El Gobierno se ha dado cuenta de que la economía no basta. Llevamos ya tres años creciendo por encima del 3%, algo singular en Europa. El año pasado se crearon 490.000 nuevos empleos, un aumento del 2,65%, y el paro que llegó al 27% en el 2013 ha caído al 16,5%. El consumo tira. En enero las ventas de coches han subido un 20% respecto al 2017. Se han comprado 101.600, el mejor enero desde antes de la crisis.

Sin embargo, las últimas encuestas indican una severa erosión de la intención de voto del PP a favor de C’s, aupado por la victoria de Inés Arrimadas en Cataluña. ¿Puede el segundo partido del centro-derecha derrotar al primero?

En el PP hay nervios. Unos desdramatizan y dicen que las encuestas, cuando las elecciones están lejos, reflejan lo que sucede en muchos países en las elecciones parciales. El partido que gobierna paga el desgaste. Otra cosa será cuando haya elecciones. Entonces el desgaste se ve compensado por el miedo a lo desconocido y si la economía va bien… Pero los alarmistas advierten que el desgaste de materiales del PP -corrupción y los juicios de la Gürtel de por medio- es de fondo, que Cs capta el voto joven de las clases medias urbanas y que el partido de Rivera se beneficia de haber nacido para plantar cara al catalanismo. Por eso el PP puede perder.

Rajoy nunca es alarmista pero sabe que el desastre en Cataluña ha cambiado las cosas. Por eso el martes fue a los ‘desayunos’ de TVE, coincidiendo con cuatro mujeres tertulianas, a rectificar el error de la semana anterior cuando mostró insensibilidad ante la diferencia salarial entre hombres y mujeres. Y se esforzó en mostrarse dialogante. Ha decidido reaccionar. Primero, meter en cintura a Cs, aunque sin romper los puentes. Segundo, mostrar al PP como un partido de gobierno que sabe pactar y bajar la crispación.

¿Cómo frenar a Cs? Rajoy y Soraya creen que, al revés de lo que sucedía hasta hace poco, la crisis catalana ya no les beneficia. Cs es visto como más eficiente contra el independentismo. Hay pues que buscar otros asuntos, relevantes para la derecha populista, en los que poder desbordar al partido de Rivera.

Por eso el PP, aprovechando la indignación por el crimen de Diana Quer, ha lanzado una campaña de firmas en defensa de la ley de prisión permanente revisable que votó la pasada legislatura y que ahora un proyecto de ley del PNV, apoyado por el PSOE y Podemos, quiere abolir. Recogida de firmas. No es algo habitual, recuerda la campaña contra el Estatut. Y es que el PP quiere poner a la defensiva a Cs en un asunto sensible para la clientela de la ley y el orden. Cs no debe pescar en su derecha.

Rivera se abstuvo ante el proyecto del PNV y antes, cuando el pacto de investidura con Pedro Sánchez del 2016, se comprometió a abolir la prisión permanente revisable. Por eso, aparte de la recogida de firmas, el PP ha organizado una convención-peregrinación a Córdoba este fin de semana que será encabezada por el propio Rajoy. El objetivo, además de trabajar la rebelde Andalucía, es demostrar que el partido del orden de verdad, el único fiable, es el de siempre, el de Mariano, Soraya y Cospedal.

Al mismo tiempo el PP quiere rebajar la tensión en Cataluña. Necesita la elección de un presidente que, aunque independentista, pueda negociar algo y normalizar. Con Puigdemont sería imposible y daría pluses a Rivera. Por eso el nerviosismo del ministro Zoido, amortizado y que siempre sobreactúa, vigilando fronteras y maleteros. Pero Soraya ha logrado algo en el TC (con mucho coste) y ERC ha aplazado la investidura de Puigdemont. El PP y ERC saben que Puigdemont no les conviene a ninguno de los dos. ¿Hay un plan de la Moncloa basado en que «los nuestros nos han sacrificado» como insinuaba el exilado de Bruselas en un tuit a Toni Comín el miércoles?

Y el PP también intentará dar imagen de responsabilidad pactando una nueva financiación autonómica. ¿Con quién? Pues con el PSOE que es el primero de la oposición y que gobierna muchas autonomías. Un pacto que ayudaría a la gobernabilidad y tendría la ventaja de marginar automáticamente a Cs que no gobierna ninguna autonomía. Cristóbal Montoro ya ha dado el primer paso al admitir la posibilidad de una reestructuración de la deuda autonómica. Algo que desean muchas Comunidades autónomas pero que enerva a la poco endeudada Cristina Cifuentes.

Exterior

El pacto con el PSOE tiene prioridad, pero Cataluña debe participar y eso exige una previa desescalada. Si todo va bien, quizás el PNV acabe votando los presupuestos.

En un mes, el 4 de marzo, hay elecciones en Italia, país fundador de la UE y la tercera economía del euro. Son relevantes porque Italia tiene problemas de crecimiento y alto déficit público que en el 2011 forzaron la salida del entonces primer ministro, Silvio Berlusconi, con múltiples problemas judiciales y muy desacreditado.

Pero ahora Berlusconi, pese a estar inhabilitado para cargo público, a sus 81 años vuelve a ser clave. Su partido (Forza Italia) ha hecho coalición electoral con la Liga Norte (populista y antieuropea) y Hermanos de Italia (postfascista) y con un 36% encabeza las encuestas, delante del Partido Democrático en el poder (centro-izquierda) y de los populistas duros y antieuropeos de Movimiento Cinco Estrellas (5E), ambos con un 28%.

Es difícil que alguno de los tres tenga mayoría para gobernar. Se impondrán los pactos y aquí es donde Berlusconi, que se ha erigido en el enemigo del populismo de 5E pero con un programa de rebaja de impuestos poco factible, puede tener un papel decisivo.

Dos Gobiernos parecen posibles. El primero estaría formado por la Liga y Hermanos de Italia que tras romper con Berlusconi se unirían al movimiento 5E en un Gobierno antieuropeo. Sería poco probable que Italia saliera del euro, pero se convertiría en un gran torpedo ante los proyectos de Macron y Merkel (si finalmente forma Gobierno) de dar un nuevo impulso al euro. En Bruselas tiemblan ante este escenario paralizador.

La alternativa sería que el Partido Democrático, que pese a haber gobernado razonablemente está castigado en las encuestas desde el fracaso de Renzi en el referéndum de diciembre del 2016, formara gobierno con Berlusconi, menos reticente a Europa. Sería el mal menor y Berlusconi, siempre hábil, ya ha ido a Bruselas para restablecer lazos con Juncker y el PPE, del que Forza Italia forma parte.

Este Gobierno, del que Berlusconi no podría formar parte, estaría presidido por el actual primer ministro, el hábil Paolo Gentiloni, si el Partido Democrático tiene más escaños que Forza Italia o por el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, si Forza Italia saliera mejor parada.

Europa ha salido de la crisis gracias en gran parte a la política monetaria del BCE y el populismo no se ha impuesto en ningún país. Pero, excepto en Francia por el fenómeno Macron, la herencia es una fragmentación política que crea problemas de gobernabilidad. En Berlín y en Madrid, y en un grado máximo en Roma donde la izquierda italiana tendría que convivir con Berlusconi, su enemigo histórico. Tres de las cuatro grandes economías del euro tocadas por la fragmentación política.