En el reciente Foro de Davos, el multimillonario George Soros destapó la caja de los truenos contra las grandes empresas de internet. Su teoría es que Facebook y Google han desarrollado un método para dirigir el pensamiento de la gente. Han manipulado a sus usuarios hasta convertirlos en adictos a la redes, de la misma forma que los casinos de internet controlan a los ludópatas hasta dejarlos tiesos. Es decir, manejan nuestra voluntad. Las consecuencias, según él, serán nefastas para la democracia, ya que estas empresas controlarán también el voto, como ya ocurrió con el Brexit o con Trump.

Estas declaraciones del influyente filántropo de origen húngaro vienen a sumarse a las llamadas de atención de los conocidos como arrepentidos digitales. El primer presidente de Facebook, Sean Parker, advirtió de que la red social explota la ´vulnerabilidad de la psicología humana´ para crear adicción entre sus usuarios. Chamath Palihapitiya, un exvicepresidente de la misma red social, acusó a su antigua empresa de estar desgarrando «el entramado actual del funcionamiento de la sociedad». Y Roger McNamee, gran inversor en el primer momento en Facebook y en Google, publicó un artículo en USA Today denunciando que ambas compañías «amenazan la salud pública y la democracia».

Lo curioso es que la alerta no llega solo desde fuera o a través de arrepentidos. Personajes que siguen en la élite de Palo Alto también piden precaución. Este mismo mes, el gran jefe de Apple, Tim Cook, proclamó durante una conferencia en Inglaterra que había que poner límites al uso de internet en las escuelas. El sucesor de Steve Jobs aún fue más explícito: «No tengo hijos, pero sí tengo un sobrino y le he puesto algunos límites, hay cosas que no le permito hacer y no quiero que esté en una red social». Un periódico español lo explicaba con un título tan coloquial como gráfico: «En casa del ingeniero, tableta de palo».

En cierta ocasión le preguntaron al propio fundador de Apple, Steve Jobs, si a sus hijos les gustaba el iPad. Muy serio, el gran gurú digital contestó: «No la han usado. En casa limitamos la tecnología que pueden usar los niños».

Otros gurús han seguido el mismo camino. El creador de Microsoft, Bill Gates, ha declarado más de una vez que no permitió a sus hijos utilizar un smartphone hasta que no cumplieron los 14 años. Muy tarde si tenemos en cuenta que con 15 ya se puede conducir en California.

Meses atrás, llegaban noticias del éxito del llamado método Waldorf y la proliferación de sus escuelas por todo Estados Unidos. El centro de más éxito de esta cadena educativa se encuentra en Península, California, y es al que llevan sus hijos la mayoría de los ingenieros de Silicon Valley. El método Waldorf se caracteriza por la ausencia en sus aulas de teléfonos, tabletas, portátiles, PCs, televisores y, por supuesto, wifi. El objetivo es estimular en los niños «la experimentación en el mundo real». Sin más instrumentos que el papel y el lápiz, se trata de fomentar «la creatividad, la curiosidad y las habilidades artísticas». Uno de los principales directivos de la cadena Waldorf explicaba hace poco que «los estudiantes criados con tecnología acusan a menudo poca disposición para pensar de forma distinta y resolver problemas. Habilidades como tomar decisiones, la originalidad o la concentración son mucho más importantes que saber manejar un iPad o rellenar una hoja de Excel».

Estas precauciones de los propios augures de internet parecen dar la razón al viejo Soros, que reivindica aquella ´libertad de mente´ que proclamaba Stuart Mill. Porque lo peor de todo, sostiene, está por llegar, ya que los días de Facebook o Google están contados. Al final, serán potencias con pocos escrúpulos (menciona a China, Rusia, Filipinas e incluso la América de Trump) las que dominen las redes. El resultado será, según Soros, «un control totalitario de la web que ni siquiera Orwell o Husley hubieran soñado».

Para echarse a temblar.