Nada nuevo bajo el sol. La situación de crisis migratoria que sufrimos en el mundo sigue en aumento. Es insostenible. Sufrimos, en pleno siglo XXI, la mayor crisis humanitaria de personas refugiadas y migrantes desde la Segunda Guerra Mundial. Las cifras se disparan, y aumenta el número de personas desplazadas forzosas que huyen para salvar sus vidas por conflictos armados, vulneración de derechos, catástrofes humanitarias, cambio climático, violencia y persecuciones.

Según el último informe de ACNUR, correspondiente al año 2016, nos dice que son más de 65,6 millones de personas las que se vieron obligadas a huir de sus hogares por los motivos antes mencionados. Una barbaridad que se suma a la deshumanización de los Gobiernos que evitan tomar responsabilidades en el asunto, y que por consiguiente dejan a miles de personas en el olvido, desamparadas a su suerte.

Decía que nada nuevo bajo el sol, porque desde muchas organizaciones sociales llevamos tiempo denunciando esta situación y pidiendo a los gobiernos que tomen cartas en el asunto. Las cifras son vergonzosas y hablan por sí solas: En lo que se refiere a Europa, en el año 2016, 1.260.910 personas trataron de encontrar refugio en nuestro continente solicitando protección internacional, de las cuales, solo 15.755 lo hicieron en España. La situación de desesperación de muchas de estas personas forzadas a huir les topó con el mar Mediterráneo, una vía mortífera donde sobrevivir al cruzarlo es toda una suerte de lotería.

Este mar, recordado por muchos de nosotros por esa bonita canción de Serrat «nací en el Mediterráneo», ya nos hace recordarlo a día de hoy por una gran fosa común, que es en lo que se está convirtiendo, en la mayor vergüenza de Europa, donde en los últimos diecisiete años más de 35.000 personas han perdido la vida en sus aguas, y solo desde 2016 han muerto más de 8.600 personas. En lo que llevamos de año, ya hay en sus aguas unas cuatrocientas personas ahogadas, entre las que también se encuentran niñas y niños que se han quedado sin futuro.

Todas estas muertes podrían haberse evitado si los Gobiernos hubieran actuado y marcado como reto el evitar la muerte, el sufrimiento humano y el desplazamiento forzoso de estas personas. Hubiera bastado con habilitar vías legales y seguras para obtener protección.

Por el contrario, hemos visto como la Unión Europea se ha alejado de sus valores fundacionales y de cualquier credibilidad en su posición ante la defensa de los derechos humanos. No es posible que la Unión Europea se lave las manos, e incluso formalice acuerdos (de dudosa legalidad) con terceros países no seguros que no garantizan los Derechos Humanos, como es el caso de Turquía, Libia u otros países africanos, para la contención de los flujos migratorios. Una política que muestra una falta de escrúpulos sin precedentes, además de una vulneración del derecho internacional en materia de asilo.

Además de estos acuerdos que, como digo, vulneran los derechos humanos, la Unión Europea, y entre sus países el nuestro, no son capaces de cumplir con los compromisos que se marcan. Prueba de ello la da la cuota de acogida fijada por la Unión Europea en el año 2015, y que finalizó el pasado 26 de septiembre, para acoger entre todos los países de la zona a 160.000 personas entre reubicadas y reasentadas, y donde apenas se cumplió el 18% del compromiso. En el caso de España, solo acogió, al finalizar el plazo, un ridículo 11% de las 17.337 personas comprometidas. Lo que supone tan solo poco más de 1.900 personas en dos años.

Podemos decir que estas son las cifras de la vergüenza, las cifras de la deshumanización, donde parece ser que solamente ven números, y no personas con trágicas historias de vida.

Por todo esto, aunque ya lo hemos hecho muchas veces, debemos de seguir movilizándonos desde la ciudadanía y denunciar y exigir a esta Europa Fortaleza, y también a nuestro Gobierno español, que sus políticas migratorias de asilo y refugio giren en torno a la protección (de verdad) de los derechos fundamentales de estas personas refugiadas, donde muchas de ellas se encuentran en situación de vulnerabilidad, como son niños y niñas, menores no acompañados, mujeres, personas LGTBI o personas discapacitadas.

Por ello mañana, domingo 25 de febrero, saldremos a la calle en Murcia, a mostrar nuestro rechazo a esta Europa Fortaleza, donde diremos alto y claro, una vez más, que los derechos humanos no se negocian, y que queremos una Europa acogedora.

Es una obligación moral y política acoger a las personas refugiadas, actuar ante esta situación de crisis excepcional y aplicar solidaridad. Debemos recordarles a los Gobiernos que la Unión Europea se fundó ente valores de solidaridad entre los pueblos. Seamos justos ante esta situación y con las millones de personas que claman ayuda, porque hace años fueron nuestros padres y abuelos los que tuvieron que migrar, hoy son ellos, pero mañana ¿quién sabe?

Abramos los ojos y no volvamos a cometer los infames errores del pasado.