con justicia y equidad, dándole todo el apoyo posible a quien lo necesita para que pueda llevar su parcela de universidad más lejos. Incluso implican a sus equipos en lo que sea necesario para hacer posibles los proyectos que merecen la pena. Esta categoría también es muy rara y a veces aquí se acomodan los que podrían haber sido del primer tipo, pero se desinflan ante las dificultades u otras ambiciones les desvían del espíritu universitario y se limitan a tratar de dejar alguna huella en forma de infraestructuras que los mantengan en la historia.

El tercer tipo es el de los que viven la Universidad como circunstancia. Se presentan a rector por oportunidad, por vanidad, porque otros les animan, porque tienen posibilidades?. No promueven nada, no se complican la vida más de lo necesario. Te escuchan, pero tampoco se implican, y si darte apoyo es complicado, ni siquiera lo intentan. Pero se alegrarán de que se consigan proyectos y logros. Al menos estos te dejan trabajar.

Finalmente tenemos el cuarto tipo, suelen ser ambiciosos, demagógicos y cínicos. Lo prometen todo, dan palmaditas en la espalda, pero en cuanto sales del despacho irán a preguntar, pero éste ¿qué pretende? ¿es de los nuestros? ¿por qué tiene que ser éste el que haga esto? Miran con recelo a todo el que se mueve, se sienten amenazados por el que toma iniciativas o tiene éxito. Les da pánico que alguien haga algo que los meta en líos o pueda perjudicarlos. Temen que intenten derrocarlos. Por eso paralizan los procesos, los miran y los remiran por vericuetos burocráticos hasta que se malogran. Presumen de justicia y equidad, y acusan a los rivales de prevaricar, pero las aplican solo a 'los suyos' que merecen una restauración histórica. Si alguien se lo trata de hacer ver, son injustamente tratados, es porque les quieren poner zancadillas los enemigos de la universidad?

Algunos rectores están promovidos por partidos políticos que ven la Universidad como un bastión desde el que afianzar o conquistar su influencia social. Otros, son ellos los que buscan entrar en la política tras demostrar que son capaces de ganar unas elecciones universitarias.

Pues en éstas estamos, el vínculo entre la calidad de la actividad universitaria y las posibilidades de desarrollo de la región en la que se ubica son innegables. Murcia no puede permitirse disipar recursos y energía en engranajes con arenilla. Desde que la LRU se implantó, los candidatos a Rector no compiten por el voto convenciendo al reducido grupo de personas que constituye el claustro, donde el conocimiento directo pesa más que la propaganda. Ahora, aunque con factores de ponderación, el sufragio es universal y esto es bueno, pero, al mismo tiempo, en una población de casi 38.000 personas esto da mucho juego a campañas publicitarias, de difamación o descalificación. Aquí las técnicas pueden ser tan sutiles como emplearlas en una campaña con pasquines y WhatsApp o acusar en la siguiente al contrario de utilizarlas. Los efectos colaterales de una posible politización del rectorado dependerán de a qué categoría pertenezca el Rector elegido por nosotros los universitarios.