La mallica, lo llaman algunos en Vistalegre, barriazo donde el Belmonte es religión a determinadas horas, todos los días de la semana. Como lo es en esos bares de barra metálica y botellas antiguas, en los que los silencios, no hace mucho aderezados por la musiquica abocinada de las tragaperras, son el ingrediente secreto del café murciano ganado a pulso por el curre de muchas madrugadas, y almuerzos con embutido y habas que terminan al poco de amanecer con un Belmonte, o dos. Que los febreros ya pueden venir fríos al polígono que sea entre Orihuelica del Señor, Olula del Río y Hellín, que un Belmonte después de almorzar es como quitarse los calcetines debajo del edredón.

Beso de novia, era el licor. No se ponga nadie tenso. Qué preciosidad de etiqueta para un licor agradable, sedoso y goloso en boca, de sabor abstracto€ que el autor del naming allá por los años 20 de Alcantarilla podría ser hoy community manager de Operación Triunfo sin despeinarse, o llamarse Valentín con garbo y elegancia; un licor estandarte de Destilerías Belmonte, la casa del brandy murciano, que hoy sigue embotellando edredones nórdicos y tragos sedosos, ideales para terminar un almuerzo, casi un siglo después. Porque al Belmonte lo llamamos así por el brandy, la mallica, que en su día era siempre la nuestra, la de Alcantarilla, para acompañar esa maravillosa mezcla de café bombón en vasico chato, chorrico al gusto. Beso de novia fue el gancho, y luego nos quedamos con el Belmonte.

Dos veranos y es posible que el Belmonte cumpla un siglo de vida, y aquí no hay aún ni comité de centenario, ni comisión de fiestas y eventos, ni cuenta en redes sociales, ni página web, ni sello conmemorativo, ni décimo de lotería, ni petición popular para que una calle se llame «Ponme un Belmonte», ni nos han hecho helado de Belmonte, o tarta o nos lo han preparado ´especial de la casa´ con parafernalia gastronomística, tan en auge. Y mira que daría juego, al menos para ganarle un partidico de copa de vez en cuando a su primo mayor, Don Café Asiático, sin rival en los campos del café moderno contemporáneo por estos lares. Un siglo a Belmontes, un café segundón (qué bonito) que se ha mantenido fortísimo en el devenir del almuerzo murciano, lo que le otorga un futuro precioso, sin alardes, cumplidor, como un gregario que jura nunca ser líder de equipo. Un siglo de silencios y sonrisas de esas en las que se atisba la mayor capacidad del ser humano para comprender y ser comprendido, junto a un simple Belmonte, el café de Murcia€

¿Un Belmonte? Vale.